Buscaré tu nombre en las estrellas

UN AÑO DESPUÉS

– Vamos, Nara, deja de mirarte al espejo como poseída – Ángela decía apremiante, ciertamente, ya era tarde –. Mamá está histérica, tu novio no soportará estar mucho tiempo a solas con ella.

La relación de su madre con Rodrigo había mejorado considerablemente. Ya no le deseaba mal ni refunfuñaba cuando salía el tema sobre él y el odio hacia Lucino al fin desapareció. Sin embargo, Nara dudaba que su madre lograra perdonar a Rodrigo por llevarse (voluntariamente) a su hija mayor a otro país. Después de eso, botarla y dejarla varada en un bucle de oscuridad en dónde actuaba monótonamente. Para terminar de empeorarlo, volvió 8 meses después, justo cuando Nara pensaba haberlo superado y todo volvió al inicio: Nara enamorada de un músico famoso.

Al menos ya sostenían una charla cordial sin miradas de reproche de por medio ni indirectas sobre los hechos acontecidos en el pasado.

– Vamos.

La voz de su hermana la sacó de la ensoñación. Ese día, Nara se graduaba, era el día en que el mayor logro de su vida tomaba forma y una larga travesía de 6 años concluía. En definitiva, se trataba de un día de felicidad y alegría en el que tendría que celebrar el convertirse en médico. Pero no todo podía ser perfecto, pues el final del arduo camino llamado universidad llegó a su fin, pero el mundo laboral se alzaba imponente tan cerca de ella y desde un inicio la recibió hostil.

Seguía sin conseguir empleo. Era humillante, nadie decía una palabra sobre ello, pero su madre no estaba contenta, a su padre apenas le hablaba (Rodrigo insistía en que hiciera las paces con él). Ángela estaba por terminar la carrera y ya tenía un lugar casi asegurado en una editorial pequeña que iba en ascenso. Rodrigo y los chicos tenían la banda y ella…tendría su título; el cual no serviría si seguían rechazándola en cada entrevista.

Bajó las escaleras de la que años atrás fue su casa y se encontró con su madre y Rodrigo riendo como si fueran los mejores amigos. ¿No que estaba histérica? Se detuvo un instante porque no quería interrumpir. La escena era irreal, la suegra y el yerno conviviendo pacíficamente, llevándose tan bien. Nara sonrió, podría no tener trabajo, pero al menos tenía una madre y un novio que la amaban.

– No quisiera ser imprudente –dijo –. Pero hemos de irnos, no quiero llegar tarde hoy.

La ceremonia de graduación consistía en una charla de despedida, impartida en el auditorio, por parte de los profesores. Juntaban a todos los que cubrían el número de créditos y terminaban el servicio y tomaban una foto que Nara no pensaba comprar. Había hecho buenos amigos; Diego, Diana y Regina, pero no era relevante recordar a todos los demás.

Llegó a la universidad y vio a sus compañeros con sus respectivos familiares y amigos. Ella sólo llevaba a su madre, Ángela y Rodrigo. Los cuales eran muchos si tomaba en cuenta que la mayoría llevaba a un acompañante y unos pocos iban solos, aunque también avistó a los que traían a toda la familia; un compañero llevaba al menos 10 personas. Se topó con un par de compañeros de años anteriores, de algunos recordaba el nombre; de otros, vagamente el rostro. Fue un viaje en el tiempo; desde primero hasta el presente mil cosas sucedieron, muchas bajas y una que otra alta. Si volviera al día en que entró a la universidad y se dijera a su yo del pasado que seis años después estaría graduándose y su novio; integrante de Lucino la miraba como si fuera la persona más inteligente y preciada en el mundo, no lo creería.

Escuchó con atención las palabras del director y posteriormente las de la jefa de enseñanza. También participó en el discurso un joven cuyo promedio de 10 cerrado lo hacía merecedor al Premio Honorífico de Excelencia. Ella apenas alcanzó un 9.5 y le costó mucho trabajo, sufrió y desveló por esa calificación, no tenía idea de lo que el otro estudiante tuvo que hacer…o tal vez simplemente venía en sus genes la medicina.

Después del estruendoso aplauso que seguramente se escuchó también en el exterior hasta el estacionamiento, los recién graduados salieron para posar en la foto, la última fotografía como estudiantes de medicina.

Entre tanta gente, no pensaba encontrarse con Juan y sus ojos de cachorro.

– Hola –saludó cortésmente –. Al fin somos médicos, felicidades.

– Nara –Juan sonrío con elegancia –. Qué guapa luces hoy, perfecta para una ceremonia de tal magnitud.

– Lo sé –respondió engreída –. Me da gusto ver que lograste tu cometido. Ahora, si me permites, iré a buscar a mis amigos.




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