Buscaré tu nombre en las estrellas

CUATRO AÑOS ANTES

Nara llegó corriendo a la firma de autógrafos, la respiración agitada quemaba su garganta y el sudor corría incómodamente por su cuello; no le importó, estaba dispuesta a pagar ese precio con tal de ver a su banda favorita (la única banda musical que había logrado llamar su atención).

Un año atrás había escuchado sus canciones por vez primera; quedó asombrada desde el principio. Con el tiempo, su obsesión incrementó hasta alcanzar un nivel enfermizo; Nara trató de resistirse, hizo hasta lo imposible por sacarlos de su mente... Pero terminó convirtiéndose en una odiosa chica fanática (ella las detestaba, no entendía cómo es que adoraban a seres que ni de su existencia sabían). Le costó trabajo aceptar ese nuevo rasgo en su vida, pero al final decidió ser una buena y loca admiradora, a sus 18 años parecía una adolescente de 15.

Un año había pasado desde entonces y ahora se encontraba a varios metros de distancia de los cinco integrantes del grupo. Si tuviera aliento, gritaría tonterías de las que después se arrepentiría. Los chicos eran latinoamericanos, hablaban español, así que le entenderían perfectamente. Mejor era no arriesgarse.

- ¡Te encontré!

Ángela, su hermana, se acercó corriendo a ella con las mejillas enrojecidas.

 - Lamento haberte dejado, tenía que llegar.

- Sí, me di cuenta –dijo mientras se paraba de puntas para ver a los jóvenes –. Bueno, así que aquí estás, al fin se te hizo. Recuerdo cuando decías que nunca vendrían.

Nara también lo recordaba; una banda nueva y poco conocida no era muy propensa a viajar a su país, así que cuando se le llegó la noticia sobre la gira de la banda por su país, casi gritó de emoción.

- Lo bueno es que llegamos, soy de las últimas.

- Suertuda –Ángela le dio un corto abrazo –. Te espero afuera, espero que no tarden tanto, detesto esperar.

Le dio un corto abrazo antes de perderse entre las personas curiosas por ver quien estaba firmando discos. El lugar estaba concurrido, pero no abarrotado; a comparación de otros artistas, estos jóvenes no eran tan famosos. Si estuviera el cantante de Puerto Rico, Flavio Corte, quien alcanzó el éxito en menos de dos meses, apenas se podría respirar en ese lugar. Gracias al cielo, sus ídolos aún no llegaban a tal nivel.

La espera le pareció eterna, casi desesperó un par de veces, pero se contuvo. Ellos lo valían, si no, no estaría allí. Su teléfono vibró varias veces en el bolsillo trasero de su pantalón de mezclilla, no tenía ganas de atender a la llamada en ese momento, pero el asunto por el que la buscaban podría ser importante, tenía que responder.

- ¿Bueno?

- El doctor no aceptó el trabajo –al escuchar eso casi se le cortó la respiración –. Antes de que te enojes y comiences a gritar, déjame explicar. Juanito hizo una estupidez del tipo faltarle al respeto al doctor y éste, como castigo, nos rechazó el caso clínico.

Todo el ánimo y la alegría que embargaba su cuerpo, desapareció. Sintió la ira burbujear en su estómago y subir por su garganta. Si tuviera a sus compañeros de grupo frente a ella, seguramente les habría gritado sin vergüenza alguna.

- Tenían un sólo trabajo, les encargué una sola cosa –dijo en un siseo –. No puedo creer que hayan arruinado esto. ¿Por qué carajo se le ocurrió a Juanito faltarle al respeto al profesor?

- No sé si sea buena idea contarte esa historia...

- ¡Me vale si es o no una buena idea! –Nara no pudo contenerse más –. Dime en este momento qué pasó.

Un carraspeo la hizo volver a la plaza y a su grupo favorito. Un hombre con el típico chaleco color naranja de personal le hizo una seña.

- ¿Vas a pasar?

Qué pregunta tan más idiota, claro que iba a pasar, si no, estaría en otro lado disfrutando de un helado o de la compañía de su hermana. Tomó una profunda respiración y se calmó lo suficiente como para responder de forma civilizada.

- Diego, voy a colgar, pero ni creas que se han salvado de esta, por su culpa perdí el 20% de mi calificación.

No esperó respuesta, simplemente pulsó el ícono rojo y guardó el teléfono.
Sacó el disco de su pesada mochila y dio dos pasos al frente. El turno de la chica que estaba frente a ella había llegado y estaba saludando a los cinco jóvenes músicos. Parecía emocionada, y ellos, alegres. No se le ocurrió qué hacer cuando fuera su turno, sonreír le pareció idiota, pero tener una expresión amargada no le pareció una mejor idea, así que soltó una risa nerviosa.

El tipo con chaleco la miró extrañado, Nara estuvo a punto de soltar una carcajada.

Con una última mirada anhelante, la chica en el estrado bajó con desanimo, su tiempo con los integrantes de la banda en ascenso había concluido.

Nara estaba preparada para los nervios y la emoción que su cerebro le haría sentir, sin embargo, cuando el tipo del personal le hizo una seña, su interior no explotó con alegría y emoción. Fue como si estuviera anestesiada, no pudo sentir más que un vacío.




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