Buscaré tu nombre en las estrellas

CUATRO AÑOS ANTES

El día del primer concierto de Lucino, Nara tuvo que quedarse más tiempo en la universidad debido a que sus compañeros querían terminar de una vez un trabajo de Embriología. Ella quiso negarse, inventó excusas un tanto creíbles y trató de escabullirse; pero nadie se lo permitió. Los cuatro compañeros a los que llamaba amigos la detuvieron en su intento de huida.

– Podemos terminarlo el fin de semana –dijo por tercera vez –. Los sábados no tenemos clases, lo tendremos listo para el lunes.

– Mejor lo terminamos hoy y el fin de semana estamos libres.

El tonto de Juan, como siempre, le llevaba la contraria. De todos, era al único que no consideraba un amigo, era como una piedra en el zapato. Nara puso los ojos en blanco en respuesta a las palabras de su compañero.

– Dame una buena razón para irte y lo hacemos el fin –Caro, una recursadora, le dijo tranquilamente –. Sólo tienes que decir que tienes que te impide quedarte hoy.

Ese era el problema. No quería decirles que se volvía una adolescente hormonal ante la simple mención de Lucino y que tenía un boleto en tercera fila para el concierto de ese día. Le daba vergüenza, esa era la realidad, ella no era el tipo de chica que se volvía loca por una banda, le parecía aceptable el gusto más no la obsesión.

Aparte, ese gusto le parecía algo íntimo, no cualquiera podía saberlo. Era una experiencia que recién vivía y no quería compartirla con nadie porque amaba disfrutarlo en secreto.

No se le ocurrió un buen argumento, todas las ideas se le agotaron en la discusión previa. Lo peor era que los cuatro conocían a su madre, si algún día sus compañeros la volvían a ver (que era lo más probable), le preguntarían y todo se descontrolaría. Sus compañeros sabrían que les había mentido y su madre también sabría que le había mentido. No era conveniente tentar a la suerte, así que accedió a quedarse.

Tardaron tres horas en terminar el borrador del estúpido dibujo que le pidieron en la materia, aunque admitía que la mitad del tiempo se la pasaron contando chismes y perdiendo el tiempo con sus teléfonos móviles. Bien pudieron ahorrarse una hora…o dos.

El concierto estaba programado para las ocho de la noche, apenas estaban por dar las cinco y media, así que le daba tiempo justo de ir a casa de su mejor amiga, cambiarse y tomar rumbo hacia el foro.

Algo le molestaba, más bien le provocaba angustia. Algunas veces le había mentido a su madre para ir a tomar porque la dejaba salir a divertirse casi siempre…pero no si había alcohol de por medio. Sin embargo, nunca había mentido tan gravemente del tipo quedarse a comer y dormir en casa de su mejor amiga cuando en realidad iría a un concierto.

Le daba cierta tranquilidad el saber que nunca antes había sido descubierta en una mentira de gran magnitud, pero siempre hay una primera vez y le daba pánico que fuera esa.

Vamos, Nara, tranquilízate ya. No va a pasar nada, todo estará bien.

Sabía que mentir no era bueno, pero si pedía permiso de ir a un concierto, su madre no la dejaría. Corrección, si pedía permiso de ir al concierto de Lucino, la respuesta sería negativa. Tal vez si fuera otro artista, su madre no se mostraría tan renuente.

Llegó a casa de su mejor amiga en poco menos de media hora, la envidiaba tanto por vivir cerca de la universidad, Isela no iba a la escuela aún, se había tomado un año sabático, pero cuando entrara la tendría fácil en cuanto al trayecto. Nara, generalmente, desperdiciaba hora y media en el trayecto de ida o regreso a su hogar. Detestaba pasar tanto tiempo en el transporte público.

– Tardaste demasiado –fue el saludo de Isela –. Tenemos que salir de aquí en media hora cuando mucho.

– Fue culpa de mis idiotas compañeros –Nara se excusó –. Son tan matados y perfeccionistas, quieren hacer todo desde el primer momento.

Apenas pudo cambiar el pantalón blanco por unos de mezclilla que traía en la mochila y suplantó el par de zapatos blanco por unos cómodos tenis azules. Cepillo superficialmente su cabello, se colocó un par de pendientes plateados en las orejas y salió de la casa de Isela casi corriendo.

Algo que amaba de Isela era su lealtad y gran corazón. Nunca la dejaba sola y si Nara necesitaba algo, ella estaba ahí para apoyar. Aparte, aceptaba ir a cualquier lado, fuera cine, antro o una plática en el parque. Así que cuando Nara le rogó que la acompañara al concierto de Lucino, su amiga aceptó ir con la única condición de que al otro día fueran de compras.

Obviamente aceptó, el ir de compras significaba recorrer el centro comercial de cabo a rabo, probarse mucha ropa y comprar absolutamente nada. Le quitaba tiempo, pero no gastaba un solo centavo, aparte, era justo; Isela tendría que soportar sus chillidos durante el concierto de una banda que no le gustaba.

Llegaron al foro veinte minutos antes de la hora de inicio, le sorprendió que aún estuviera la gente formada, ella creía que serían las últimas en entrar.

– ¿Vendrá por ti tu mamá?

Uh, oh. Ese tema era algo delicado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.