Buscaré tu nombre en las estrellas

TRES MESES ANTES

Aquel día por la tarde, recibió otra llamada esperada. La mejor amiga puta del mundo quería hablar con ella y Nara estaba impaciente por escuchar lo que tenía que decir. ¿Se acordaría de algo? Las lagunas mentales provocadas por alcohol eran el pan de cada día de Isela, pero era inefable que no recordara haber besado a Juan y suponiendo que lo hubiese olvidado, por muy ebria que estuviera, su código de amiga debió haberle advertido sobre besar al novio de su mejor amiga.

Aún sin sentido común, cualquiera lo sabría.

– ¿Bueno?

– ¡Nara! –Isela sonaba un poco sobresaltada –. No creí que contestaras…Mira, hay algo un poco extraño que debo decirte, pero debe ser personalmente, esperaba que pudieras recibirme.

¿Querría hablar sobre la noche anterior? Esperaba que sí, nunca vio a Juan o a Isela salir del club, pero tampoco los buscó. Ni cuando estaba perdida por el alcohol, ni cuando se fue de ahí.

– Hoy estoy desocupada –el reloj marcaba las 6 de la tarde –. Pero no creo que sea buen momento por la hora. Mañana en la mañana estoy libre.

– ¿A las 11 de la mañana?

– Me parece bien.

Y colgó. Muy tarde se dio cuenta de que, si iban a discutir, su casa no era la mejor opción para hacerlo. Todo mundo se enteraría en cuanto los gritos (si es que los había) comenzaran. Quiso llamar de nuevo, pero en cuanto marcaba el número, saltaba a buzón de voz. Tal vez el destino quería que su casa fuera testigo de lo que estuviera por acontecer.

A la mañana siguiente el ardiente sol brindaba un calor tan insoportable como los aullidos agonizantes de su hermana en la bañera. Decía que cantaba, pero más bien berreaba, lo bueno era que nunca se le había ocurrido seguir la profesión de cantante; esa sí sería una fatídica decisión.

Esperó pacientemente a que Isela tocara el timbre de su humilde morada. La noche anterior apenas pudo dormir debido a los múltiples ensayos sobre la conversación que tendrían. Todo comenzaba con un: “Hola Nara, vengo a disculparme, el sábado hice una estupidez que no tiene perdón, pero eres mi mejor amiga y sinceramente, no quiero perderte.” Entonces Nara se ablandaba un poco, pero no dejaba mostrar señales de debilidad. En su lugar, miraba fijamente a Isela mientras le decía que la confianza era lo más valioso en cualquier tipo de relación. Amor, amistad, familiar…no importaba, la confianza era el pilar que los sostenía.

En su conversación imaginaria, Isela asentía a cada palabra que decía y al final pedía perdón de nuevo hasta que Nara la abrazaba y le decía que Juan ya ni era su novio. Tardaría en recuperar la amistad de años que habían forjado, pero con el tiempo todo volvería a ser lo que era.

Y así es cómo manejaba las cosas. Sin gritos ni ofensas, actuaría como una persona civilizada y madura.

Cuando el timbre resonó por toda la casa, Nara se sobresaltó. A pesar de sentirse preparada, un incómodo retortijón nació en su intestino delgado; tuvo que tomar tres profundas respiraciones para recuperarse.

Su madre no estaba en casa debido a una llamada urgente del trabajo, Nara creía que se trataba del misterioso compañero de oficina. Claro, era lunes, pero le habían dado una semana de vacaciones a su madre, ¿por qué le habrían llamado? Era obvio, simplemente no lo habían hecho. Nara no estaba enojada por la relación, estaba enojada por la actitud de su madre. A sus cuarenta y ocho años parecía una quinceañera enamorada despreocupada de las obligaciones que una mujer adulta debe cumplir.

Lo dejó pasar, esperaba algún día conocer al novio de su madre, tal vez no estuviera en los mejores términos con ella (siempre había colisión de opiniones), pero le deseaba felicidad, todos merecían un poco de alegría en sus vidas.

Abrió la puerta de entrada y se quedó en el umbral. Casi sonrió al ver a Isela parada frente a ella, fue la costumbre, siempre que la veía se sentía mejor. Pero no esa vez.

– Hola, ¿en qué puedo ayudarte?

El labio inferior de Isela tembló un poco, pero supo reponerse.

– Ayer hice una estupidez –Isela no sonaba muy arrepentida, pero sí nerviosa ni siquiera la miraba a los ojos –. La realidad es que no recuerdo mucho, el sábado estaba sumamente ebria –remarcó la palabra sumamente –. El punto es que el domingo por la mañana desperté y me encontré en una habitación extraña, la cual resultó ser de Juan, me asusté demasiado y me volví loca, pero me dijo que ustedes dos habían cortado y que ni siquiera había pasado algo entre nosotros. Entonces me calmé y comencé a platicar con él sobre lo que había ocurrido y todo eso. La verdad no sé cómo fue que pasó, pero terminamos fajando y como ya no andas con él no vi ningún inconveniente con ello, digo, somos amigas y todo; pero es un chico lindo.

Nara apenas podía procesar, ¿qué carajo acababa de oír? La maldita de Isela casi se acostaba con su ex novio de un día y venía a su casa a decirle que no veía que hubiese algo malo con ello. Para terminarla de joder, decía que era un chico lindo, como si eso fuera un argumento válido para justificar la putería. Oh, mierda, quería gritar.




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