Buscaré tu nombre en las estrellas

ROSAS SIN ESPINAS

No pudo despegar la mirada del hombre que de alguna forma había despertado en ella sensaciones que jamás experimentó, durante cada segundo de la canción, su atención se centró en él y en la oportunidad que el destino le había brindado. Existía una posibilidad en millones de que un flechazo mutuo ocurriera entre dos personas separadas por un abismo. Sintió el momento exacto en que la estocada del amor penetró su interior, en el momento justo en que sus miradas se encontraron durante el último verso de la canción. “Y unió dos almas no destinadas a encontrarse”, la punzada se abrió paso, cálida y dolorosa a la vez, nació en su cerebro, miles de neurotransmisores provocaban impulsos en sus neuronas, pero esa punzada llegó a su alma en dónde albergó esa chispa masoquista.

La abuela decía que nunca se sabía cuando ni cómo el amor llegaba a la vida, pero acababa de vivir el preciso instante en que la química de su organismo le inclinaba a enamorarse. Llevas poco más de dos semanas de cortar con tu novio de un año y ya piensas que te podrás enamorar. Daba igual, Juan podía follar con cuanta francesa quisiera, incluso con Isela; ella sólo tenía ojos para un tipo con el que había interactuado cinco escasas veces.

Nunca más solos” concluyó con la nota final de Rodrigo, quien rompió su mirada para gritar un sonoro agradecimiento por asistir a la segunda presentación de las tres planeadas. Todo mundo brincó, gritó, lloró; ella gritaba incoherencias al igual que sus dos acompañantes. Externó toda su emoción y felicidad, rio a carcajadas y esperó paciente a que los cinco hombres desaparecieran del escenario.

Valentina la tomó del brazo y la jaló en dirección a la pequeña puerta que conducía a la habitación detrás del escenario. El apretón era un poco fuerte, pero los empujones de las personas lo eran más, si se soltaba, seguramente terminaría en medio del caos.

Los integrantes charlaban y bromeaban entre ellos, el ambiente se sintió relajado y amigable, Rodrigo tomaba agua de una botella mientras Sebastián casi trepaba sobre él. Christian, Isma y Pedro se molestaban entre ellos, lucían como un grupo de amigos que pasaba el rato y disfrutaban la mutua compañía. Qué bonito debía ser triunfar en conjunto con amigos, lograr metas que todos tenían en común y a pesar de cualquier adversidad, permanecer juntos para superarla.

En primer año, ella pensaba en tener amigos, conseguir gente que compartiera objetivos y apoyarse mutuamente para llegar a la cima. Pensaba que los tenía: Juan, Diego, Caro, Isela…Ahora ninguno estaba ahí para hacerle compañía, perdió la amistad de cada uno de ellos y no hizo nada por recuperarla, no le pareció la gran cosa en ese momento y tampoco creyó que fuera a echar en falta su compañía a diario. Pero lo hacía, de Juan extrañaba la amistad, no la época de su relación; las bromas y ocurrencias de Diego generalmente alegraban sus días; Caro le daba consejos sobre apuntes más bonitos y le mostraba cosas interesantes que encontraba en internet (sobre todo los memes). Nada de eso existía ya y si se detenía a reflexionar; lo echaba en falta.

Entonces lo decidió, cuando entrara de nuevo, sería amigable y empática. Nada de bufidos irritados o burlas silenciosas. Estaba lista para cambiar su vida para bien. Empezaría con Diana, no tenía por qué ser mentira eso de querer forjar una relación cercana con ella; después de todo, le agradaba.

Valentina la soltó al fin y sus células pudieron respirar de nuevo. Masajeó su muñeca y vio las manchas rojas desaparecer. Vio a Rodrigo lanzarle el resto de agua que le quedaba a Sebastián y entonces se acercó a él. Las otras chicas la habían dejado atrás para ir a unirse a Isma y los demás.

– Tienen una conexión especial con los instrumentos –Nara resistió las ganas de abrazarlo –. Parecen uno mismo.

– ¡Qué bien te conoce, amigo! –Sebas puso una mano sobre el hombro de Nara –. Has de saber que él y su guitarra llevan cuatro años de romance.

Sebastián, divertido, le guiñó el ojo izquierdo y los dejó solos. Fue todo menos incómodo.

– Espero que te haya gustado nuestra música, no querría que te sintieras fuera de lugar.

– ¡Oh, no! Para nada –Nara hablaba un tanto chillón, pero estaba tan emocionada –. Sus letras son increíbles y es genial escuchar música que no sea electrónica o reggaetón. Son geniales.

Y no mentía. Siempre habían sido geniales, aún con su ira de varios años, admitía que su habilidad era única. Grupos como Lucino no nacían cada año, todo el mundo debía apreciar eso. Hasta en Inglaterra los idolatraban y eso que ni hablaban el mismo idioma.

– Gracias –Rodrigo se acercó a ella –. Por venir y por tus palabras. Nunca había entrado en confianza con alguien tan rápido, pero es algo que me está gustando y que estoy dispuesto a aceptar.

Y la abrazó, se acercó a ella y le dio un corto y cálido abrazo. El hormigueo que la recorrió fue más que bienvenido. Eso fue lo mejor de la noche.




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