Buscaré tu nombre en las estrellas

LA ROSA MÁS HERMOSA

Tomaron el vuelo de las 8 de la noche. Gerardo era el más infeliz con la decisión de Rodrigo y para su mala suerte, nadie dio muestras de estar de acuerdo con su inesperada llegada. No dijeron una palabra en cuanto la vieron acercarse hacia ellos ni expresaron sonido alguno cuando ella murmuró un buenas noches, sin embargo, notó que el aire se volvió denso y las miradas se tornaron recelosas.

Rodrigo estaba sonriente, actuó como si nada pasara y mientras él estuviera a su lado, nada podía hacerla sentir insegura; ni siquiera las miradas de reproche que le lanzaron cuatro personas a la vez.

El joven Sebastián le sonrió fugazmente, Nara apreció el gesto en lo más profundo de su alma. Sebas la trataba bien, con respeto y cordialidad, si no sufriera la presión por parte de sus compañeros de banda, seguramente serían buenos amigos o al menos sería una grata compañía entre tanta gente hostil.

Rodrigo tomó su mano con suavidad y depositó un casto beso en la piel del dorso; juntos empezarían esa nueva etapa.

El vuelo con destino a México no sufrió contratiempo alguno, era la primera vez que Nara viajaba en avión, así que se alegró cuando anunciaron que estaban a punto de aterrizar. Estaba viva, la turbulencia que atravesaron en el camino no la había matado. Rodrigo se la pasó dormido todo el camino, Nara se sintió tentada a despertarlo cada vez que la mole voladora se sacudía con violencia, pero no quiso molestarlo con su cobardía, si estaba cansado, lo dejaría dormir. Después de todo, el día resultó agitado y repleto de sorpresas.

– Sentí rápido el vuelo, ¿tú no? –dijo su novio mientras se espabilaba –. Pudo haber sido peor.

Nara sacudió la cabeza, se le hizo eterno el trayecto. Al ver su expresión de disgusto, Rodrigo rio y besó su mejilla.

– Te encantará mi país, es increíble. Te enamorarás de la comida.

Ella sólo planeaba enamorarse del hombre que la instó a seguir los dictados de su alma y a vivir sin ataduras (si es que no estaba enamorada aún). No lo contradijo, estaba abierta a nuevas posibilidades, si los famosos tacos o el aguado pozole terminaban ganándose su corazón, el único culpable sería Rodrigo.

Bajaron del avión con una calma que amenazó sacarla de quicio, casi gritó a todos que se movieran, lo único que quería era tocar tierra firme y sentirse segura de nuevo, necesitaba que su cabeza dejara de dar vueltas.

Las maletas no tardaron en volver a su poder; la suya fue la primera en aparecer por las bandas; la de Gerardo, la última. Al parecer tenía prisa, pues apenas tomó la enorme maleta azul oscuro, murmuró un: "nos vemos el 8" y desapareció entre la multitud. A Nara ni siquiera le dirigió una mirada. No le importó, aquel hombre que cuatro años atrás le pareció guapo y simpático, podía irse derechito a la mierda; no le agradaba y posiblemente nunca lo haría.

Los siguientes en desaparecer fueron Sebas y Pedro, eran tan unidos que seguramente juntos irían a donde quiera que tuvieran que ir. Sebas se despidió de ella con un gesto de la mano; Pedro, en cambio, chocó los puños con Christian e Isma, pero a ella y a su novio los pasó de largo. Nara puso los ojos en blanco, qué pésima educación. Y pensar que en el segundo espectáculo privado la trató decentemente. Esa gente sí que era extraña.

Caminaron hacia la salida del aeropuerto, se suponía que la madre de Isma iría por ellos para llevarlos a casa. En el trayecto a la entrada principal, Christian simplemente desapareció, se sintió aliviada, pues Gerardo y él eran a los que menos soportaba. Al menos no tendría que aguantar las groserías de Sosa.

Un inquietante nerviosismo nació en Nara al acercarse al automóvil de la tía del hombre a su lado. ¿Les habría avisado a sus familiares de su inesperada visita? ¿Habían escuchado hablar sobre ella? ¿Estarían bien con su estancia? Sabía que Rodrigo vivía únicamente con su padre, pero era cercano a Isma, así que su familia posiblemente también fuera cercana a él.

Tuvo náuseas, de haber seguido en el avión habría vomitado. Se contuvo sólo para parecer fuerte, se prometió a sí misma no mostrar debilidad.

Lo primero que hizo al llegar a la puerta del automóvil fue soltar la respiración que contenía. Su corazón latía a mil por hora, si alguien le tomara la frecuencia cardíaca diría que la taquicardia no era normal. Subió la maleta a la cajuela del vehículo y se preparó para enfrentar lo más difícil.

– Buenas noches –dijo Nara titubeante –. Soy Nara Morales, mucho gusto.




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