Butchery

1. Show para cerdos con dinero.

Nuestras madres y padres han sido esclavos toda su vida y sus hijos nacen para tener el mismo destino. No hablo de siglos pasados, ni siquiera de un pasado cercano. Estoy hablando del hoy en el que todos viven, el aire que respiras ahora lo respiro yo.

Una realidad llena de filtros y maquillaje, muestras lo que quieres mostrar y lo máximo malo que verás serán aquellos molestos granitos que salen a veces.

En el siglo XXI seguimos siendo esclavos, nunca dejaremos de serlo. Lo sé, lo tengo asegurado.

Las niñas canonicamente vistas como atractivas eran prostituidas o compradas eran seleccionadas como trabajadoras sexuales desde los 6 años, vestidas arregladas, y cuidadas para su función de satisfacer sexualmente a degenerados asquerosos con fetiches raros.

Muñecas de trapo para dueños perturbados, marchando sus vestidos y riéndose de su miedo, pero como toda muñeca de trapo sumisa hasta que sus días de vida acabaran. No hablo de chicas de 17 años; todas rondan los 10 o 13 cuando las venden oficialmente, quizás menos, hay quienes las quieren más pequeñas. Mi madre fue esa niña de 10.

Cuando su estado físico se demacró por su embarazo, quizá por sus múltiples marcas que ya no la hacían ver bella y deseable fue trasladada a los trabajos físicos pesados aún estando embarazada.

Un mercado humano para quienes tenían dinero y se lo permitían, más bien para quien quisiera y pudiera.

Vi a mi madre llorar como nunca cuando me llevaron; mi madre porque mi padre no existía, bueno, técnicamente sí pero no tiene hijos cómo nosotros, banales y sucios; sus únicos hijos eran aquellos que el mundo conocía. Dolía como el puto infierno vivir y respirar, era tan pesado.

Igual sabía mi destino, como decirlo... Aquí tienes que asimilar tus únicos posibles destinos, y todos lo habíamos asimilado. Mi madre también debió y lo intentó pero nunca pudo.

A nosotros también nos seleccionan desde pequeños. Uno de los que se ocupaban de los trabajos físicos fue quien ayudó a mi madre durante el proceso. También me enseñó a defenderme de formas más rastreras porque aunque desde pequeños nos seleccionan para ir a matarnos entre nosotros pero aprender cosas antes, tener ciertas posibilidades y que ese show tenga algo de entretenido.

Él me enseñó a defenderme para este momento y era mi hora, pero él murió por una enfermedad no tratada, pudo empezar como una gripe pero mal alimentados, cuidados y sin nunca ir al médico; hasta una gripe podría matarnos y probablemente yo igual moriría, aunque me gustaría que fuera de la forma clásica.

— Llevenlo a desinfectarse y a cambiarse, se ven asquerosos. — Nos trataban como viles animales.

Siendo el entretenimiento de los grandes y por 'grandes' me refiero a líderes poderosos, a veces no solo líderes, también famosos, políticos y grandes empresarios; no a adultos como tal.

Vi a mi madre rogar que no me llevasen y fue tan triste.

Arrastrarte hasta rasgar tu vestido fue inútil, mamá. Sólo gastaste tu voz y tu mirada.

Mi expresión fue casi similar, lloré y aunque sé que verme llorar no los conmoveria acepté el cruel final e intenté hacerme el 'fuerte' ante monstruos que parecían humanos.

Éramos su matadero, sus muñecas, su entretenimiento y el casos peores su alimento o el de sus mascotas.

Tenian ese raro afán de tener animales exóticos; cocodrilos, leones, tigres, panteras, estupideces de ricos con dinero pero sin cerebro.

Nos trasladamos en auto y llegamos al destino, un edificio algo alejados de los demás. Nos limpiaron para llegar aquí.

Entramos. — Vístete, niño. — Ordenaron dejándome en un cuarto totalmente vacío con excepción de un terno de ropa. Mi ropa en general estaba rasgada y rota por todos lados.

— Tengo 14 años. — Respondí. Él solo me golpeó en ese instante y me tiró al suelo.

— Te dije que te vistas no que me respondas. — No pude decir nada. Mi mandíbula dolía y la sangre no mejoraba mi fluidez.

Siempre con sus miradas por encima del hombre. Despreciandonos como si fuéramos algo menos que nada.

Además, no era mi intención morir ahora. Callé por supervivencia pero si gritaba nadie no habría qué me salve.

Empecé a desnudarme con el tipo delante y no se sintió bien. Sus dedos dentro de mi recto, sus manos por mi trasero, abdomen, piernas y pene me producía mucho asco, me sentí asqueado pero no tenía qué hacer. ¿Quién era yo aquí? En el mejor de los casos una hormiga. Dios, era asqueroso, quería llorar de todas las formas posibles pero la única permisible era en silencio. Había escuchado de esto, era común que estos hombres hicieran esto.

Y no podía hacer nada, mi vida sería monitoreada segundo por segundo a partir de salir de aquí y esta era una especie de bienvenida para los niños o adolescentes cómo nosotros. Por otro lado, tenía 14 recién cumplidos.

Realmente moría de miedo. Intenté de muchas maneras mentalizarme para no morir.

Mi vida ahora dependía de monstruos con piel de humanos.

No mentiría, las ganas de gritar y salir corriendo me podían pero eso no sería inteligente de mi parte. Al segundo de hacerlo me matarían como cual vil perro.

Cuando por fin sus dedos se alejaron de mí pude respirar, odiaba esto. Lo odiaba.

Terminé de vestirme y me llevaron a una habitación con varios personaje más. Dos chicas con la entrepiernas ensangrentadas, —probablemente violadas— y un chico de mi edad con la boca llena de lápiz labial rojo embarrado, eso además de la ruptura de su labio inferior. Me daba asco pesar en quien le hizo eso, en la escena y en todo, todo era una pesadilla.

Todos lloramos cuando se nos dejó solos. Yo lloré, una de ellas lloró sonoramente, la otra sollozaba en un hilo de sonido y él solo miraba el piso mientras intentaba lavar su rostro de forma frenética.

Seguido de ello se rió a carcajadas mientras lloraba e intentaba limpiar su rostro con sus manos secas y sucias, ¿estaban... ¿Sucias? Eso era extraño.



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En el texto hay: asesinatos, muerte, violencia

Editado: 20.09.2021

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