Butchery

3. Presas y Depredadores

No se habló mucho al respecto del incidente ocurrido en los baños, no de forma abierta con la excepción de que ahora conocían al chico como el "verga corta" y prácticamente todos los hombres añadiendo a algunas mujeres lo llamaban de esa forma.

Pero eso no era importante.

Ahora mismo estábamos en vestidores. Nos asignaron ternos planeados con antelación y a las mujeres vestidos formales. Como si nos dirigieramos a algún baile formal.

Todos eran distintos visualmente pero la peculiaridad es que llevamos un solo color de pies a cabezas, colores representativos.

Mi color pre-establecido era un rosado pastel y el de el Miguel que no soy yo era un celestes igual en pastel. Solo las corbatas, moños, botones, pequeños de talles que variaban pero de tono y forma.

También nos dieron cepillos para peinarnos e inclusos diversos moños. Él que me acompañó durante el pequeño trayecto sí uso varios su cabello era no muy largo pero si más de lo que debería y usó diversas orquídeas para apartar el cabello de su rostro.

Yo tenía el cabello bastante corto así que ni siquiera opté por peinarme en primer lugar y a cambio de ello ayudé a Miguel con su cabello. - Deberías cortarlo. - Sugerí.

- Sería una pena, me gusta demasiado. - Mencionó mientras acariciaba un mechón con bastante melancolía.

- Podría resultarte desventajaso en caso de toparte con alguien. Podría tomarte del cabello. - Expliqué aquello que a quien consideré un padre me explicó.

Suspiró de forma pesada. - Sí, tienes razón.

- Aunque no tienes por qué hacerlo si no qui- - No dije más al respecto cuando vi pasar tijeras por todo su cabello y luego arreglandolo un con aquella máquina que cortaba el cabellos de forma más fácil.

- Cualquier probabilidad de vivir es buena. - Sonrió y me entregó la máquina para acabar con el trabajo en la parte de atrás. Luego de ello me sonrió y solo comentó: - Ahora somos gemelos, almas gemelas.

Reí ante ello y conversamos hasta que el tiempo acabó.

«Ya es hora» avisaron luego de poco tiempo.

Caminamos hacia una gran sala con una mesa gigante llena de cubiertos y platos. El hambre me ganaba, bueno, a todos, así que nos sentamos pacientemente hasta la hora de comer. Ansiosos, nerviosos y algo cansados, agotados mentalmente. Los niños parecían haber dejado de llorar; lo asimilaron, se acabaron sus lágrimas o acabaron con sus esperanzas.

Aquellas chicas de la habitación que compartimos se sentaron justo a nuestro lado no parecían querer convivir con otras personas y solo hablaban entre ellas. Normal, casi todos hablaban entre ellos con excepción de los niños quienes eran los únicos que terminaban entablando amistad.

Nos ordenaron presentarnos ante todos. Mencionar nuestro nombre, tipo de sangre, número de fuerza, puntería, velocidad, agilidad y muestra capacidad de "pensar lo suficientemente rápido".

Es una especie de alarma para el resto. Para saber de quienes cuidarse o de quienes deshacerse primero pero todo era falso todos mentirían por beneficio. Algunos dirían que no son tan buenos para quitarse del punto de mira de los realmente peligrosos y otros dirán ser bastante buenos para generar miedo en los demás. Lo más optimo era quedarse entre cincos y sietes con máximo un ocho y sí o sí un cuatro.

Lo que pasa es que semanas antes de traernos nos evalúan física y mentalmente, todo lo que mencioné tiene una puntuación que se registra. Lo único que no salía eran nuestras habilidades con algún tipo de arma o el tipo de arma que sabíamos manejar y aquello era beneficioso, nos daban ventaja.

Mi turno llegó. - Miguel, O+, fuerza: 6, puntería: 7, velocidad: 5, agilidad: 4 y capacidad mental: 7. - Esta formalidad es inútil por lo falda que serían algunas de ellas pero objetarme no sería inteligente de mi parte.

- No, yo soy Miguel. - Comentó mirándome directamente a mí haciendo un chiste que hizo reír a unos cuantos. - AB+, fuerza: 7, puntería 5, velocidad: 7, agilidad: 3 y capacidad mental: 5. - Se sentó sin más. Admiraba su capacidad de superar la llegada que le dieron con solo haber llorado una vez y también su capacidad de estar algo relajado durante todo esto al punto se hacer uno que otro chiste. Yo no podía bajar la guardia o relajarme. No habían muchos momentos en los que pudiera reír, ni siquiera de manera fingida.

No había nada extraordinario hasta el momento que una chica alta de quizás 16 años habló. - Pier, AB-, fuerza: 9, puntería: 8, velocidad: 10, agilidad: 9 y capacidad mental: 10. - Parecía bastante confiada al respecto y ni siquiera se digno a mirar a alguien. Solo se levantó mirando fijamente a un punto inexistente en la pared enfrente de ella. Se veía muy antipática y grosera.

Tenía toda la mirada de que nos pulverizaria a todos y no dejaría a nadie vivo. Estaba confiada y concentrada, no parecía tener otro punto en la mira. Daba miedo.

No sé si fue casualidad pero miró a Miguel por unos pocos segundos y no solo a él, miró a varios tanto chicos cómo chicas. No fue solo ella habían cinco en especial que eran mayores y tenían números altos. Habría rezado a dios para que lo que haya visto fuera un vil espejismo del momento pero dios ya nos había abandonado.

Miguel ni siquiera se dio cuenta y yo ya estaba sudando de lo tenso que me dejó la mirada que le dedicó. Si ella no mentía en sus números esto era muy peligrosos -habían muy pocos los que no mentían en sus números- ella parecía ser de esos.

Era alta. En su cuerpo se notaba varios músculos marcados y estaba bastante tonificada. Parecía estar bien alimentada y nutrida. Los demás con suerte comíamos tres veces al día.

Todos se terminaron de presentar sin darme cuenta. Ya estaban comiendo y Miguel fue quien me alertó. Estaba demasiado alterado ahora mismo, los de arriba deben mirarme con diversión. No podía pensar correctamente en esto ahora mismo.

No comprendí porqué entablé una relación amistosa con alguien, eso debería ser una prohibición. Me lo cuestioné un rato.



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En el texto hay: asesinatos, muerte, violencia

Editado: 20.09.2021

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