Cachorra

Capítulo 3

La primera vez que subí a un caballo fue a los 4 años, se trataba de una potranca de Frisón blanca con manchas negras en el lomo, que mi padre había traido desde Reoch. Era hermosa, elegante y de mal temperamento como yo. Cuando mi padre me la regaló, me dijo que toda dama noble debía aprender a montar como si el caballo fuese una extensión de su cuerpo.
Quedé totalmente enamorada de ella en cuanto la ví. La llamé SheorShi, que significaba "flor de nieve" en el idioma de Reoch. En ese tiempo sentía una profunda y casi obsesiva fascinación por ese país y su cultura, tanto que soñaba con visitarlo algún día. No sé exactamente como mi padre supo sobre esta fantasía mía, pero sé que esa fue su forma de decirme que a pesar de sus largas ausencias, siempre pensaba en mí.
Desde ese momento SheorShi se convirtió en mi más grande compañera, todas las mañanas salíamos temprano a entrenar y cuando fue lo suficientemente grande y fuerte, recorríamos toda la finca antes del desayuno. Era fuerte, confiable y rápida como un rayo. Era mi tesoro más grande. La última vez que la vi fue a los 10 años, antes de que mi abuela se la vendiera a un viejo amigo suyo que tenía un criadero de caballos de carreras. Vendimos a mi mejor amiga en el mundo por 50 malditas monedas de oro. Esa noche me la lloré completa hasta que mis lágrimas se volvieron amargas. Pero para bien o para mal la abuela tenía razón, no solo necesitamabamos el dinero nosotras mismas, tampoco teníamos medios para mantenerla. Mi hermosa SheorShi estaba tan flaca y consumida desde que tuvimos que estirar la comida y acortar sus raciones. Esa tarde la abracé tan fuerte, me destruían sus ojos negros y la forma en la que me miraban, con completa confianza, como si creyera desde el fondo de su corazón que yo iba a protegerla siempre y que estos problemas eran solo pasajeros. Cuando el camión se la llevó y supo que no iría con ella, la escuché relinchar y patear la puerta desesperadamente, pero ni ella ni yo podíamos hacer nada. No me arrepiento del todo por que la salvé de las miserias que seguirían.
Mi vida hasta ahora me hizo creer que no volvería a tener la oportunidad de montar un caballo, por lo menos no uno tan magnífico como SheorShi, sin embargo creía que si de casualidad lo conseguía, me sabría desenvolver como la jimete experta que alguna vez fui. Soy una ilusa.
Durante los entrenamientos de la milicia, montar a caballo era una necesidad natural para caballería. Afortunadamente la academia tenía sus propios caballo para la práctica, a mí me tocó un cimarrón mestizo entrenado a fusta, tendría tal vez unos 20 años, era bastante adulto pero funcional, obediente y resistente, pero no muy veloz. Creí que sería pan comido guiarlo, hasta que lo monté. Me costaba mantener el equilibrio y el dominio sobre sus acciones, me sentía una completa novata. ¿Como en tan solo cinco años había perdido la memoria muscular que para mí era tan natural como respirar? Me sentía mortificada, pero ese sentimiento creció cuando vi que Eustace se acercaba a mí con el galope más prepotente y orgulloso que había visto en mi vida, quise que la maldita tierra me tragara con todo y caballo. Él tomó mis riendas y guió mi caballo hasta la salida de la pista de práctica, con una sonrisa dessgradable en el rostro,como si estuviera regodeandose en estar en superioridad de condiciones.
— No lo entiendo, Rao. Parece un caballo manso y tu eres una gran jinete desde que éramos niños ¿Cómo es que no pueded con él?
Maldito hijo de puta, seguramente tenía tan fresca la cantidad de carreras que hemos hecho de niños en las demostraciones ecuestres para nobles. En las ternas infantiles siempre reinaba los primeros puesto, incluso ganado el Stallion de oro. Ardía en llamas al recordar como pocos años después la abuela derritió mi trofeo para venderlo por partes. Una por una fui perdiendo cada una de las cosas que alguna vez fueron importantes para mi. Al principio gendiamos todo rápido y estúpidamente para mantener el estilo de vida, luego las apariencias, hasta nuedtro estado actual en el que ya no nos queda nada para intercambiar por las cosas más escenciales de la vida. Diariamente pienso en como las joyas de mi madre nos hubieran valido años de comida y leña, en vez de pagar ese maldito costoso viaje de nobles a las islas Gallas, los vestidos, el transporte e incluso la entrada a los eventos sociales. No sé exactamente que ganancia pretendía sacar mi abuela de ese viaje, tal vez creyó que podíamos permitirnoslo, yo tampoco la cuestioné, apenas tenía 9 años. Hoy en día me planteo cada gasto con otra visión, cada movimiento, cada palabra. Siempre pienso "que puedo obtener de gastar en esta persona mi tiempo y mis modales" por que ser agradable con quien me genera repulsión es desgastante. ¿Que puedo obtener de el maldito Eustace? ¿Cuál es el valor de no mandarlo directo a la mierda? Tal vez alguno debe haber, estatus, compañía... Alguien de mi lado ante cualquier problema. Me serené por dentro y le quité las riendas de las manos para apenas conseguir avanzar. Tenía la esplada tensa y recta, así como una confiada sonrisa falsa que intentaba ser consiliadora.
— tal vez es por que no estoy acostumbrada, nunca he montado otro caballo que no sea mi yegua.
Eustace pareció considerar y ser complacido por mi mentira. El truco de una buena estafadora es ser encantadora, batir un poco las pestañas, agudizar un poco la voz y buscar la empatía. Y este tipo moría por mostrarme que tan confiable era. Se tomó un momento para recordsr y me sonrió con confianza.
— ¿Tu yegua la blanca? Esa era rápida, aunque no tan bien amaestrada, nunca me dejó montarla.
Y con un demonio jamás dejaría que un diota como este que desenfundaba con tanta liviandad la fusta, se acercara a mi hermosa SheorShi.
— SheorShi siempre fue muy leal, solo me deja montarla a mi.
Miró hacia ambos lados.
— Esa, hace mucho que no la veo ¿Sigue siendo tan rápida? Deberías traerla, seguramente te dejaran tenerla en los establos.
Maldita sea. Ojalá supiera en dónde está. Repasé mis ojos por el nuevo caballo y le acaricié la crin para calmarlo mientras buscaba una escusa.
— debería aprender a dominar otros caballos, no es práctico depender solo de uno. Además... No me gustaría que saliera de la finca, allí tiene su entrenador, su corral y su pista. Sabes que la cuido mucho.
Por lo menos así era, mi SheorShi tenía su mundo perfecto en las hectáreas que rodeaban la mansión. Nunca la había visto mal, ni siquiera cuando el herrero le colocó mal las herraduras como venganza por los meses que le debíamos de paga. Para arreglarle esas terribles molestias que casi le cuestan una pata, tuve que dar más de lo que he dado por nada en la vida. Tanto que a veces lo recuerdo un poco con furia o un poco con dolor, pero nunca me he arrepentido. Ella esperaba por mí tan obediente y espectantes, incluso pareció comprenderme y de alguna forma consolarme dursnte el camino de vuelta a casa.
Eustace me miró extrañado y volvió a quitarme las riendas de la mano por que avanzaba demasiado lento y me dijo algo con la voz más irritante que escuché en mi vida.
— es solo un caballo.
¡¿Es solo un caballo?! Él es un madito pedazo de basura de mierda y yo no se lo digo por mucho que quiera hacerlo. sheorShi incluso en los momentos en los que mi padre estaba vivo, siempre fue un tesoro, mi mejor amiga, casi una parte de mi. Creo que del odio ni siquiera me fue posible mantener mi usual rostro imperturbable.
— es mucho más que un caballo. Mi padre me la regaló... Es invaluable para mí.
Ante su asombro, le quité las riendas por última vez y galopé tan rápido como pude para alejarme de él y poder por fin desmontar. Mientras corría en mi furia, caí en cuenta de que mi postura era natural y mis viejas habilidades oxidadas habían salido a flote en un momento de inconsciencia. Tal vez necesitaba pensar menos y confisr en la memoria de mi cuerpo. Tal vez solo estaba un poco empolvada y necesitaba refrescarme la memoria. Ya no tenía a SheorShi, pero estaba segura que a partir de hoy podría escabullirme poco antes del desayuno para cabalgar y darle la vuelta a los terrenos de la academia. Necesitaría ser la mejor jinete otra vez lo más pronto posible si deseaba llamar la atención de posiboes pretendientes.
Esa noche me encontraba boca arriba sin poder pegar un ojo, moría de emoción por volver a cabalgar, sentir el viento en el cabello y por un segundo acercarme lo más posible a volar. Di vueltas y me enredé entre las sábanas. Mi vista se fijó por tal vez una hora en lo bella que era la luna llena, cuando un ruido de galope y ruedas llamaron mi atención. Me acerqué a la ventana y vi aparcando frente a la puerta principal, un carruaje elegante como ningún otro. Por el escudo pintado en sus puertas solo podía tratarse de un miembro de la familia real. Aunque no tenía sentido, los príncipes no asistían a la academia, tenían los mejores tutores a su disposición y jamás se codeaban con la nobleza. Solo en eventos sociales en el palacio,solo bajo sus propias reglas.
Del carruje descendieron dos criadas que ayudaron a descargar las maletas atadas en la parte superior del carruaje, eran munejer eficientes que descargaron rápida y coordinadamente como si lo hubieran practicado. Y finalmente abandonó la oscuridad una mujer misteriosa que cubría su cara con una capucha y se movía como si estuviera huyendo de algo. Me acerqué más a la ventana y pude distinguir un largo y lacio mechón de cabello plateado que se escapaba de su control. Pronto fue resguardado dentro de la capucha por unas delicadas manos pálidas. Mi corazón se detuvo, yo conocía ese cabello, lo conocía muy bien, pero no era posible, el rey jamás la dejaba salir del castillo, mucho menos permitiría que estudiara en la academia o que se hospedara en los dormitorios. No había forma de que fuera ella.
Los sirvientes se apuraron a entrar las maletas, y la figura dudosa de esa mujer se perdió entre las columnas. Cuando el carruaje emprendió su camino de vuelta, me pareció que todo había sido una invención de mi imaginación. Ya la idea de salir a montar no me parecía tan exitante como la llegada nocturna. Me acurruqué en la cama y cerré los ojos intentando no pensar, pero mi cabeza hizo justo lo contrario. Recuerdos comenzaron a amontonarse, había uno en particular que se repitió lentamente, haciendo hincapié en cada detalle. Era pequeña, solo eso sé. Descansaba sobre un mantel en la hierba de mi finca, bebía el té de jazmín que el Rey nos había regalado, mientras ella a mi lado, arrancaba flores silvestres. Sé que era ella, podría reconocer ese cabello largo que se posaba sobre mis brazos o mi vestido cuando una brisa de viento soplaba demasisdo fuerte. Ella juntó las flores entre sus manos y me mostro como imprimía energía en ellas, como brillaban entre luces de colores antes de girar por si solas. Las flores flotaron hasta enrredarse en mi cabello y formar una larga trenza. Recuerdo que me pareció lo más increible del mundo, también recuerodo perfectamente el sonido de su tintineante risa y como se llevó un dedo sobre los labios y me dijo en un susurro "es nuestro secreto".
El por qué ella quería que su magia temprana fuera un secreto, no lo entendía. Para conseguir ese pequeño encantamiento se requería entrenamiento, nadie era simplemente capaz de conseguirlo a voluntad, nadie salvo ella. Ese talento mágico sería una fuente de orgullo para el reino o de esa manera lo veía yo, que en su lugar estaría más que feliz de correr por toda la finca haciendo flotar objetos. ¿Entonces por qué?¿Por qué un secreto?
Me quedé buena parte de la noche y la mañana intentando pensar en un motivo. En todos estos años jamás había escuchado ni un solo rumor sobre sus increibles poderes. No había una niña prodigio que consiguiera hacer levitar la torre del reloj o que sorprendiera a la nobleza con increibles movimientos. Completo silencio, por lo que sospechaba que incluso ahora seguía siendo nuestro secreto. Sé bien que ella nunca fue especialmente cercana a su padre como para querer contarle, de hecho se aferraba a mi y lloraba para quedarse a dormir... Pero él jamas le daba permiso. Recuerdo que ella intentaba extender su visita lo más posible mientras su padre arrogantemente parecía impaciente por volver. De hecho nunca me gustó su padre, era un hombre con una mirada horrible y cruel, pero era un viejo amigo del mío y yo intentaba respetar eso. Tenía unas formas muy extrañas de relacionarse con las personas y haciendo memoria tenía una forma de verme que me causaba repulsión.
Pensando en estas cosas, me pasé todo el entrenamiento con arco y flecha herrando a mi objetivo, pero es que había tantas cosas que nunca me detuve a meditar. Creo que antes era simplemente demasiado pequeña para encajar las piezas y luego... Bueno, digamos que hace años no tengo el tiempo o la energía para pensar en cosas que no fueran el ahora. Tal vez mi mente fue tomada por juntar leña para acumular para el invierno, arreglar las goteras del techo, recoger agua del aljibe, conseguir ropa para remendar en la feria salada, recolectar algo de comida en el bosque, robarle a algún idiota pervertido sus monedas luego de prometerle sexo en un callejón y desmayarlo de un golpe en la cabeza... Entre otras cosas. Siempre había una urgencia, si no era algún remedio para la abuela, era alguna otra tarea u otra cosa y así hasta caer dormida, luego dedpertaba y el día volvía a comenzar con miles de cosas por hacer y solo dos manos para hacerlas. Todo siempre terminaba recayendo en mí. Pero ahora que ya no estaba en casa con la abuela me sentía libre, es como si fuera yo misma otra vez, la verdadera. No la rata que corre de la policía o la que se conforma con una sopa de "todo lo que puedas encontrar en el huerto y los árboles aledaños". Una vez sin querer tragué una sopa de flores aromática, tuve vómitos y náuseas todo el día. Comer de verdad, bañarse de verdad, tener tiempo de verdad, no creo que sean cosas que la gente valore, yo sé que no lo hacía hasta que las perdí. Nadie debería vivir así, es el infierno. Me adapté como pude a esta vida y siendo sincera no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí... conforme. No quiero volver, haría lo que fuera por no tener que volver a esa finca nunca más. Pero debo hacerlo, debo volver a mi maldita realidad este fin de semana y el siguiente y el siguiente, y así sucesivamente y poner las cosa sobre mis hombros una y otra vez. Veo a los demás alumnos quejándose de todo, queriendo volver a sus casas, a no tener que estudiar y extrañando sus vacaciones. Los veo ir y venir sin que ellos sepan que estas son mis vacaciones, que este es mi descanso de ser quien soy y que por un rato puedo ser o fingir lo que alguna vez fui.
Por una vez no me importó el hambre, no fui al salón comedor por que no tenía gana de encontrarme con los tres ineptos de siempre que tanto amaban clavar sus garras sobre mí y hablarme sin pausa de lo miserables que eran por tener unas malditas vidas perfectas. A contarme sus problemas o sus deseos, como si eso me importara. No podía evitar sentir asco y repudio en cada extremo de mi cuerpo.
Me dirigí directamente a la clase de hechicería, especificamente al invernadero para mi lección de botánica. No había nadie, solo yo y las plantas, ni siquiera la profesora había llegado y me pareció tan aliviador. Me calmé, era justo lo que necesitaba. Solo me senté en el suelo y saqué de mi morral mi cuaderno y la pluma, alistar mis cosas me relajaba, me hacía sentir en control y no como una maldita farsa que estaba a punto de explotarme en la cara... Cuando escuché su voz, la suya y solo la suya.
— ¿Raona?
Tragué saliva y me di vuenta para verla, saber que mis oídos no me estaban engañando. Ella estaba justo frente a mí, era mucho más grande que en mis recuerdos, por supuesto, pero aún así podía reconocerla perfectamente. Ahora era una hermosa doncella como siempre supe que sería. Cabello largo, abundante, lacio y plateado como hilos de seda, piel sonrosada, labios pálidos en una sonrisa firme y los ojos de un profundo e inconfundible rosado, prueba irrefutable de la sangre maldita que corría por sus venas. En el pasado ella fue la única persona a quien llegué a considerar mi amiga, solo ella, la mujer más hermosay elegante que pisó el planeta, la primera y única princesa del reino, Ophelie Breizhlander.



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En el texto hay: fantasia de amor

Editado: 12.12.2024

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