El ala este del castillo se alzaba ante nosotros, sus antiguas piedras susurraban secretos de épocas pasadas. Los ojos grises de Sansón reflejaron la luz de la tarde cuando se encontraron con los míos, con una suave calidez en su mirada.
—Lidia, Danika —comenzó, la cadencia de su voz armonizaba con el susurro de las hojas que nos rodeaban—, mi hermano ha decidido concedernos una casa en esta ala. Es nuestra para llamarla hogar.
Podía sentir la mano de Lidia apretarse alrededor de la mía, su emoción apenas contenida como un cachorro al borde de su primera cacería. Pero mi propio corazón latía con fuerza por una razón diferente. La noticia fue bienvenida, pero había verdades que aún no había revelado.
—Dale las gracias a tu hermano. —mencionó Lidia, esbozando una sonrisa que no llegó a su ojos.
—Hay algo que necesito preguntar. —hable—. ¿Estaría bien si trajera a una amiga y a tres niños para que se quedaran con nosotros?
Su respuesta llegó sin dudarlo, un testimonio de su naturaleza bondadosa. —Por supuesto, Danika. Tus invitados siempre serán bienvenidos aquí.
Asintiendo, sentí una punzada de culpa por la omisión. Estos no eran niños cualquiera; Eran mi mundo, mis cachorros, pero revelar su existencia ahora me parecía demasiado peligroso. No hasta que Lidia estuviera casada, no quería que mi pasado la perjudicara.
—Gracias, Sansón. Eso significa más de lo que crees —murmuré antes de escabullirme, dejándolos a él y a Lidia para que se familiarizaran con la idea de su futuro juntos.
Una vez fuera de la habitación, me apoyé contra la superficie fría y áspera de la puerta, presionando una oreja contra la madera. Los murmullos de su conversación se filtraron, apagados pero tranquilizadores.
Contuve la respiración y escuché cómo la voz de Lidia, suave pero firme, atravesaba la puerta. —Sansón —dijo, con un toque de vulnerabilidad en su tono—, espero que nuestro matrimonio pueda ser más que una simple alianza. Tal vez... ¿tal vez el amor pueda crecer entre nosotros?
Mis ojos se cerraron brevemente. Esa era Lidia: siempre el corazón esperanzado, siempre viendo la luz donde otros veían sombras.
Hubo una pausa, y luego Sansón respondió, su voz baja y sorprendentemente suave para alguien que podía comandar a los lobos. —Ámbar, creo en darle una oportunidad a todo, incluso al amor. Veamos adónde nos llevan nuestros caminos.
—Sansón, sé que nuestra unión es por deber y no por el destino o mucho mejor por amor, pero estoy dispuesta a que funcione nuestro matrimonio.
—No es nuestra culpa, pero como hijos de alfas en ocasiones tenemos que hacer cosas de las cuales no estamos conformes. No sé si surja el amor, pero al menos te prometo protegerte y que tus días a mi lado sean felices.
Sentí un gran alivio al escucharlos, quizá este matrimonio no era del todo un error. Confiarle a Lidia a Sansón fue fácil; era el resto del mundo el que me tenía constantemente mirando por encima del hombro.
Mientras sus voces se mezclaban en una melodía de esperanza vacilante, me permití un momento de respiro.
No pude evitar la pequeña sonrisa que apareció en mis labios. Danika Velkan, lo has hecho bien con tu hermana, pensé. Con un último asentimiento ante sus continuos murmullos, me aparté de la pared y caminé por el pasillo, con mis botas silenciosas sobre el suelo de piedra. Había llegado el momento de compartir las buenas noticias con April.
Tomé mi teléfono y marqué el número de mi amiga.
—April —dije por teléfono momentos después, mi voz con una mezcla de emoción y alivio. —Tengo una buena noticia.
(...)
Sentía el corazón en la garganta, la espera era cada vez más larga.
—Pronto estarán aquí. —Lidia puso su mano sobre mi hombro para reconfortarme.
Cuando llegaron, mi corazón se hinchó al ver a mis tres pequeños. Aaron, Nova y Wolf salieron del auto, cada uno como un torbellino de energía y rizos indómitos.
—¡Mamá! —Nova se lanzó a mis brazos y casi me derriba. Wolf se quedó atrás, con la nariz ya enterrada en un libro que había traído. Ese niño podría encontrar historias en un páramo árido.
Aaron, el mayor, me miró con complicidad, como si tuviera secretos bordados en su sonrisa traviesa. —Conozco este lugar —dijo casualmente.
—¿Es eso así? —Levanté una ceja y me volví hacia April en busca de respuestas.
—¿Recuerdas cuando Aaron desapareció durante dos días? —Comenzó April, su expresión era una mezcla de diversión nostálgica y vieja preocupación.
—Es una historia que no me han terminado de contar. —respondí, el recuerdo afilado como espinas.
—El rey lo encontró, se metió a tu auto y terminó en el castillo, —continuó—. Mantuvo a Aaron a salvo, le mostró el castillo.
—Si, es mi amigo. —intervino Aaron.
—Amigo del Rey, ¿eh? —Intenté mantener mi tono ligero, aunque mi mente se aceleró. ¿Amigo de Noha? no me imaginaba que mi hijo tuviera una amistad con un hombre tan frío como lo era el rey. ¿Qué otros secretos se esconden detrás de los ojos esmeralda de mi hijo?
—¡Sí! —Aaron sonrió —Él es realmente agradable."
—¿Puedo montar a caballo aquí? ¿Por favor? —suplicó Lidia, una niña valiente y atrevida, su pasatiempo favorito era montar, aunque ella no había montado un caballo real, en la granja solo teníamos asnos.
—Tal vez —me reí, revolviendo su cabello, que era del color de las hojas de otoño—. Pero no hasta que nos instalemos.
—Quiero conocer la biblioteca, he leído que en el castillo se encuentra la más grande del reino y tiene libros grandiosos.
—Tranquilos mis pequeños, nuestra estadía es corta, no quiero que se hagan ilusiones, pero les prometo que aprovecharemos el tiempo en el castillo. Así que como primera regla —dije con firmeza, llevándolos hacia nuestro nuevo hogar—. Manténgase alejado del castillo principal a menos que los inviten, ¿entienden?
—Entendido, mamá —dijeron a coro, pero sus ojos brillaron con la promesa de aventura.
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Editado: 13.05.2025