El agua goteaba de nuestro cabello y ropa mientras caminábamos de regreso a través de los densos bosques, el olor a pino y tierra mojada se mezclaba con el nuestro. Mis trillizos trotaban a mi lado, con sus rostros jóvenes sonrojados por el baño de la tarde en el lago escondido, un lugar que se había convertido en nuestro santuario en medio del caos de la vida de la manada.
—Mamá, ¿podemos volver a hacer eso mañana? —La voz de Aaron, vivaz y esperanzada, atravesó el aire cada vez más espeso.
—Tal vez, amor —respondí, apretando su mano suavemente—. Pero vayamos a casa y sequémonos primero.
A medida que nos acercábamos a la mansión, la imponente estructura que mi padre una vez había gobernado con compasión y fuerza, sentí la familiar sensación de inquietud en mi estómago. La puerta se alzaba delante, y frente a ella, como un centinela, estaba Sophia, con una postura rígida y una mirada lo suficientemente aguda como para hacerle sangrar.
—Danika —gritó, su voz mezclada con un tono que me prendió fuego a los nervios—. Un momento, por así decirlo.
Asentí a mis hijos, indicándoles que entraran, pero ellos dudaron, sintiendo la tensión. Respiré hondo y me enfrenté a Sophia, mi madrastra, que nos observaba con calculado desapego.
—¿Podemos hacer esto en otro momento, Sophia? —Pregunté, mi tono cauteloso.
—Desafortunadamente, esto no puede esperar —respondió secamente—. Sin Finn, no te quedan vínculos aquí. ¿No es hora de que regreses a tu propia manada?
Sus palabras dolieron, pero sostuve su mirada, negándome a mostrar el dolor. Ella siempre fue así y no dudaba que días antes se mostrara amable, antes que mi padre falleciera. Pero ella tenía razón, no tenía nada que hacer en este sitio, mi padre había fallecido y mis hermanas, ellas estaban bien.
—¿Mamá? —La pequeña voz de Aaron rompió el enfrentamiento y miré hacia abajo para verlo mirando a Sophia—. Abuela, ¿por qué estás siendo mala?
Los labios de Sophia se torcieron en una apariencia de sonrisa, pero sus ojos permanecieron fríos como la piedra. —No soy tu abuela, niño, y nunca lo seré.
El rechazo fue como un golpe físico y vi que la confusión nublaba el rostro de Aaron. La ira surgió dentro de mí, feroz y protectora. —Ya es suficiente, Sophia —espeté—. Podemos compartir esta casa por ahora, pero no te equivoques, planeo llevarme a mis hijos e irme lo antes posible. No necesitamos tu veneno.
—Muy bien —dijo, su voz suave como la seda, pero llena de veneno—. Pero recuerda esto, Danika: la manada está mejor sin tu desafío. Ya es hora de que aceptes tu lugar fuera de nuestras filas.
—Vamos, niños —dije con firmeza, alejándome de Sophia y guiando a mis pequeños al calor del vestíbulo—. Busquemos algunas toallas y sequemos a los tres.
Mientras nos alejábamos, pude sentir la mirada de Sophia en mi espalda, tan penetrante y peligrosa como cualquier amenaza. Pero mi atención se centraba en el futuro, un futuro en el que mis hijos y yo estaríamos libres de su control manipulador. Un futuro en el que encontraríamos la paz, sin importar lo lejos que tuviéramos que recorrer para alcanzarla.
Sabía que habían escuchado cada palabra que Sophia nos escupió, cada frío desprecio que pretendía herir profundamente.
Llevé a los niños de prisa hacia su habitación para cambiarles de ropa.
—Lamento que hayas tenido que escuchar eso. Volveremos a casa pronto, ¿de acuerdo?"
La tenue luz del pasillo atrapó sus ojos muy abiertos y expectantes, reflejando una mezcla de emociones. La mandíbula de Nova se apretó, sus rasgos juveniles reflejaban mi propia terquedad. El ceño de Aaron se hizo más profundo y sus pequeñas manos se cerraron en puños a los costados.
—¡No queremos ir! —Nova se desdibujó, su voz temblaba de desafío.
—Mamá, ¿no podemos simplemente quedarnos aquí? ¿Por qué tenemos que irnos? —añadió Aaron, sus palabras salieron corriendo como los rápidos en los que habíamos jugado.
Me arrodillé para poder mirarlos a los ojos, su cabello húmedo me hacía cosquillas en las mejillas mientras me acercaba. —Porque este ya no es nuestro lugar —le expliqué, aunque me dolía decirlo—. Nuestra casa ahora está con Liam. Y... cuando lleguemos allí, me casaré con él.
Nova retrocedió como si la hubieran golpeado, sus ojos verdes brillaban con una ira que parecía demasiado grande para su joven estructura. —¡No! ¡No puedes casarte con otra persona! ¡Perteneces a papá!
Aaron estuvo de acuerdo vigorosamente, con sus propios ojos llenos de lágrimas no derramadas.
—Chicos —traté de calmarlos, extendiendo la mano para envolver sus pequeñas manos en las mías. Pero se alejaron bruscamente y su rechazo hirió más que el veneno de Sophia.
—Esto está mal, mamá —dijo Aaron, con la voz quebrada. Con una mirada que parecía muy superior a su edad, giró sobre sus talones y se fue furioso, con Nova pisándole los talones.
—Esperen, por favor… —Mi súplica murió en mis labios cuando desaparecieron en el pasillo
Una pequeña mano encontró la mía y miré hacia abajo para encontrar a Wolf mirándome con expresión seria y comprensiva. En sus ojos, no había nada del resentimiento o rebelión que había provocado en los de sus hermanos. Me apretó la mano, una muestra silenciosa de solidaridad que llenó el espacio vacío que habían dejado su hermano y su hermana.
—Mamá, está bien —dijo Wolf, con voz firme y segura—. Confío en ti. Si casarte con Liam te hará feliz, entonces yo también lo seré.
Su simple aceptación fue un bálsamo para mis nervios. Lo abracé, agradecida por su fuerza silenciosa.
(...)
Dos horas habían pasado desde que empecé a buscar a Aaron y Nova. El pánico se apoderaba de mí con cada minuto que transcurría sin encontrarlos. Salieron enojados de la casa por mi matrimonio con Liam. Sentía el peso del miedo aplastándome el pecho mientras buscaba frenéticamente por todos lados.
—¡Aaron! ¡Nova! —grité, esperando escuchar sus voces respondiendo desde algún rincón del bosque, pero todo lo que recibí a cambio fue el silencio.
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Editado: 13.05.2025