Cada Latido De Mi Corazón.

Capítulo 5: Antonio.

Al entrar, mi mirada choca con la de alguien que no conozco. Su semblante se torna sorpresivo al verme y deja de prestarle atención a las palabras de su compañera. Sus ojos de un color azul oscuro se encuentran con los míos que son sólo café claro; los de él los siento tan familiares, pero, ¿cómo puede ser si ni siquiera lo conozco?

Su mirada es intensa y penetrante. Un leve cosquilleo provocado por él se acentúa en mi vientre, y es que sus ojos no se apartan de los míos. Me está haciendo sentir incómoda, tal vez, ¿nerviosa? Mi respiración se detiene por unos instantes. Siento como si quisiera ver a través de mí.

Volteo hacia Raquel, que viene a darme un abrazo y así, por fin, vuelvo a respirar al perder el contacto visual con él.

— Bueno, chicos y chicas... —dice Adela llamando la atención de todos—. Aquí llegó nuestra siempre impuntual April. —Todos ríen y me saludan; yo sonrió porque siempre llego cuando ya han llegado todos—. April, te presento a los cuatro nuevos integrantes que nos acompañarán el día de hoy. Ella es Doroty y es editora —hace una pausa mientras la efusiva de Doroty me da un abrazo besándome en ambas mejillas; es muy alegre por lo que se ve, y yo le devuelvo el saludo para luego prestar atención a Adela—. Ella es Carla y es guionista, él es Mateo, ilustrador... —Así, me presenta a los nuevos integrantes. Yo los voy saludando, asintiendo con la cabeza porque ellos no son tan espontáneos como Doroty. Ellos son más serios.

Cuando veo que es hora de que me presente al de mirada azul oscura y penetrante, mis nervios comienzan a florecer. Su cercanía hace que el cosquilleo sólo se expanda en todo mi cuerpo; un pequeño temblorcillo se instala en mis piernas.

<<No puedo comprender por qué me siento así, esto no es normal>>.

— Por último, y como ya lo presenté a los demás... —hace una pausa y sonríe mientras se acerca a él— Él es Antonio, un alma libre que ama su profesión, mi amado hijo...

— ¿El escritor? —sale de mis labios esa pregunta, sorprendiéndome.

— Sí, ese soy yo. —Se levanta con agilidad del asiento en donde se encontraba sentado observando cada uno de mis movimientos.

Se dirige hacia mí con pasos dolorosamente lentos y con una sonrisa instalada en sus labios <<apetecibles labios>>. ¿Pero qué estoy pensando? Me golpeo mentalmente. Acabo de terminar una relación de años y este hombre salido de alguna revista de pecado, viene y me hace sentir y pensar en sus <<apetecibles labios>>

— April, ¿cierto? —Cuando está a mi lado, toma mi mano y la besa. Siento mis piernas debilitarse y juro que por un instante mis rodillas casi ceden por completo. Entonces me murmura al oído-. Es un verdadero placer, April.

—Bueno... Eh... Lo mismo digo, Antonio. —Me recompongo a duras penas de ese pecaminoso contacto que casi me ha hecho caer de rodillas. <<¡Rayos! ¿Por qué me puse tan nerviosa? Será por esos hermosos ojazos azules oscuros hechiceros, que ahora que veo de cerca, están rodeados por unas largas y oscuras pestañas. ¡Mi Dios, me voy a desmayar! ¿Qué me está pasando?>>.

Aparto mi mirada de la suya. Me es imposible no percibir el exquisito olor a limpio y amaderado que desprende su cuerpo e inundan mis sentidos. Alejo mi mano con delicadeza de las de él, cosa que no quiere hacer, pero yo insisto, y devolviéndole la sonrisa, me voy a sentar al lado de Luz. Él me mira y sonríe moviendo la cabeza. <<¿Cómo puede este hombre tener tal efecto en mí?>>. Sigo sin comprender.

~~~

¡La primera hora fue un infierno de nervios! Él no dejaba de mirarme, y cuando se paraba a hablar de sus libros publicados y de la poesía que lo apasiona, lo hacía con tal vehemencia que yo sentía con cada partícula de mí ser sus palabras. ¡Definitivamente él es un hechicero!

Entonces llega el momento que más amo, pararme y recitar o leer algún poema que se nos viniera a la cabeza, o simplemente, lo que quisiéramos expresar o compartir con los demás.

Todos lo hicieron y como yo fui la última en llegar, me tocó al final. Estaba extasiada con las palabras que salían de la boca de cada uno de los del grupo, pero sobre todo con las de él. Si sus ojos eran hechiceros, ¡sus palabras eran éxtasis puro! Parecía que tenía un don para hacer que me perdiera en ellas, olvidándome de todo.

Cuando llegó mi turno, me paré, di un largo suspiro y recordé lo que me había pasado el día anterior. Cerré los ojos y comencé.

 

 

 

 

 

 

 

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