Cada Segundo Cuenta

CAPÍTULO SEIS

Capítulo seis.

Esto solo me tiene que pasar a mi, yo que en mis cortos dieciséis años me enredo con situaciones incómodas y para nada deseadas.

Siempre he tenido todo perfectamente estructurado y ordenado, excepto en las vacaciones porque en fin, son vacaciones. Pero con poner prioridad a mis estudios, mi familia y mis gustos en el arte, he sido muy feliz, y creo que me lo merezco ser después de todo lo que me pasó. Pero dicen, que a veces la vida te da sorpresas, ya sean buenas o malas y allí es el momento de encontrar la forma de actuar, además, es señal de supervivencia.

Siempre vi la vida de una manera simple y sin complicaciones. Quizás sean las enseñanzas que me dió mi padre; a ver el mundo con sus hermosos colores y observar la belleza que se encontraba cuando no existía caos.

Y aquí estoy yo, sentada en el asiento trasero del auto de aquel susodicho que no deja de verme por el espejo retrovisor. Qué molesto. Hago un rápido repaso dentro del auto y se ve completamente limpio y ordenado, tiene un aroma a colonia masculino y menta, algo que me sorprende.

Liz esta comentando algo acerca de la «aburrida canción» que sale de la radio y le pedía al pelinegro que la dejase poner otra canción desde su teléfono. Él aceptó y mi amiga alzó las manos en forma de victoria mientras le agradecía. Eso me hizo sonreír porque volvió a ser ella misma, alegre y divertida, con un bonito brillo en sus ojos.

Mantengo mi vista sobre el camino que avanzamos, mirando pasar las casas y eso me marea un poco. Cierro los ojos y siento mi cuerpo cansado, no dormir bien la noche anterior me está pasando factura.

—Josh cuéntanos... — la voz de Liz distrae mis pensamientos, así que presto atención a lo que va a decir —¿En qué año vas?

—Me queda un año — dice él, mantiene la vista en el camino y conduce con una confianza que es admirable.

Así que está en el mismo grado que yo, eso si no me lo esperaba. Por lo menos suponía que este era su último año ya que parece mayor, aunque también cabía la posibilidad de que perdió un año. Eso nunca lo sabré, pero de seguro que Liz si.

—¡Vaya! Eso es una gran casualidad, nosotras igual, ¿no Alicia? — su tono de malicia no pasa desapercibido por mi.

Aún dudosa, respondo.

—Si.

La música empezó a sonar y mi mirada se enfocó en mi amiga quien se volteó de su asiento y me regaló una sonrisa. Le devolví el mismo acto con un mensaje de, todo va a estar bien.

El camino hasta la casa de Liz no es lejos y tan solo quince minutos de camino, llegamos a su casa. Ella se quita el cinturón de seguridad y yo procedo a imitar su acción pero me detiene.

—Tranquila, iré sola —dice, intento negarme para acompañarla pero ella habla de nuevo, — no voy a demorar, quédate aquí.

Y con eso se aleja, la observo incrédula desde la ventana abrir su puerta y antes de entrar se gira y me guiña un ojo. Qué graciosa.

Relamo mis labios, dejándome caer de espaldas en el respaldo del asiento y echo mi cabeza hacia atrás, rogando internamente por algo de paz en este momento. Claro que eso no hubo.

—¿Todo bien?

Abrí los ojos y bufé. Necesito ir a casa pronto, me siento muy cansada por la falta de sueño. Soltando un gran suspiro en rendición, mis ojos se encuentran con los suyos por el retrovisor. Aquellos ojos negros que; en parte me causan mucha intriga, me miran de una manera distinta, como si... ¿se preocupara por mi?

—Por supuesto, —miento —¿Por qué no lo estaría?

—¿Por qué te caigo mal? — su pregunta realmente me toma por sorpresa. Aunque ignoró la mía, pienso en una respuesta adecuada para darle.

—Nunca te dije que me cayeras mal.

—Pero tampoco nunca lo negaste, además, cada que nos encontramos buscas la manera de desaparecer lo más rápido. Claramente me evitas y no entiendo el motivo.

Sus ojos me observan de una manera intensa, acusatoria. Puedo sentir el calor que se van directo a mis mejillas y rompo el contacto visual.

—No tengo que darte explicaciones de nada.

Escucho una fuerte exhalación y mi cuerpo se tensa cuando escucho el sonido del cinturón seguridad ser quitado. Mis ojos curiosos de saber qué pasa, dan una mirada rápida donde fue el sonido. Me topo otra vez con sus ojos que ahora están viéndome fijamente. Eso me hace fruncir el ceño y enfrentarlo.

—Deja de mirarme.

—¿Por qué? —pregunta.

—Porque no me gusta.

Eso hizo que él sonría de lado aún sin quitar sus ojos de mi, tiene una mirada como si se hubiera acordado de algo. Esto me está incomodando y poniéndome nerviosa.

—No es culpa mía.

Y entonces, mi cerebro hizo click. La familiaridad con la que dijo esas palabras, no pasaron desapercibidos, tuvo sentido en ese momento y se confirmó aún más, cuando Josh me dió un guiño. Negué con la cabeza porque aunque eso me trajo el mal recuerdo de la vez que lo conocí, sus ojos denotaban diversión y esa sonrisa ladina no desaparecía. Sonreí.

—Eres un tonto.

Dió una ligera risa volteando a mirar por la ventana y luego volvió a posar sus ojos sobre los míos.

—Lo logré.

—¿Qué cosa?

—Hacerte sonreír.

Tragué saliva, las manos me empezaban a sudar, volteé a mirar por la ventana para ver si Liz ya salía. ¿Por qué se estaba demorando tanto?

—¿Podemos ser amigos?

Eso de inmediato llamó mi atención, lo volvió surreal porque nadie me había preguntado eso antes. Mi fuerte no era socializar, siempre he sido una chica reservada y tímida. No sabía que responder, mordí mi labio mientras analizaba todo.

—No estoy segura de que eso sea buena idea.

Su incredulidad se hizo muy notable cuando alzó las cejas y luego las arrugó en confusión.

—¿Por qué? —su pregunta no me sorprendió.

—Porque no confío en ti — fui honesta. Él no mostró ninguna señal de que mi comentario lo haya afectado, en lugar de eso, su mirada sobre mí se hizo más pesada —. Además, ¿porqué quieres ser mi amigo?




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