Cadenas de Sangre

4

— ¡Ah! lo siento…la puerta estaba abierta. — Interrumpió Dylan, sonriendo de lado a lado dejando ver su dentadura. Este hombre de cabellos lacios y color negro, con tez apiñonada y una estatura baja, hace mucho tiempo, era compañero de armas de Anael; lo conoció cuando escapaba de Liam y, Dylan, tenía el mismo conocimiento que él de la creación del mundo, por lo tanto, al instante, entablaron una sincera amistad que los llevó a aprender el uno del otro; sin embargo, por circuntancias de la vida, ambos tuvieron que separarse. El dueño de la casa se sobresaltó a ver la sonrisa de aquel sujeto inesperado e Iván, en cambio, tembló de ira. Dylan iba con un acompañante, que en silencio comenzó a contemplar el interior de la sala. —¿Y bien? — dijo — También estoy muy feliz de verlos.

Anael no estaba feliz de verlo, al contrario, no pudo sentir felicidad, pues, sintió que le habían aventado un balde de agua fría. Él ahí y Minerva afuera. Dylan ahí en la casa, con otro sujeto e Iván seguía temblado de ira aguantando las ganas de golpearlo; pero, yo no sabía la razón, hasta que lo escuché de su propia boca.

— Sé que quieres…preguntar por ella. — El tono de voz de Dylan es suave.

Es lo único que puede hacer para calmar la situación, pues conocía los impulsos de Iván.

— Lo qué diré… — Comenzó a decir Dylan. — No tiene justificación… — no se movió del lugar dónde yacía; solamente clavaba la mirada en Iván. — Comprendo qué me odias…y quizá hasta quieras matarme; en fin…todo ese tipo de cosas que llevan a los hombres a la perdición.

Iván escuchó con atención las palabras del hombre y siguió enfadado por instantes; hasta que escuchó lo que tanto esperó por años.

— Safira está viva. — Aclaró. Tal afirmación lo hizo sentir mejor, pero, él no lo manejó de la manera más adecuada. — No la veo desde hace diecinueve años...me traicionó igual que a tí, Iván, y debo aclarar, que el sueño de la chica que salió corriendo, es verdad.

— Eso lo sabemos. — Contestó seriamente Iván mientras se levantó de la silla y tomó el pan francés que estaba comiendo hace poco. — Safira por poco me asesina esa noche antes que Dana llegara a matar a Aurora — Afirmó; después dio un gran mordisco a su pan, clavando la mirada en Dylan. Dylan se vio sorprendido por la información, sabía que Aurora fue arrebatada de los brazos de su padre, pero, siempre creyó que Anael, la había recatado. — Eso no es todo —, prosiguió Iván. — Toma asiento y charlemos.

Ésta última frase fue una orden, a la cual, Dylan obedeció con serenidad; se sentó en la silla dónde Minerva estaba sentada minutos atrás.

— Anael… — Dijo Dylan sacando de sus pensamientos al mencionado; recargó sus brazos en la mesa. Su semblante se puso sumamente serio al mencionar aquel nombre.

— ¿Por qué está ella aquí? — Sonrió melancólico.

— ¿Quieres saber por qué? —, cuestionó. — Es mi hija… — Dylan sonrió en forma de burla.

— Te dije qué buscaras otra familia Anael, ¿no aprendiste la lección aquel día?, por eso era mejor que todos estuvieran separados...Aurora, Minerva, June... — Dylan rechinó los dientes. — Cómo siempre lo han estado todos...

— Y hay algo mejor que eso…—Interrumpió Anael. — Tú estás aquí… — Apuntó a Dylan.

— Y Dana también… —, concluyó Iván.

— ¿La han visto?

— Sí —, contestó Anael, tajante —. Ayer…me dio una paliza.

— ¡Te siguió! — Exclamó, Dylan. — ¡Anael, eres un imbécil! —, golpeó la mesa con su puño.

Anael comenzó a toser sintiendo el sabor de la sangre subir a su esófago, recorrió su garganta para acabar en la lengua y salir disparada hacía afuera. Iván extendió un trozo de papel higiénico; su amigo lo tomó con gusto y rápidamente se limpió la boca. Era molesto estar así, nunca le había pasado tener una hemorragia interna. Si no fuera por su insistencia aún seguiría en el hospital siendo adormecido por drogas o quizá, estaría ahora mismo en la sala de operación. Fue la peor paliza que ha recibido en años. O se estaba volviendo más viejo o Dana se volvió más fuerte. O ambas; pero, le tomó desprevenido. Es joven, aparentar 40 años no es nada con su edad actual.

— Anael, déjate de tonterías… — Exclamó Dylan. —¿Por qué lloraba esa niña?

— ¿Llorando? — Contestó Anael con dificultad. — Estábamos hablando de...Dana y ella preguntó quién era.

Iván y Anael cruzaron las miradas.

— Le estaban a punto de decir, cuando ella se puso pálida y temblorosa. Cuando volvió en sí… — Prosiguió Iván. — Nos dijo: ¿Conocen a Dana? Entonces comenzó a relatarnos la parte del sueño dónde Anael le decía a Dégel que su esposa estaba muerta...así que... le preguntó por qué conocía a Dégel...y al decirle que era su medio hermano salió corriendo...— Suspiró.

— Vaya, entonces ella…les relató todo… lo que pasó ese día...— Todos guardaron silencio. Los tres se metieron en sus pensamientos; Anael pensaba en su hija, y los otros dos, quizá, también.

— ¡Anael! — , todos miraron hacía la puerta, se trataba de Marina.

— ¿Quiénes son ellos? — preguntó repentinamente confundida; sin embargo; miró a Dylan con sorpresa.

— Dylan — Dijo Anael.

— ¿Está Minerva? — preguntó Marina sin cuestionar otra cosa después.

— Salió…corriendo —, contestó el compañero de Dylan con rostro inexpresivo.

— ¿Y la dejaron irse? — Marina estaba preocupada; se le notaba por el tono de voz.

— Uziel — La voz de Dylan invadió el lugar. — Ve a buscarla…

Uziel afirmó con la cabeza y desapareció por la puerta en un parpadeo. Con tanto público le fue difícil a Anael preguntarle a Dylan, cómo fue que llegó a su hogar; pero, no tuvo la oportunidad. Hacer esa pregunta, significaría darle muchos detalles a Marina y, por su bien, era mejor, que no supiera nada.

 



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En el texto hay: magia

Editado: 08.04.2021

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