Cadenas de Sangre

7

Mientras Nathan, Dylan, Anael e Iván, conversaban sobre el paradero de Safira y un sin fin de teorías sin sentido, que sólo confundía a los mayores; la noche llegó temprano, pues, la Tierra ya casi terminaba su vuelta al Sol y los días eran más cortos cada día, al igual que las noches. Minerva y Marina contemplaban las estrellas desde el techo de la casa. Minerva siempre ha sentido fascinación por el universo, y es normal que se sobresalte al mirar el cielo estrellado.

— ¡Mira!—Gritó apuntando hacia el cielo. — La primera estrella de la noche. —Después giró la cabeza hasta poder ver a Marina. — Mira el cielo en dirección a la estrella.

— Pidamos un deseo. — Una sonrisa iluminó su tierno rostro. — ¡Listo! — Exclamó la joven al terminar de pedir su deseo, miró a su amiga quién le sonríe de lado a lado. — ¿Qué pediste?

Marina, sonrió y tomo asiento en una silla oxidada que se encontraba cerca, dejando a Minerva esperado respuesta con atención. La muchacha se abrazó a si misma porqué el aire le heló hasta los huesos.

— No pedí un final feliz a todo esto…Pero quiero qué todo salga bien, sin problemas…Tengo miedo de lo que pase después. — Marina da un pequeño suspiro volteando hacia la casa de Anael.

— Todos esos tipos nos dejarán sin comida…— Comentó Minerva caminando hasta su amiga. Tomó asiento haciéndole compañía en otra silla oxidada. Desde su lugar pudo ver a Nathan y Dylan sacar comida del refrigerador.

— El refrigerador de tu casa está muy bien equipado, no creo que terminen todo el día de hoy. Además, Anael es el mejor chef del mundo… ¿Tú que pediste? — Preguntó Marina cambiando de tema.

— Bueno… — Contestó bajando la vista al suelo; meciendo los pies que volaban sobre la silla. — He tenido sueños…He soñado a un hombre…y quisiera conocerlo. — Sonrío de medio lado.

— Marina…— Dice Isaac con seriedad, interrumpiéndolas. Clavando sus ojos cafés en ella. —Tengo que decirte algo importante…

Minerva los miró con sumo interés. No era común que Issac llegará a decirle ese tipo de palabras a su amiga; y mucho menos con la seriedad que marcó su voz. Se acercó a su hermana. Si ella no lo conociera diría que pasó mucho tiempo meditando sobre lo que tiene que decirle.

— ¿Qué pasa? — Preguntó con una sonrisa.

Él la abrazó repentinamente; le apretó con tanta fuerza que pareció qué le quebraría la espina dorsal. Marina intentó aferrar sus brazos a la espalda, pero, no pudo, porqué él los tenía atrapados con sus brazos.

— Te quiero…Hermana.

— Yo también… — Confesó con una sonrisa. Minerva pensó que se trataría algo más que una muestra de cariño. Marina se separó de se hermano, estuvo claro, que iba a decirle algo más. — Pero… — Marina sonrió e Isaac bajó la vista al suelo, se rascó detrás del cabeza nervioso.

Otra vez le veía con esa mirada.

— Estoy preocupado por lo que está pasando… Tengo miedo de qué te lleven a ti también.

Minerva y su amiga se miraron confundidas por las palabras de Isaac. ¿Por qué había dicho eso?

— ¿Por qué tendrían que llevarme a mí? — Pregunta con seriedad.

Isaac dio un suspiro.

— Hubo alguien…

Minerva ya no pudo escuchar bien lo que dijo Isaac, pues alguien había aparecido sobre el techo y le arrebató un grito desgarrador por el susto. Isaac y Marina voltearon; dos personas están frente a ellos ¿cómo pudieron realizar tal hazaña? Eran un varón y una mujer.

— ¡Hola! — Saludó la mujer de cabellos negros y ondulados, su sonrisa era hermosa y brilla a pesar de la oscuridad.

— ¡Hazlo rápido! — Ordenó el varón.

Minerva, temió por su ser; estaba embobada contemplando al sujeto de tez morena. Él le sonreía de lado a lado, con sus dientes blanquecinos y puntiagudos.

— ¡Tú! — susurró. — Nos estabas siguiendo ayer…

— Quiero contemplarlos un segundo más así…Noah — Alegó la mujer acercándose un poco más a Minerva. La muchacha quería gritar para llamar la atención y que ese grito de auxilio los alejara, pero, no pudo, tembló de pies a cabeza mientras sentía que su garganta se secaba; Noah, de improviso, le sujetó del brazo.

— El olor de Anael es inconfundible…— Comenzó a reírse eufórica, Dana.

Eran hermosos y a pesar del miedo que la invadía, Minerva estaba idolatrada por su belleza, pero, tenía una batalla campal entre retroceder y dejarse llevar por el morbo de una hermosura descomunal.

— ¡Dana date prisa! — Dijo Noah, sin quitarle la vista de encima a Isaac y Marina. La mujer movió la cabeza afirmando; Minerva, por otro lado, sintió la brisa de la muerte detrás. La mano fría de Noah le golpeó la nuca.

Isaac, atónito por la llegada del ser de la noche de sus pesadillas; se quedó petrificado. Su hermana estaba hace un momento a su lado, la tenía sujeta del brazo y ahora aquella mujer se la ha arrebatado, Marina está muerta...y él tan atónito que no pudo procesar bien lo que ha pasado. Se siente aturdido, su hermana yace en el suelo sin vida. Bastó un segundo para que aquella mujer le quitará la vida rompiendo su cuello de un apretón de sus manos.



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En el texto hay: magia

Editado: 08.04.2021

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