Cadenas de Sangre

8

— ¡Yo no tengo nada que decirles! — Gritó Isaac, muy enojado. Cuando menos lo esperó, Iván lo tomó del brazo inesperadamente y lo jaló consigo hasta sentarlo a la fuerza en una silla, a la mesa. Anael y él, habían llegado a la conclusión que su madre, todo el tiempo ha sido Safira, y para el colmo, ellos nunca la habían visto, Minerva sí, porqué pasaba mucho tiempo en la casa de Marina. Para estar un poco más seguros de su hipótesis, le rogaron a Nathan, que se asegurara que Isaac, era un chico de carne y hueso, a lo cual, él les dijo un montón de veces que sí, pero, qué la actitud del muchacho lo dejaba con incertidumbre; cómo si la muerte de su hermana estuviera detonando, algo que estaba muy oculto en su inconciente. Y Uziel, sólo abría la boca en momentos clave, que hacía a todos los presentes dudar de la situación.

— Sí no tuvieras algo que decir. — Dijo Uziel con tranquilidad. — No te encontrarías de esa forma. — Uziel, le dedicó una sonrisa de complicidad al muchacho, que le vio confundido; sin embargo, tal gesto, provocó que Iván lo tomará del cuello de la chaqueta muy desesperado. Iván quería respuestas inmediatamente.

— ¡¿Por qué Safira fingía ser tu madre?! — Preguntó encolerizado, zarandeando a Isaac de un lado a otro. Su esposa lo había traicionado en el pasado y, saber que ha estado cerca de él todo este tiempo, no lo puede aceptar. Es como si Safira estuviera moviendo los hilos del destino para que nadie pueda superarse del trágico destino del pasado. Ante la actitud de Iván, Isaac se imagina lo peor; pues se percató que posee una fuerza descomunal, para el físico delgado que posee. El joven sabía que, si no respondía lo que preguntaban, a pesar, de no saber las respuestas, no iba a volver a ver a su madre en un tiempo, porqué no va a poder escapar de estos sujetos.

— ¡Dilo! — Gritó.

— ¡No tengo nada que decirte! — Contestó alzando la voz apretando los puños. Isaac estaba asustado y no sabía que hacer; acaba de perder a su hermana.

— Tienes mucho miedo… — Interrumpió Uziel, otra vez, apuntando al chico, quién siente pavor al ver los ojos miel del desconocido. — ¿A que le temes? — Cuestionó desde su lugar.

Isaac, pasó saliva; por alguna razón desconocida, él le teme a Uziel; no importaba que Iván lo tuviera, aún, sujeto de la chaqueta. Sabía que debía mantenerse firme. Bajó la mirada, recordar que habían matado a su hermana sin piedad frente a sus ojos, lo mantenía en una montaña rusa de emociones, del enojo a la tristeza y viceversa. Recordó que Minerva, había mencionado que su madre le había dejado afuera, cuando él recordaba, que yacía inconciente en el techo de su casa. Le asustó de sobremanera, verse solo por primera vez. Mientras hacía memoria, recordó que nunca vio a su madre embarazada de Marina. Recordó a Marina de pequeña, pero, no una bebé.

— Tú conoces a Safira, Isaac, desde hace pocos años. — Anael, se acercó con delicadeza y con sus manos, tomó lo brazos de Iván, obligándolo a soltar al joven.

— ¡No! — Dijo exaltado. — Siempre ha sido mi madre.

— Claro que no. — Contestó Anael con una sonrisa de medio lado, colocando una mano sobre el hombro de Iván, intentando que se concentrará un poco. — Retrocede el tiempo Iván, nunca hemos conocido a la madre de Isaac y Marina, siempre, todo el tiempo estuvo ausente. Minerva la conoce, pero, nosotros no.

— Sí no lo recuerdas Isaac Lombardi, puedo ayudarte hacerlo. — Interrumpió Nathan. La piel de Isaac se erizó al instante, tuvo miedo, pues nunca se había presentado a ese otro desconocido que ha dicho su nombre completo.

— Lo asustas Nathan… — Comentó Dylan, que había estado en silencio e inmóvil sobre su lugar, solamente viendo como Iván se desquitaba con el pobre chico. — Isaac —, lo llamó por su nombre con delicadeza —. Respira profundo…no te matará, créeme—, Dylan se cruzó de brazos y sonrío.

— Platícales de la mujer que era igual a tu mamá y atravesó un portal ayudada por el cuervo blanco de ojos rojos que iba en su hombro —, concluyó Minerva con enfado. — Cuando te conocí me platicabas esa historia muchas veces…me decías qué tu mamá siempre te decía: Es un sueño.

Isaac, abrió más sus ojos por la sorpresa. El miedo volvió a invadirlo; se había tranquilizado un poco gracias a Dylan, pero, Minerva le hizo recordar aquel suceso, el cual, había utilizado muchas veces para olvidar la muerte de su padre. Pensaba que había sido un producto de su imaginación para ocultar el dolor de la perdida de su padre.

— Eso explica muchas cosas… — Dijo Anael dando un largo suspiro.

— Lombardi. — Nathan, una vez más se acercó al joven —. ¿Quieres qué te ayude a recordar más detalles del cuervo blanco? Parece ser, que no eres él único que ha visto esa ave.

La mujer del cuervo blanco, la primera vez que Isaac la miró, una persona importante para él, murió. Miró a Iván perdido en el estupor, juraría que el adulto le gritaba su nombre; el muchacho, limpió sus lágrimas con el dorso del brazo.

— Era invierno… — Comentó cerrando los ojos, para aclarar el recuerdo de aquel día. — Estaba anocheciendo y me encontraba en el parque a unos cuantos metros de casa. Extrañaba a mi padre ya que no había persona en esos momentos para empujarme en el columpio; sentía tristeza, mi madre estaba trabajando a esas horas y no había persona qué se preocupará por mí. Me mecía con lentitud en mi columpio favorito, era el del medio; pensaba qué habría pasado sí mi padre estuviera en esos momentos conmigo. Llevaba una semana aceptando qué él dejó el mundo para ir a un lugar mejor; eso era lo qué me decían todos los adultos. Sumido en mis pensamientos, me sentí observado y decidí levantar la cabeza pensando qué era mi madre que me buscaba. Mi reacción al ver qué se trataba de una mujer con un hermoso vestido negro y un cuervo blanco de ojos rojos en su hombro derecho hizo que saltara, pero, me quedé allí observando esperando saber qué iba hacer esa persona extraña conmigo. Me percaté que llevaba un bulto en sus brazos. La poca luz del parque me permitió ver qué se trataba de una mujer hermosa, de piel clara, con ojos cafés y un lunar en la mejilla izquierda. Tenía un aspecto sumamente encantador como el de mi madre; a pesar de su expresión dura. En vez de tener miedo en ese instante, me sentí embelesado, luego, recordé que no debía estar con extraños y mucho menos hablar.



#19682 en Otros
#2557 en Aventura
#13809 en Fantasía

En el texto hay: magia

Editado: 08.04.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.