Cadenas de Sangre

Capítulo 3: Promesa en las sombras.

Elena se encontraba frente a la puerta de las jóvenes que habían traído cuando caía el último rayo de luz del sol.

Dentro de aquella habitación, ya se encontraban las jóvenes bajo los cuidados de Olga. Parecían que no habían comido en días, a pesar de la comida que se encontraban en la bandeja, comían con lentitud desgarradora como si esa fuera su última cena. Nadie sabía realmente las condiciones en las que habían estado antes de llegar allí, pero el hambre y las miradas perdidas lo decían todo.

—Olga,¿podemos hablar un segundo?— preguntó Elena,con una voz calmada para no alterar a las niñas.

Olga, que estaba limpiando con paciencia las manos temblorosas de una de las chicas, se acercó hasta la puerta.

—No te preocupes mi niña, ya están más tranquilas.Revise y curé sus heridas-respondió, con esa mezcla de dulzura y firmeza que la hacía parecer un roble en la tormenta que nos rodeaba.

Olga sabía bien lo que venía a continuación. La pregunta de Elena era siempre la misma, porque su preocupación nunca cambiaba. Cada llegada traía

consigo una historia nueva, un dolor único. Y Elena, fiel a su rutina, registraba cada detalle cuidadosamente en su oficina, como si escribir pudiera darle algún tipo de control.

—¿Te han dicho algo?

—Todavía nada,pero la niña de cabello rubio protege mucho a la otra niña. Quizás es su hermana,porque no se despega de ella— respondió Olga, mirando con cierta tristeza a las niñas que seguían en la cama, acabando la comida en silencio.

Elena asintió con un leve movimiento de cabeza. Decidió acercarse con cautela, midiendo cada paso hacia las chicas. Se sentó al final de la cama, manteniendo suficiente distancia para no parecer una amenaza. Las dos niñas la observaron de inmediato. La mayor, con un movimiento rápido, extendió un brazo frente al cuerpo de la menor, como si pudiera ser un escudo humano. La más pequeña, de cabello negro azabache y ojos enormes, se apretó más contra su hermana.

—No se preocupen. Están bajo mi cuidado y nadie las lastimará

Se odió al pronunciar esas palabras. Sabía lo inciertas que eran, lo frágil que era esa promesa en un mundo como el suyo. Pero las dijo de todos modos, porque aunque odiaba mentir, necesitaba que lo creyeran.

La mayor relajó un poco el brazo, pero sus ojos seguían clavados en Elena con una mezcla de miedo y determinación. Esa niña estaba lista para enfrentarse al mundo entero si significaba proteger a su hermana.

La mayor de ambas se atrevía a hablar con una voz que parecía quebrarse con cada palabra.

—Si lo dices en serio, tienes que jurarlo.

Extendió su pequeño meñique, tembloroso pero decidido, hacia Elena. Su otro brazo seguía firme frente a su hermana. Era un gesto infantil, casi ridículo en su inocencia, pero también desgarrador en su sinceridad. Por un momento, Elena dudó. Prometer algo que no estaba segura de poder cumplir era un peso que ya cargaba con demasiada frecuencia.

Finalmente, extendió su meñique y lo entrelazó con el de la niña.

—Lo juro.

Las dos niñas se miraron y, por primera vez desde que llegaron, sonrieron entre sí. Era una sonrisa pequeña, apenas un reflejo de alivio. Pero para Elena, fue suficiente para disipar, aunque fuera por un instante, el nudo que tenía en el estómago desde que las vio llegar.

Observó cómo la más pequeña apoyaba su cabeza sobre el hombro de la mayor, ambas cerrando los ojos, agotadas. Aquellas niñas habían sufrido más de lo que deberían, pero seguían siendo capaces de soportar todo el caos de su alrededor. Y eso, de alguna manera, era más doloroso que cualquier otra cosa.

Elena se quedó sentada un momento más, observándolas con una mezcla de ternura y culpa. Había hecho una promesa que no sabía si podría cumplir, pero esa sonrisa le hizo entender que tenía que intentarlo.




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