Cadenas de Sangre

Capítulo 4: Lealtades forjadas en la oscuridad

Había pasado un tiempo desde la llegada de aquellas niñas. A pesar del miedo con el que habían cruzado la puerta la primera vez, ahora se movían por la mansión con confianza, como si el lugar hubiera dejado de ser una prisión para convertirse en un refugio. Se habían convertido en las sombras de Elena: siempre cerca, siempre dispuestas a ayudar.

A pesar de su corta edad, ambas demostraron una sorprendente determinación para adaptarse al mundo que las rodeaba. Bajo la tutela de Elena, aprendieron defensa personal, perfeccionando movimientos que no solo les darían protección, sino también una chispa de control sobre sus propias vidas. Cada golpe, cada paso calculado, era una declaración silenciosa de que no serían víctimas nuevamente.

No fue un camino fácil. Elena había enfrentado numerosas discusiones con su padre para garantizar que las niñas no fueran absorbidas por el sistema oscuro que regía su hogar. Cada conversación era una batalla, cada concesión un pequeño triunfo que se sentía inmenso.

Finalmente, logró lo que parecía imposible: apartarlas del destino que otras antes no habían podido evitar.

Aunque no fue una victoria completa. El padre de Elena dejó en claro que mientras vivieran bajo su techo, debían mostrar gratitud. Y las niñas, comprendiendo lo precario de su situación, juraron lealtad no solo a Elena, sino también al hombre que les daba un lugar donde dormir.

—No confíen en él —les advirtió Elena en una noche tranquila, mientras practicaban movimientos en el salón vacío de la mansión—. Su techo no es gratis, y a su favor tiene un precio. Pero conmigo... conmigo están a salvo. Eso es lo único que importa.

Las niñas asintieron con seriedad. La menor, siempre más expresiva, dijo con convicción:

—Si tú luchas por nosotras, nosotras lucharemos por ti.

Por un instante, Elena no supo qué responder. Ver esa determinación en sus ojos, ese fuego en dos almas que habían conocido tanto sufrimiento, le recordó lo que la impulsaba cada día: darles a ellas lo que a ella le había sido negado tantas veces. Su historia y sus nombres habían quedado en el pasado, para darle la bienvenida a su futuro.

Desde entonces, las niñas se convirtieron no solo en seguidoras de Elena, sino en sus cuidadoras. Se encargaban de pequeños detalles del hogar, pero también vigilaban el bienestar de otras chicas que llegaban, ayudando a construir un sistema de apoyo que nunca había existido antes.

Para ellas, Elena no era solo una salvadora, sino una líder. Y aunque el mundo fuera oscuro, ellas estaban dispuestas a seguirla, porque en su sombra habían encontrado un pequeño destello de esperanza.

Pero no solo ellas, sino toda una comunidad.

Elena no solo buscó ayudar a quienes no tenían oportunidad. Ella tomó acción, creando un lugar donde la noche ilustra lo que ella quiere que sea. Pero que en su interior y a la luz del sol, sea un refugio.

O un hogar…

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El día había llegado: la inauguración del club que Elena había planeado y construido con tanto cuidado. Desde la entrada, el lugar desprendía un aire de exclusividad y lujo, pero lo que realmente lo hacía único y le daba su nombre era el techo.

Arriba, un cielo estrellado parecía extenderse sin límites. Las proyecciones, combinadas con luces suaves y brillantes, daban la sensación de estar rodeado de constelaciones. Cristales y espejos estratégicamente colocados reflejaban esos destellos, creando pequeñas galaxias que parecían estar al alcance de la mano. El club era mucho más que un lugar; era una ilusión cuidadosamente tejida para fascinar y seducir a quienes cruzaran su umbral.

Elena recorrió el lugar con la mirada, permitiéndose un momento de orgullo. Había sido su idea desde el principio, un plan que tuvo que vender cuidadosamente a su padre, quien inicialmente no veía el propósito.

—¿Un club? —había dicho él, con ese tono seco que tanto temía y despreciaba—. Mis negocios ya son prósperos. ¿Para qué necesito esto?

Pero Elena, con su astucia, supo cómo convencerlo.

—Puede ser un lugar exclusivo para nuestros socios más importantes. Un espacio donde puedan relajarse, disfrutar del show, y sentirse parte de algo único.

Luego, con un brillo calculado en sus ojos, añadió:

—Lo llamaremos 'Las Noches Estrelladas'. Un nombre que evoca lujo y exclusividad. A los clientes les encantará la idea de brillar, aunque solo sea por una noche.

Esa última frase pareció hacer efecto. Su padre accedió, aunque no sin condiciones. Insistió en que el club debía estar lo suficientemente cerca de la mansión como para que pudiera vigilarlo, y que debía conectarse al túnel subterráneo que cruzaba su propiedad.

Elena aceptó sin dudar, aunque en su interior odiaba esa exigencia. El túnel, que antes era un pasaje lúgubre y abandonado, se había convertido ahora en un puente brillante entre dos mundos. Bajo su supervisión, el espacio fue transformado: los muros de concreto fueron iluminados con luces modernas, y el suelo, antes desgastado, fue reemplazado por azulejos blancos que reflejaban la luz, creando la ilusión de un camino hacia algo mejor. Sin embargo, Elena sabía bien lo que realmente conectaba ese túnel: dos infiernos.




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