Café para 2

Capítulo 4

Seré completamente honesto, nunca había tenido una cita en toda mi vida. No era lo que la mayoría de las personas consideraban un muchacho popular y apuesto. Según Lorena no era una persona con rasgos que podrían considerarse “atractivos”. Era más bien lindo, tierno o eso me solían decir las mujeres con las que solía juntarse mi abuela. Y creo haber escuchado eso en palabras de alguna amiga de Lore, aunque nunca con intención romántica ni mucho menos.

Si tuviera que describir en palabras como creía que las personas me miraban, diría que era como aquellos animales que al verlos piensas “que lindo, me encanta”, pero que te gusten no significa que quieras tenerlos como mascota. A todos les gusta una jirafa, pero no todos desearían tener que sacarla a pasear o cepillar su pelaje todos los días, y la comida… para qué decir más.

Mis pensamientos se detuvieron en cuanto me di cuenta que estaba comparándome con una jirafa «Tengo que dejar de perderme en mis pensamientos» me dije a mí mismo. Aunque suponía que tal característica de mí era otro motivo por el que no era popular con las chicas. En más de una ocasión Lore me advirtió que, quedarme pensando tanto tiempo, me hacía ser un poco lento a la hora de conversar con los demás, ella no tenía problemas, me conocía desde hacía demasiado tiempo y ya estaba más que acostumbrada a mi manera de ser.

Me coloqué mi camisa y miré el reloj de la pared, 20:15, todavía tenía tiempo hasta la hora acordada con Natasha. Habíamos quedado a las 20:30, quince minutos después de mi turno. La idea era que la llevara a un lugar que pudiera arreglar su colgante.

Rebusqué en mi mochila para asegurarme que tuviera todo y sorpresivamente, el tacón que había encontrado aquel día seguía allí, escondido en uno de los tantos bolsillos de mi mochila color gris, como el cemento y con ciertos detalles negros que le daban un toque más elegante. O así era como yo lo veía, pues mi abuela no había logrado ver lo mismo que yo cuando le insistí que la comprara de ese color. Aquella vez había dicho que el gusto mejoraba con el tiempo, pero a mí todavía me seguía gustando bastante.

Después de haberse ido del local, Natasha me dijo que volvería a la hora acordada para que la llevara al lugar donde podrían arreglar su collar. Entre varias cosas le había dicho que Jack era muy bueno con los trabajos artesanales y que podía arreglar casi cualquier cosa.

Mis palabras parecieron haberla hecho pensar en algo, pues parecía interesada en la parte de “arreglar casi cualquier cosa”. «Quizás tenía algo más para arreglar, o quizás dudaba de que pudiera arreglarlo todo». De hecho, ahora que lo pensaba bien, ¿qué posibilidades había que ella viniera?, había sido invitada por un completo desconocido a un lugar que ella misma no había visitado y en plena noche. «No va a venir…» dijo una vocecita en mi cabeza.

—Claro que lo hará —dije en voz alta mientras terminaba de ponerme mi zapatilla.

«Definitivamente vendrá» aseguré en mi mente. No sabía por qué, pero su mirada me decía que ese collar era muy importante para ella, estaba seguro de que haría lo que fuese para repararlo, después de todo, yo haría lo mismo con esta mochila.

Incluso con todo mi esfuerzo, todavía me sentía nervioso, faltaban 5 minutos para nuestra hora de encuentro y no veía señales de ella por ningún lado. Los minutos pasaban, y el sol ya se había escondido por completo, dejándole paso a la luna para que llenara el cielo con las miles de estrellas que iluminaban el cielo nocturno.

Miré mi reloj y ya habían pasado más de 10 minutos, con cada movimiento de las mancillas la idea de que ella no iba a llegar se hacía más clara en mi mente. Después de todo, ¿por qué vendría a una “cita” nocturna con un completo extraño? Aunque siendo justos, no creía que a ese tipo de salida se la pudiera considerar una cita, pero ¿quién era yo para decir lo contrario? Quizás sí lo era, y por eso ella no vendría.

—Bueno, supongo que es el fin…

—¿El fin? Pero si acabo de llegar.

La voz de la mujer me sorprendió de sobremanera, ella se encontraba detrás mío, con su cuerpo inclinado hacia adelante, como si esperará meterse en mi interior para ver lo que estaba pensando, de alguna forma me hizo recordar a una profesora de escuela que siempre esperaba a que terminara de pensar para llamarme la atención.

—Déjame adivinar, pensaste que no llegaría.

—No, es solo que…

—Descuida, solo te estoy tomando el pelo. Llévame con ese tal Chuck.

—Es Jack, tiene una zapatería como a unas cuadras por allá.

—¿Una zapatería?

—Sí, ¿por qué?

La mujer pensó unos instantes y pareció ocurrírsele una idea. Su mirada se dirigió hacia mí y me examinó de pies a cabeza, como si estuviera pensando un plan maestro para algún robo. Y yo era el cómplice.

—Haremos una parada antes de ir, ¿te importa?

—No, adelante.

Caminamos por las calles del pueblo, pero en la dirección contraria a donde se suponía que debíamos ir. Cuando la señorita Natasha me dijo que debíamos hacer una parada, no pensé que nos alejaríamos tanto. Si bien el pueblo no era muy extenso, probablemente tardaríamos unos 15 minutos de caminata hasta llegar a la tienda de Jack. No es que me importara llegar a casa tan tarde y Natasha parecía tan poco preocupada como yo.




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