Café para 2

Capítulo 5

Como si lo hubiera planeado de antemano (que no lo hice), llegamos a la tienda de Jack luego de unos 15 minutos de caminata, y de haber recorrido gran parte del pueblo en el trayecto, el cual no se me hizo pesado ni mucho menos. No era común que caminara por la noche, por lo general estaba oscuro y las luces de los faroles que alumbraban las calles, apenas daban lo suficiente para ubicarse en donde estabas.

Las luces de las casas cercanas estaban apagadas, solo algunas un poco más lejos estaban encendidas. Siempre me pareció que los que vivían en esta parte del pueblo se acostaba más temprano de lo habitual. Bueno, todos menos él.

—¿Está cerrado? —preguntó con preocupación la mujer a mi lado.

—La zapatería sí, pero él no.

Me acerqué a la puerta y golpeé con fuerza para que me escuchara. Desde hacía unos años el señor Jack estaba teniendo problemas en uno de sus oídos, sumado al hecho de que no le gustaba ser distraído mientras trabajaba, daban como resultado una difícil comunicación con él. Volví a intentar, pero no parecía que escuchara los fuertes golpes que daba.

—¿Probaste con el timbre?

—Está “descompuesto” según él —dije con cierta indignación.

—¿Y no lo puede reparar?

—Puede, pero no quiere —dije volviendo a intentar con los golpes, pero nada —Ahh, tendremos que ir a la puerta trasera —dije al fin.

—Sabes, no es necesario que…

—Tranquila, no está durmiendo ni nada, solo debe estar trabajando en algo. Otra vez.

Dimos un rodeo al lugar, la parte frontal de la casa del señor Jack había sido convertida en una zapatería que, según mi abuela, había estado desde su época de joven en el pueblo. Al parecer solía ser muy popular en el pasado, sobre todo porque allí se podían reparar los mismos zapatos que comprabas. Aunque estos días las personas solían comprarse un par nuevo antes que reparar los antiguos.

Llegamos a la parte trasera y la expresión de Natasha fue exactamente la misma que la mía cuando vi por primera vez el patio trasero del señor Jack. Un absoluto caos sería una buena forma de describirlo (aunque se quedaba bastante corto), metal, fierros y otras cosas esparcidas y amontonadas por lo que debería ser una extensión de césped verdoso, pero que en su lugar era tierra seca y de dudosa fertilidad.

—De acuerdo, sígueme e intenta no lastimarte con nada —le dije a Natasha mientras la guiaba por el pequeño camino entre la pila de chatarra.

—¿Eso es un refrigerador? —dijo con la mirada fija en la cima de una pila de chatarra.

—Oh, eso es nuevo —dije sin mostrar mucha sorpresa.

Una vez logramos surtir las paredes de chatarra que llenaban el patio, estuvimos frente a la puerta trasera de su casa. Llame con menos intensidad y en unos pocos minutos un hombre vestido con delantal de cuero y una camisa blanca con las mangas arremangadas salió de la casa. Sus ojos a través de los grandes y sucios lentes de trabajo se veían más grandes de lo que eran en verdad. Su expresión agria y su ceño fruncido eran las mismas de siempre, aunque en su cabello oscuro había nuevos filamentos blancos, un recordatorio de que la edad pasaba.

—¿Quiénes son?, ¿qué quieren? Y ¿por qué están en mi jardín?

—Señor Jack, soy yo, Aliberth. El amigo de Lorena. El nieto de Olga Wood… literalmente nos vimos hace un mes —dije al ver que no parecía reconocerme.

—Si, si, el mocoso que trabaja en la tienda de Ross, ¿qué quieres niño? —preguntó de manera tosca y poco amigable. Aunque era su forma natural de hablar.

—De hecho, necesitamos su ayuda para arreglar algunas cosas —dije abriéndome hacia Natasha. Esta lo saludó cortésmente y le mostró el collar roto.

—Muy bien, entren —dijo luego de examinar el objeto.

La casa del señor Jack parecía más una tienda de cosas de segunda mano que una casa normal, las paredes apenas eran visibles por los carteles, relojes y cuadros que colgaban de allí. Los pasillos estaban atestados de muebles y estos estaban llenos de antigüedades y objetos pequeños que ni él mismo debía de saber de dónde provenían.

—Wow, tiene muchas cosas… antiguas señor Jack —dijo la mujer intentando no sonar grosera.

—Sí, sí, siempre me lo dicen —dijo el hombre mientras extendía su mano para recibir el collar.

Natasha le entregó las tres piezas y el hombre las examinó en su mesa de trabajo, que estaba tan llena de herramientas, como las otras estaban llenas de objetos.

—¿Cree que se pueda reparar?

—Claro que se puede —dijo con tono molesto, como si dudaran de sus habilidades.

—Entonces, si no es mucha molestia… ¿podría reparar esto también?

Natasha tomó la caja de zapatos y la abrió frente a Jack. Yo me acerqué un poco para ver el contenido, y de cierto modo era obvio lo que traía allí, lo que no era obvio era el por qué no me había dado cuenta de ello hasta que los vi con mis propios ojos. Un par de zapatos, de color negro brillante y muy bien cuidados eran el contenido de la misteriosa caja.

El señor Jack tomó los calzados y los examinó de un modo diferente a como había hecho con el collar. Él veía la calidad del cuero con el que estaban hechos, las costuras de adentro y la firmeza del único tacón que tenía uno de ellos, también se percató de la ausencia del otro par, esto lo hizo hacer una mueca de desagrado.




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