El día inicio de un modo muy normal, llegué a trabajar a horario (como siempre), me cambié y a los 10 minutos llegó mi compañera Lore, «tarde para variar» pensé al verla disculparse con el señor Ross, luego se giró hacia mí y me dirigió una sonrisa triunfante que indicaban su falta de arrepentimiento por su impuntualidad.
Luego de tantos años trabajando aquí, me seguía pareciendo increíble que el señor Ross no hubiera despedido ya a Lore. La mayoría de las veces llegaba con retraso, siempre que podía se tomaba descansos fuera de horario y le encantaba discutir con el señor Ross. Aun así, él nunca se había atrevido a echarla. Cuando se lo preguntaba, ella me decía que el señor Ross era rudo de afuera para adentro, que en realidad nunca despediría a nadie, pues no tenía lo necesario. Aunque a mí me pareció que era mejor no probarlo.
—¿No te cansas de llegar tarde?
—No realmente, me gusta vivir al límite.
—Un día de estos te van a despedir.
—¿Sí? Pues espero tener mi título para entonces. Cuando lo consiga lo imprimiré y se lo pegaré por toda la ventanilla del local. Se pondrá furioso, ¿te imaginas una mejor forma de renunciar?
—No por favor, yo tendré que limpiarlo. Además, eso debe considerarse un delito.
—Aguafiestas.
Lorena se apresuró a tomar la orden de una mesa, en cambio yo, me quedé esperando en la barra a que alguien necesitara de mis servicios, o un café. Lo bueno de mi horario, era que la afluencia de clientes era baja las primeras horas de la tarde, quizás porque la mayoría de los habitantes del pueblo se dedicaba a dormir la siesta a estas horas; pero lo cierto es que, en este horario, los clientes escaseaban, salvo por algunos que ya estaban acostumbrados a aparecer en este horario: Como ella.
Casi como si la hubiera invocado con mis pensamientos, Natasha apareció por la puerta del local. Había pasado un día desde el incidente del café, y desde entonces no habíamos vuelto a cruzar palabra. Yo creía que podía seguir molesta por lo sucedido, y al parecer tenía razón, pues cuando entró evitó todo posible contacto conmigo.
La mujer se dirigió directo a su mesa habitual, mientras yo esperaba pacientemente alguna señal o llamado para que fuera a tomar su orden, pero nada. Me costó un par de minutos darme cuenta que ella no iba a llamarme a mí para que la atendiera «definitivamente está enojada», concluí.
Lo mejor que podía hacer era esperar a que Lore se acercara y fuera ella la que la atendiera, siendo sincero, después de lo que había pasado con Natasha, yo tampoco tenía muchas ganas de atenderla.
—¡Aliberth! —llamó el señor Ross.
—¿Qué sucede señor Ross?
—¿Crees que puedas hacerme un pequeño favor? —dijo con un extraño tono amable y sutil.
—¿Qué favor?
—Es algo muy fácil, crees que podrías… ¡Hacer tu bendito trabajo! —exclamó con un tono muy fuerte y que evidenciaba lo irritable que se encontraba hoy —¡Ve de inmediato a atender a los clientes!
Cualquier persona que hubiera trabajado por más de un año en la cafetería sabría que cuando el señor Ross se ponía así, lo mejor era hacer tu trabajo de forma callada y eficiente, principalmente para no darle más estrés del que tenía en esos momentos.
—¿Puedo tomar su orden? —dije con un hilo de voz. El hecho de que la señorita Natasha no quisiera ser atendida por mí, me daban ganas de salir de allí a toda prisa, pero la sola idea de ser regañado otra vez por el señor Ross frente a todo el restaurante, me hacían imposible pensar en irme de allí sin el pedido.
Natasha debió adivinar el predicamento en el que me encontraba, tal vez por mi cara repleta de pánico e indecisión, o quizás hubiera escuchado la primera llamada de atención que me habían dado en la entrada de la cocina. Sea como fuese, ella se apiadó de mí y pidió su típico café como todas las tardes.
—Enseguida —respondí de modo frío y sin emociones (principalmente para no enojarla todavía más), aunque en el fondo estaba muy agradecido con ella por ceder a esto, pues me hacía más fácil el trabajo.
Estaba por retirarme cuando su voz de alto me detuvo de golpe, tenía miedo de voltear y encontrarla diciendo que no quería que preparara el café yo, o que lo trajera la otra moza; estaba muerto de miedo, pero al final me giré y esperé a que dijera alguna de esas frases, o algo peor.
—Yo… quería…
La mujer titubeaba a la vez que recorría con sus ojos esmeraldas todo el local en busca de algo, no sabía qué es lo que buscaba, o porque lo necesitaba para hablarme; en ese momento supuse que estaría buscando a Lore para decirme que quería que ella trajera las cosas, o quizás para que ella preparara el café, sea como fuese, los segundos se estaban volviendo eternos para mí.
—¿Quería algo más? —pregunté con un hilo de voz repleto de miedo.
—¡Una medialuna! —dijo al fin, como si se le hubiese ocurrido en el momento —Quiero una medialuna también —agregó con su habitual tono sereno.
—De acuerdo, en seguida se lo traigo.
Podría jurar que vi una mueca de decepción en su rostro antes de irme, como si eso no fuera lo que quería decirme. Tal vez sí quería reclamarme lo que pasó ayer, o quería que Lore se encargara del pedido, o tal vez lo estaba pensando demasiado y sí quería una medialuna, sea como fuese debía seguir con mi trabajo.