¿Cuánto había pasado desde que tuve una discusión por algo que creía haber hecho bien? Mentiría si dijera que no recuerdo, por desgracia había sucedido hace poco tiempo, y no había sido una situación tan simple como la de Alí.
No era justo, de eso estaba segura, me había esforzado toda la noche preparando y corrigiendo ese texto, había ido personalmente a pedir que lo publicaran y lo había conseguido. Es más, tenía planeado incluirlo en una compilación de relatos cortos que estábamos armando en la editorial ¡Incluso llamé al idiota de Robert para acelerar el proceso! ¿y que recibí a cambio? un ¿por qué has hecho esto? y un ¡no debiste meterte en mis asuntos sin mi permiso!
«Mocoso ingrato» dije para mí misma mientras mantenía clavada mi vista en el techo.
—Lo peor de todo es que no puedo enojarme con él —gruñí recordando su rostro redondo con mejillas coloradas y sus ojos brillantes teñidos de un color marrón claro, como el café que solía servirme todos los días —maldito niño con cara angelical —murmuré enfadada. De haber estado en mis días de veinteañera probablemente habría quedado encantada con él, tenía todas las cualidades que solían atraerme, pero a mi edad era una vergüenza actuar como una adolescente avergonzada.
Sacudí mi cabeza al ver que estaba perdiendo de vista mi objetividad.
Observé la foto que estaba en mi mesa de luz, su cabello oscuro no era igual al real, sus ojos tenían un brillo amarillento producto de la mala calidad de la cámara, que no dejaba ver el hermoso color esmeralda que tenían. Un color más brillante y vivo que el mío, o eso es lo que puedo recordar.
Alcé mi vista en dirección al reloj de pared, tenía la forma de una casa con paredes de madera, tejas de color bordó y una puerta verde oscuro. Creo recordar que la habíamos comprado porque se parecía a nuestra primera casa, sólo habíamos vivido allí durante un par de años, pero eran los momentos más felices que tenía.
—Genial, como si no tuviera suficiente por esta semana —rezongué.
Era viernes por la tarde, pero no me apetecía hacer nada. Tenía trabajo que podía adelantar, pero no serviría de mucho si mis compañeros no me alcanzaban «supongo que sí soy un poco obsesiva respecto al trabajo». Podía trabajar en la compilación… no, ya tuve suficiente de él por el momento. No soportaba la idea de que se hubiera enfadado de tal manera solo por eso.
«Habrá tenido sus razones» me dijo una voz en mi cabeza tratando de disuadirme de mi enfado, pero no lo lograba y eso que en el fondo sabía que tenía razón, pero de igual manera me molestaba.
—Supongo que saldré a correr.
Así era mi vida últimamente, si no trabajaba en el bar, lo hacía en casa, y si no me vestía con mi conjunto de deportes y salía a correr por el pueblo. No tenía otras actividades además de esas y no las necesitaba. Si tuviera que decirlo… toda mi felicidad se había ido hace más de un año.
—Ya estoy pensando negativamente de nuevo —dije rendida.
No sabía como lo hacían las demás personas en mi situación, pero la mayoría del tiempo me la pasaba con pensamientos negativos y deprimentes, ¿pero qué podía hacer yo? Sí, lo había prometido, pero vivir plenamente era mucho más fácil decirlo que hacerlo.
Decidí tomar un descanso al llegar al arroyo, debía haber avanzado unos 2 kilómetros y apenas estaba cansada «supongo que después de un año ya me acostumbré» pensé con una sonrisa mientras bebía las últimas gotas de agua que había traído.
Una idea surgió en mi cabeza, recordaba una forma muy eficiente de refrescarme que había aprendido hace tiempo. Me senté en el borde del arroyo y luego de quitarme las zapatillas y los calcetines, hundí mis pies desnudos en el agua.
—Ahh, hace mucho que no hago esto —suspiré con alivio. No era la primera vez que lo hacía, pero seguía sintiéndome como aquella primera vez que me arrastraron hasta el agua cristalina de ese arroyo —Es verdaderamente maravilloso.
El sol casi se había ocultado por completo, y el brillante cielo naranja con el que había salido empezaba a tornarse de un tono más frío. A medida que los alrededores se iban oscureciendo, las lámparas de las calles brindaban luz al pueblo y a sus habitantes que comenzaban a volver a sus casas.
«No quiero volver» pensé desanimada mientras veía a una pareja recibir a su hija cubierta de tierra y en un estado que, claramente, no se esperaban.
El corazón se me oprimió con esa imagen y me preparé para retomar mi recorrido, no sabía cuánto más podría correr y si era conveniente hacerlo a esas horas de la noche, pero la sola idea de volver a casa completamente sola me destrozaba de una forma desgarradora.
No sé por cuánto tiempo estuve corriendo, pero estoy segura que fue bastante, pues cuando empecé a caminar la luna estaba casi en lo alto del cielo.
Mis pies me dolían, tenía frío y estaba muy cansada; lo suficiente como para quedarme dormida al instante de tocar la cama. «Perfecto» pensé con una sonrisa triunfal y emprendí el camino de regreso.
Casi no había personas en la calle, no se podía escuchar ningún sonido más que el viento golpeando los árboles y algunos pájaros nocturnos. A la lejanía noté un galpón con luces y lo que parecía ser canciones «¿una fiesta?» pensé con curiosidad, pero no le di importancia y seguí mi camino por las oscuras calles.