—Así fue más o menos como pasó —le expliqué a mi amiga.
Era una suerte que Lore hubiera encontrado mi campera y que me estuviera esperando en mi casa, aunque eso último creía que era para que le contara todo lo sucedido en la fiesta, por suerte para mí, no recordaba mucho de esa noche (y lo prefería así la verdad). Lo que sí podía recordar era todo luego de haber despertado, y como ya era costumbre en mí, se lo dije todo con lujo de detalle.
—Ya veo, le contaste sobre eso —comentó por lo bajo.
Honestamente me esperaba cualquier reacción de ella excepto esa, se la veía pensativa y un tanto preocupada (algo bastante inusual en su persona), se me ponían los pelos de punta cuando trataba de imaginar lo que ella estaba pensando en esos momentos.
—No pareces muy de acuerdo sobre eso.
—Es que no creo que fuera buena idea contarle algo tan personal a la misma persona que ignoró tus deseos y le mostró al pueblo entero uno de tus lados más sensibles. Es decir, viste como te pusiste cuando te enteraste.
—Lo sé, pero también sé que lo hizo con buenas intenciones. Además tú misma me has dicho que debo dejar el pasado atrás.
—Odio cuando usas mis palabras.
—A mí me encanta —dije con una sonrisa burlona.
—Ay, cállate.
***
Los días pasaron y cuando me quise dar cuenta la normalidad había vuelto, Lore y yo trabajamos como si nada hubiera pasado, las personas dejaron de reconocerme por el cuento que había aparecido en el diario, Natasha seguía viniendo regularmente al local, y cuando tenía un rato libre lo ocupaba charlando con ella.
Fue durante una de esas charlas que decidí “agarrar el toro por los cuernos”. Quizás si fuera una locura, pero honestamente no me importaba, todo lo que quería era que ella me viera de otra forma, que no me viera solo como un conocido o un amigo casual. Quería ser “especial” para ella.
—¡¿Qué hiciste qué?!
—Le pedí que nos viéramos hoy, voy a confesarme.
El rostro de Lore se veía más sorprendido de lo que hubiera esperado, me había imaginado que mi decisión (un tanto repentina debo de reconocer) la sorprendería, pero no esperaba que lo hiciera de tal forma. Casi parecía como si le hubiera dicho que me tiraría de cabeza al arroyo del pueblo. «Supongo que no se esperaba esta muestra repentina de valor (o locura según se mire)»
—No lo hagas, te rechazará —aseguró.
—No lo hará… ¿o sí?
Ella se encogió de hombros ante mi pregunta, había pasado toda la noche pensando en cómo se lo diría y de qué forma lo haría que se me había pasado un pequeño detalle, el hecho de que ella pudiera negarse.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo cuando me imaginé esa escena, Natasha rechazando mis sentimientos argumentando que tenía a alguien especial, que nuestra diferencia de edad era mucha, o que simplemente que no me veía de esa forma. Sea cual fuese la variante que me imaginaba el resultado era el mismo, yo acababa con el corazón roto e incapaz de sentir algo aparte de tristeza.
—Pero seguí tus indicaciones y tus consejos —argumenté buscando desesperadamente algo que respaldara mi decisión y me diera confianza.
—Sí, pero como hasta la mitad, luego se te reseteó el cerebro con el asunto de Robier…
—Robert —le corregí.
—Lo que sea. También está el tema de la fiesta, el cuento que publicó y tu reacción, entre otras cosas ¿En serio crees que sea una buena idea?
—Es que yo sé lo que siento por ella, y estoy muy seguro de que siente lo mismo. Lo siento aquí —dije apuntando a mi corazón.
Lore me vio con los mismos ojos con los que me veía siempre que algo importante pasaba. Tenía su típica expresión maternal que indicaba que se había vuelto seria, y que probablemente aceptaría mi petición. O eso era lo que esperaba, porque no contaba con otra persona para eso, si se lo pedía al señor Ross probablemente acabaría dándome el día libre de manera eterna.
—¿Esto es tan importante para ti? —preguntó con una expresión tan tranquilizadora que podría domar incluso a la fiera más inquieta, o al mismísimo señor Ross en su peor día. ese último pensamiento me hizo querer soltar una carcajada, pero me obligué a mantenerme serio.
—Sí —respondí sin un ápice de duda.
—Ahh, de acuerdo, te cubriré durante una hora, luego de eso…
—¡Gracias Lore!, te debo una —exclamé interrumpiéndola.
—Me debes más de lo que crees, ven sigamos trabajando.
***
Los minutos antes de que llegara Natasha fueron como un tornado de emociones en mi interior, sentía ansias de que cruzara por esa puerta, con su traje de trabajo, su sonrisa y todo lo que me gustaba de ella. Pero, por otra parte, sentía terror de que no llegara, de que decidiera no venir a último momento ya fuera porque sabía lo que estaba por suceder o porque simplemente tuviera algo mejor que hacer en ese momento. Y aunque viniera, cabía la posibilidad de que no aceptara mis sentimientos.
«Tú tranquilo, todo saldrá bien» me dijo una vocecita en mi cabeza, aunque ni ella ni yo parecíamos muy seguros de nada, y técnicamente esa vocecita era parte de mí, lo que sólo hacía mucho más confusa la situación.