Calima Roja

5

I Could Be Happy

O ¿no?

I would like to climb high in a tree

La alegre melodía se infiltra en mi sueño, arrastrándome hacia la consciencia.

I could be happy, I could be happy

Parpadeo desorientada y durante un aterrador instante no sé quién soy o dónde estoy.

Or go to Skye on my holiday

Hasta que mi visión se aclara, dejándome ver...

I could be happy, I could be happy

El familiar ¿...? que hace que el latido de mi corazón se estabilice.

Maybe swim a mile down the Nile

¿Ahí hay un nombre tallado?

I could be happy, I could be happy

Debo tener miedo o ¿no?

All of these things I do

Incorporándome en la cama, me quedo sentada observando mi habitación.

NO. Esto no es mi habitación. Es un ataúd de metal.

Todo a mi alrededor está oscuro.

Mi respiración sale en grandes jadeos.

Noto la humedad en mi vestido, calándome hasta los huesos.

La sangre en mis manos vuelve mi mirada borrosa.

Y lo recuerdo todo.

*******

Mi madre tira con fuerza de mi brazo y finalmente consigue moverme para que deje de mirar al monstruo tambaleándose bajo mi ventana. No dice nada mientras me hace cruzar el pasillo y bajar las escaleras, manteniendo un apretado agarre en mi brazo con una mano mientras que se aferra al bolso con la otra, pero veo sus lágrimas caer en silencio como un río por su rostro.

—¡Elián! —su voz se corta en medio de pronunciar el nombre de mi padre, que aparece corriendo en el recibidor seguido de Mabel y Stan y nos encuentra a medio camino de la escalera para abrazarnos.

—¿Estáis bien? —Su respiración es pesada, está sudando de miedo y algo de eso hace que finalmente reaccione y me aparte para mirarlo.

—Acabamos de ver al jardinero comerse a su propio hijo, que luego se ha levantado convertido en quién sabe qué. El mundo es el que no está bien. ¿Qué vamos a hacer?

Mi padre traga saliva y me mira de una manera rara que no tengo cabeza ahora para descifrar.

—Tenemos que ir al hangar —ordeno cuando mi padre no habla lo suficientemente rápido para mi gusto—. Usemos el avión privado para volar a otro continente.

—¿Qué hay de la gente? —la pregunta viene obviamente de mi madre—. ¿Dejaremos atrás a la gente de Tasmanti?

—¡Sí! —la respuesta es evidentemente mía—. ¿O crees que ellos se quedarían para salvarte si tuvieran la opción de huir de eso? Además, ¿qué puedes hacer por ellos de cualquier manera? Manda al ejército y a las fuerzas armadas, que para eso es su trabajo, pero nosotros nos vamos.

Mis padres se observan haciendo esa cosa de comunicarse sin palabras y siento que voy a explotar de frustración. De repente, un montón de golpes sacuden la puerta y las ventanas, mezclados con gritos indistinguibles.

—¿Son más de eso?

—No —es Mabel quien me responde—. Son personas que han venido a pedir refugio por lo que está pasando ahí fuera.

—¿Y cómo atravesaron el portón y el sistema de seguridad?

—Yo abrí el portón y apagué el sistema de seguridad desde la sala de control para que pudieran entrar.

La miro incrédula. ¿Está loca?

—¿Estás loca? ¿O eres simplemente demasiado estúpida?

—Dánae —mi madre me amonesta sin ganas, casi por inercia y, por supuesto, la ignoro.

—¿Cómo se te ocurre desactivar la seguridad en un momento como este?

La loca me mira como si no se arrepintiera. Se ve que a la edad de Matusalén finalmente ha desarrollado la valentía.

—Esa gente que está ahí fuera cuenta con ustedes y se merece ser salvada en lugar de ser dejada atrás para ser despedazada. Esta mansión es segura y yo solo sentí que debía darles la oportunidad de tener un refugio.

—¿Y a quién le importa lo que tú sientas? Esta casa no es tuya y no eres nadie para tomar esa decisión y poner a todas las personas aquí dentro en peligro. Hemos visto a un niño morir de una manera horrible y ¡es tu maldita culpa por abrir la puerta a todo lo que está ahí fuera!

Mi padre me agarra de la cintura para retenerme y hace bien porque en este momento tengo ganas de matarla.

—¡Os lo dije! ¡Os dije que no tratarais al maldito servicio como si fuera de la familia porque al final se lo creerían! ¡Y mirad lo que ha hecho! ¡Podríamos morir todos por su culpa!

—Cálmate —mi padre me sujeta con fuerza—. La intención de Mabel era buena.

—¡Me da igual cuál sea su intención! ¡Ella no solo dejó entrar personas, dejó entrar monstruos! —me giro para clavar mi mirada en ella y gritarle las palabras a la cara—. ¡Si quieres jugar a la heroína, sal ahí fuera y muere tú por ellos, pero no ofrezcas las vidas de los demás por tu complejo de salvadora!

Su cuerpo se estremece por la rabia en mi voz, pero ahora mismo, si el techo se abriera y le cayese un rayo, me seguiría sin dar pena. De hecho, tengo el impulso de abrir una ventana y lanzarla por ella. Vamos a ver cuánto tarda en arrepentirse de haberlos dejado entrar.

—Ahora ya no se puede hacer nada —Stan trata de calmar las aguas con practicidad—. ¿Qué debemos hacer?

La pregunta va dirigida a mis padres y veo cómo vuelven a comunicarse en silencio hasta que mi padre cuadra la mandíbula y me suelta.

—Dejaremos entrar a la gente y nos refugiaremos en el búnker.

Mabel suspira con alivio y mira a mis padres con orgullo, como si no esperara menos de ellos. Yo los miro sabiendo que no debería esperar más.

—Pues que os divirtáis en ese agujero —sé que llamar agujero a un búnker de cinco pisos es exagerado, pero mi peor pesadilla es estar bajo tierra—. Yo voy a por Ada y luego buscaré a mi theío y me iré volando de aquí con él.

—Dánae —mi padre me detiene cuando voy a bajar los escalones—. No puedes salir de aquí, es demasiado peligroso.

—Corro más peligro quedándome con tres desequilibrados como ustedes. Tenemos un avión y podemos irnos; pero en lugar de eso queréis quedaros atrapados bajo tierra con una multitud de gente histérica.




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