Calima Roja

8

Oye, Jude, no tengas miedo

23 Dekémvriou/ 10:07 a. m.

Aparto la mirada de la pantalla, sorprendida de que solo hayan pasado dos días desde que todo empezó. Hace dos días mis maletas estaban hechas para hoy. Hace dos días la vida tenía sentido o, por lo menos, lo tenía para los demás; yo siempre fui la nota discordante, pero incluso en eso había cierta sensación de normalidad. Ahora estoy en un pequeño vehículo blindado siguiendo a un coche que conduce la persona más peligrosa que he conocido nunca.

La persona viva, en realidad, porque incluso eso ha cambiado.

Dos sospechosamente pacíficas horas de atravesar carreteras vacías, excepto por los ocasionales coches abandonados, y más de cien páginas de la ex reina de Elfhame lloriqueando por su horrible destino de ser exiliada al mundo al que pertenece, pobrecita, no han conseguido tranquilizarme. Todavía siento la ansiedad enroscándose en mi pecho, el temor de que en cualquier momento el suelo se abra para dejar salir a un montón de demonios que vengan a por mí.

Era una pesadilla que solía tener de niña después de las historias que nos contaba mi theío. Mis padres me abrazaban y me calmaban, prometiéndome que eso jamás pasaría. Es increíble cómo mienten los padres, empiezan con lo del duende de los dientes y nunca paran.

Cuando comenzamos a cruzar un puente de carretera, me extraña notar a través de la niebla que hay una gran cantidad de coches abandonados aquí. He visto muchos a lo largo del camino, pero ver tantos en el mismo punto no me da buena espina.

Me inclino hacia el parabrisas para intentar ver dentro de uno de los coches y un escalofrío hace que mi piel se ponga de gallina. Tal vez estoy desarrollando mi propio sentido arácnido.

Saliendo de la nada, algo impacta en el vehículo con tal fuerza que sale volando hasta estrellarse en la carretera de debajo.

Desde fuera debe haber sido espectacular, como una película, pero para mí no es más que un segundo: de repente el mundo se pone del revés, mi estómago da un vuelco y mi cabeza palpita. Es como cuando cierras un momento los ojos y te quedas dormida, pero te despiertas de golpe, desorientada y con la percepción del tiempo alterada.

De alguna manera, el vehículo cayó de frente sobre la calzada. El parabrisas está blindado, por lo que no se rompió, pero a pesar del cinturón que sujeta mi cuerpo al asiento, mi cabeza debe haberse golpeado con fuerza, teniendo en cuenta el dolor que siento y que mi cara está apretada contra el cristal, dándome una increíble visión borrosa del pavimento fotovoltaico. Será un milagro si solo tengo moretones y no algo roto y tendré suerte si lo roto no es mi cráneo.

Noto cómo se me revuelve el estómago o eso creo, hasta que me doy cuenta de que lo que se mueve está fuera de mi estómago y me hace cosquillas con su pelaje. Ada ha tenido más suerte que yo; meterse bajo mi chaqueta le ha sido útil. La colocación de las tiras del cinturón ha mantenido su refugio a salvo, aunque debe estar asustada ya que estaba todavía dormida cuando todo pasó.

Trato de orientarme, pero me resulta difícil pensar con el rugido en mi cabeza. ¿Debería tratar de salir por mi cuenta o esperar a que él venga por mí? Se supone que no debes moverte si te golpeas en la cabeza, pero no es como si pudiera llamar a una ambulancia y no sé qué conocimientos médicos tenga Zarek, así que no sé si realmente importa.

Dadas las circunstancias actuales del mundo, morir de un golpe en la cabeza tal vez sea una muerte tonta, pero también es una no tan dolorosa. Por suerte, soy una persona pragmática.

Lástima que haya alguien ahí arriba que no quiere que muera o tal vez los dioses están luchando entre ellos por mi destino y no soy nada más que el peón en su tablero de juego, porque en el momento que decido rendirme y esperar a que Zarek o la muerte vengan a por mí, lo que llegue antes, me doy cuenta de que el rugido no viene precisamente de mi cabeza.

No puedo verlo, pero puedo oír a eso, no, ya no es eso, al nekrofágoi rondando el vehículo como un depredador a su presa mientras ruge y lo golpea con sus garras tratando de llegar a mí.

¿Dónde demonios está Zarek? ¿Sabrá siquiera que mi vehículo cayó a la carretera? ¿Le importará? ¿Se arriesgará a luchar con esta cosa para salvarme? No lo sé y la verdad es que no puedo contar con él ni con nadie para cuidarme. Estoy sola hasta que encuentre a mi theío y quiero hacerme una bola y llorar porque la verdad es que soy una inútil que no está preparada para cuidarse a sí misma.

Pero tengo una muy baja tolerancia al dolor y la perspectiva de que me coman viva activa al máximo mi instinto de supervivencia. Desabrocho el cinturón de seguridad, sosteniéndome sobre mis manos y rodillas para no estrellarme contra el cristal y aplastar a Ada. Espero a que el nekrofágoi se mueva al lado izquierdo del vehículo y me posiciono sujetando la mochila y a Ada con fuerza. Tengo solo una oportunidad y espero que, si no para mí, por lo menos sea suficiente para Ada.

En cuanto estoy segura de que está junto a la puerta diédrica, la abro rápidamente, golpeándolo con ella; oigo como su cuerpo se estrella contra el pavimento, pero no me molesto en darle ni una sola mirada. Corro directamente hacia los árboles del bosque.

Y corro y corro.

Hasta que mis pulmones me suplican parar por aire y mi visión está completamente nublada.

Me apoyo en el tronco de un árbol hiperventilando mientras bajo la cremallera de mi chaqueta para dejar salir a Ada. Ella salta al suelo y me observa como si estuviera evaluando mi estado.

—Soy una inútil en cuanto a supervivencia y, seamos realistas, es el segundo día y ya estoy casi muerta; no voy a durar mucho. Ya no puedo darte riquísimos platos de chef, vestiditos con lazos o camas mullidas. La vida de princesa se acabó, así que si quieres irte, este es el momento. Seguramente estarás mejor por tu cuenta que conmigo.




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