Calima Roja

11

¡No me toques las palmas que me conozco!

El rojo lo inunda todo.

Lo cubre todo.

Lo ahoga todo.

Brilla en el suelo, en el pelaje, en la ropa negra, en mis manos...

A través de una película sangrienta he caído por un túnel, perdiendo todo lo que soy en el camino. Todo se ha desdibujado y apagado menos el rojo.

Hasta mis pensamientos han perdido sentido.

—...

Soy consciente de que alguien está frente a mí diciendo algo, pero sus palabras están lejos de alcanzarme.

Cierro los ojos y me concentro en mi respiración. Inhalo y exhalo varias veces hasta que finalmente lo escucho.

—Dánae.

Un nombre. Mi nombre. Sí. Dánae Chrysomallis. No puedo olvidarlo.

Abro los ojos y lo primero que veo es una camisa negra manchada de sangre. Cuando elevo la mirada, observo una cara dolorosamente perfecta. Es un pecado que él tenga esa cara. Un desperdicio.

—¿Estás bien?

La pregunta no viene del frío demonio con la cara tallada por los ángeles, sino de César, que todavía mantiene sujeto al hermano mediano.

—Estoy bien, a diferencia del pobre ciervo que este animal salvaje ha asesinado.

Por supuesto, él ni se inmuta. Para crear a Zarek no se usó barro, sino hielo.

—¿Sabes cuántos años de condena tendrás que pagar por cazar a un animal?

—No creo que nadie me condene por cazar para comer y sobrevivir.

—¡¿Te quieres comer la carne de un animal?! —Mis ojos se abren tanto que me sorprende que no se salgan de las cuencas—. ¡¿Qué eres, un psicópata?!

Me mira como si pensase que estoy exagerando, pero en serio, ¿quién se come a un animal hoy en día? ¿Vive la gente de otros continentes como cavernícolas?

—¿De qué os conocéis? —pregunta Saya, mirándonos con bastante interés.

—Por mis padres —resumo porque no me gusta dar explicaciones a desconocidas chismosas.

Zarek cambia su atención hacia su hermano, que está contenido en el fuerte agarre en que lo mantienen César y Weasley.

—¿Vais a soltar a mi hermano?

—Depende —responde César y me sorprende gratamente que sea capaz de enfrentar a Zarek porque puede que sea veinte años mayor y haya sido sheriff, pero honestamente no tiene nada que hacer contra él y es algo obvio —. ¿Dejará tu hermano en paz a ese niño?

La fría mirada de Zarek primero recorre a Flounder, que está inconsciente en el suelo con la cara amoratada, y después se clava en su hermano, que juraría que se estremece.

—Da.

Inmediatamente el cuerpo de su hermano se relaja como si hubiera perdido cualquier ánimo de luchar y César y Weasley lo sueltan.

—¿Qué pasó?

Dos simples palabras que hacen que el cuerpo del hermano mediano se llene visiblemente de rabia otra vez.

—¡Asher le disparó a Grigory y después simplemente se fue dejándolo solo con un montón de carroñeros!

Zarek lo mira como si fuera idiota, o eso creo; no es tan fácil adivinar las expresiones de un muñeco de nieve.

—¿Y por eso haces todo este escándalo? —cuestiona, sonando menos que impresionado.

—¡Es nuestro hermano! ¿Qué demonios te pasa? ¿No te importa que muera?

Es curioso verlos juntos, como observar un encuentro entre los polos opuestos de la naturaleza.

—Los dos sabemos que Grigory no está muerto —contesta Zarek sin perder un ápice de calma—. Ha sobrevivido a cosas peores.

¿Peores que recibir un tiro y estar rodeado de no-muertos hambrientos? ¿Cuáles? ¿Dónde?

El hermano mediano debe de creerlo también porque suelta el aire de golpe y parece calmarse un poco, tal vez una décima.

—¿Entonces qué hacemos, nos sentamos en la azotea a esperar a que vuelva?

—Podemos comer mientras esperamos.

Parece una broma, ¿no? Pero obviamente no lo es. Zarek siempre habla cien por ciento en serio.

Hay un momento de incómodo silencio en el que nadie se atreve a decir nada; puede que Flotsam sea el líder, pero está claro a quién tienen todos miedo de contradecir.

Todos menos yo.

—Podéis subir cuanto antes; nosotros nos vamos.

Siento todas las miradas clavarse en mí. La de Zarek es la más intensa, congeladamente intensa.

—¿A dónde?

Sin exagerar, Zarek da miedo, y a diferencia de los demás, yo sé exactamente en lo que trabaja, por lo que estoy más asustada de él que el resto, pero prefiero morir que demostrarlo.

—Vamos a buscar un lugar para tener una charla y establecer los términos de un trato. Por razones obvias, tú y tus salvajes hermanos no estáis invitados.

La mandíbula de Milhouse cae casi hasta el suelo; los otros me miran como si fuese una loca.

El hermano mediano bufa con incredulidad.

—¿Esta mocosa quién se cree que es para hablarte así?

—¿Qué trato vas a hacer con ellos? —me pregunta Zarek, ignorando al idiota que está a su lado.

Le regalo mi sonrisa más dulce.

—Voy a llevarlos a un lugar seguro a cambio de un par de condiciones.

Las cejas de Zarek se elevan un poco, lo suficiente para saber que está sorprendido y ¿tal vez un poco impresionado? Me gusta pensar que lo está.

—Espera aquí.

Tras decir eso y dejarnos a todos estupefactos, empuja a su hermano hacia la cuerda para subir a la azotea.

En cuanto ambos desaparecen, Flotsam recuerda cómo se habla.

—Debemos aprovechar para irnos ahora.

Todos están de acuerdo y Weasley se agacha para cargar sobre su hombro al desmayado Flounder.

—No servirá de nada —les aviso—. Si Zarek quiere encontrarnos, lo hará; es un rastreador.

—¿Exactamente cuánto lo conoces? —vuelve a indagar Saya—. Todos pensamos que los hermanos deben de ser criminales, así que ¿cómo es que conocía a tus padres?

Saya está escalando rápidamente posiciones en mi lista mental de personas que me desagradan. En el mundo normal ya estaría planeando cómo atormentarla.

—Zarek trabajaba para el gobierno de Rumania y, como mis padres solían viajar mucho a otros continentes, sobre todo a Europa, para asuntos políticos, llegaron a trabajar juntos. Yo lo conocí porque algunas veces mis padres me llevaban a sus viajes.




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