Calima Roja

17

¡Shinzou wo Sasageyo!

Nah, es broma.

En realidad, por una vez la suerte me sonríe.

Cuando abro los ojos, me desorienta estar en una posición diferente de la que me dormí y asumo que alguien —Zarek— debe haber reclinado mi asiento hacia atrás.

Escucho un sonoro ronquido y cuando giro la cabeza veo al hermano mediano encogido contra la ventana y con el cuello doblado en un ángulo incómodo. Me sorprende que pueda dormir así.

Me destapo y, tras sentarme, miro alrededor del pequeño espacio, comprobando que Ada no está por ningún lado. Zarek tampoco, así que me imagino que se habrá ido con él.

Tampoco hay rastro del pequeño homicida.

Con un suspiro miro por la ventana tintada, pero me quedo atónita ante lo que veo.

"Después de la tormenta siempre sale el sol".

Y ahí está Lorenzo presumiendo de sus brillantes rayos.

Abro la puerta despacio, con miedo de que otra alucinación pero no lo es. Realmente; la tormenta se ha terminado.

Con una gran sonrisa que hace que me duelan las mejillas, levanto la manga del suéter para comprobar mi Exéli Watch y casi doy saltos de alegría cuando veo que funciona.

Lo primero que hago es comprobar la fecha.

Miércoles. 15 de Lanuáriou. 07:35 am.

Perdimos cuatro días por la tormenta. Y a un miembro del grupo.

Compruebo que todo funciona en el Exéli Watch y después cierro la puerta y me inclino hacia el hermano mediano, que todavía está roncando.

—¡Good morning, Sunshine! —grito a la vez que aplaudo cerca de su cara.

Él da un brinco y se atraganta con su propia saliva.

—¡¿Qué pasa?! —pregunta mirando confuso a todos lados.

—Nada, solo quería despertarte.

Tras decir eso, me muevo hasta el asiento del conductor y abro la puerta para bajar mientras él se restriega la mano por la cara, soltando ruiditos de queja. La cueva ahora está completamente iluminada, dejándome ver los dos coches y al grupo reunido en el poco espacio que queda entre ellos.

—Buenos días —digo por costumbre, sintiendo la frialdad de la tierra en mis pies descalzos.

—Buenos días —responden a la vez en un extraño coro demasiado alegre que me hace poner una involuntaria mueca de asco.

—¿Qué os pasa?

—Queríamos agradecerte —explica Wesley mirándome como si no estuviera seguro de lo que dice—. Por habernos ayudado en lugar de abandonarnos.

—No hace falta, no lo hice porque me importarais —les aclaro antes de mirar a César—. Aprovechemos nuestra buena suerte y avancemos todo lo que podamos hoy. Hemos perdido demasiado tiempo.

—Os dije que era una pérdida de tiempo —oigo a Wendy murmurar mientras rodeo a uno de los coches y me agacho para ver a la pequeña diva que está cavando un hueco en el suelo de tierra.

—¿Qué haces, pequeña zorra?

Ella interrumpe su tarea para correr hacia mí y saludarme lamiendo mi barbilla.

—Buenos días —saluda una voz a mi espalda.

Giro el cuerpo y elevo la cabeza, dejando a mi mirada pasearse por la alta silueta que, recortada por el sol, parece estar rodeada de un halo.

Su ropa negra táctica está de regreso. Está tan guapo y frío como siempre. Lo único diferente es el bicho que reposa sobre su hombro. Mis ojos se estrechan al ver al pequeño homicida, pero siguen de largo hasta encontrarse con los suyos.

—Deberías cuidar de tu nuevo amiguito; Ada ya ha planeado su asesinato y cavado su tumba.

Él gira un poco la cabeza y capto una ligera curiosidad en sus cristalinos ojos.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque somos iguales —sonrió y me levanto con Ada en brazos—. A las dos nos gusta cazar como presas a los que se atreven a entrar en nuestro territorio.

Tras decir eso, paso por su lado para dirigirme al coche y, antes de subir, grito sin girarme:

—¡Nos vamos ya!

☄️

Poco después estamos de vuelta en la carretera.

Estoy disfrutando en silencio de mis galletas favoritas de barquillo, las de avellana, cuando el hermano mediano se encaja en la separación de los asientos delanteros haciéndome suspirar.

—¿Puedo hacerte una pregunta?

—No.

Pero por supuesto, él la hace igual.

—Ese día que casi matas a Saya, te desmayaste y luego no nos reconociste, ¿lo recuerdas?

Lo ignoro y sigo comiendo las galletas, masticando con fuerza, como si así pudiera ahogar su voz.

—Lo digo porque cuando despertaste la primera vez estabas llorando.

Abro una de las galletas y le acerco la parte con crema de avellana a Ada para que la lama.

—Hay un anime en el que también pasaba eso, ¿sabes? El protagonista se despertaba llorando y era porque había visto el futuro. Cuando te vi despertar llorando, me recordó a eso y pensé que tal vez te había pasado lo mismo. ¿Hay alguna posibilidad de que hayas visto el futuro? Porque si voy a morir, me gustaría saberlo para poder disfrutar de los días que me queden.

—Deja de decir tonterías —lo reprende Zarek.

—¿Estás hablando de Shingeki no Kyojin? —le pregunto girándome para mirarlo.

—¡¿Lo has visto?! —exclama, sonando entre emocionado y sorprendido.

Asiento y él me da una gran sonrisa que como siempre se vuelve extraña por su cicatriz.

—Es genial, ¿verdad? Aunque la animación es rara porque las temporadas fueron animadas por diferentes...

—A mí no me gustó —lo cortó antes de que me suelte todo el rollo.

Su boca literalmente cae abierta por unos segundos antes de que explote:

—¡¿Por qué no?!

—Porque no me gustan los destinos predeterminados. Siempre me ha gustado más la idea de que tu destino lo formas con tus propias decisiones.

Él me mira confuso como si tratara de darle sentido a mis palabras.

—Me refiero a que me pareció demasiado injusto para Eren ser el instrumento de la liberación de alguien más —ni siquiera sé por qué me tomo la molestia de explicárselo, seguro que lo que le interesa del anime son las batallas épicas y no el trasfondo—. Es como si su vida no hubiera valido nada; él solo existía para llevar a cabo una cruel misión.




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