PREFACIO
La noche habia caído, despues de esperar horas y horas. No podía evitar sentirme aturdida y algo irritada por tener que esperar a que la oscuridad se desplazara por toda la ciudad.
Siempre empezaba el dia con una persona enterrada en mi mente y en mis sueños: Ander. Si, aquel chico que me conquisto en una noche bastante tenebrosa y poco capaz de describir. Una noche en la que habia perdido todos mis eslabones mentales que ayudaban a seguir adelante. Aquella noche, en la que el me salvó, no exactamente como a un principe azul, pero si como a un ángel disfrazado de demonio, que me enamoro con sus encantos.
Me asegure de que todas las luces de la casa estuvieran apagadas, como también me encargue de que mis padres estuvieran completamente dormidos y perdidos en el sueño. El silencio que reinaba por toda la casa era de apreciar, como siempre lo era. No habia ninguna diferencia del dia y de la noche. La casa parecía un hogar fantasma. Hasta podría parecer una casa abandonada, si no fuera porque mamá se encarga de que la servidumbre mantenga cada espacio limpio.
Papá y mamá siempre suelen trabajar las veinticuatro horas del dia. Es como si el trabajo saciara todas su necesidades cotidianas, siempre dejando a un lado que tienen a una hija en casa de la cual podrían cuidar. No los juzgo, se que su trabajo requiere de bastante tiempo, pero cada vez que los llego a ver, me pregunto, ¿Se habrán olvidado de que existo? Si, tal vez es solo una pregunta estúpida y poco lógica, por que, ¿Quién olvidaría a un hijo?, es casi imposible que algo así pase, pero ese casi, me dice que puede ocurrir conmigo.
Levante el marco de la ventana y pase una pierna por el mismo, procurando que mis movimientos no hicieran ruido alguno. La escalera de madera, la cual utilizaba usualmente para mis pequeñas aventuras, me esperaba con sus escalones de madera casi desgastados. Pase la otra pierna y le di una ojeada a mi habitación, la misma que abandonaba cada noche. Ya no temía dejar el cuarto completamente solo, por que estaba casi segura de que lo que menos les preocuparía a mis padres era pasar a visitarme por las mañanas antes de irse al trabajo, así que lo dejaba tal y como estaba sin detenerme a poner almohadas entre las cobijas para fingir que estaba ahí.
Baje las escaleras a paso lento y cuando llegue abajo, me frote los brazos buscando calor. La brisa nocturna siempre solía ser fría, pero a pesar de que sabia eso, me aferraba a estar descubierta de las piernas y brazos.
Todas y cada una de las residencias permanecían silenciosas, sin movimiento alguno y sin luz que las alumbrara. Todo parecia tan sereno. Agradecía infinitamente que la mansion estuviera a las orillas de la privada. En un lugar mas apartado en el cual mi privacidad y la de mis padres era mas respetada que la del resto de casas que nos rodeaban.
La ventana de la que usualmente bajaba, daba a la parte trasera de la casa, un lugar poco visitado y en el que pasaba desapercibida sin ningún problema. Solo era un angosto callejon que separaba una casa de la otra y el mismo estaba acompañado de un contenedor de basura junto a una lampara de alumbrado publico. Eran mis únicos complices.
De pronto senti alguien que llego detrás de mi y me sostuvo por la cintura, brindando pequeños besos húmedos en la curva que habia entre mi cuello y hombro, sacándome una sonrisa lobuna.
—Creí que tardarías mas—murmure perdida en sus caricias, ladeando ligeramente la cabeza para darle mas acceso a sus labios.
—Sabes que yo nunca tardo—se limito a responder.
Me giro bruscamente en un movimiento ágil y me acerco mas a su cuerpo duro, apretando mi cintura en el acto. Sus labios atacaron los míos con posesividad sin dejarme decir nada mas y su mismo cuerpo fue retrocediendo junto con el mío a medida que su boca seguia con movimientos mas rápidos y fuertes, hasta que mi espalda choco en un golpe seco contra la pared de la otra casa, provocando que un gemido involuntario saliera de mi garganta quedando atrapado entre nuestras bocas.
Su mano se escabulló por mi trasero para brindarle un apretón, que prendió miles de reacciones en mi cuerpo. De repente sentí la necesidad de sentirlo mas a fondo, de tocarlo, de sentir sus manos recorriendo cada centímetro de mi piel pero un carraspeo nos trajo a la realidad, dejándome con una ganas intensas de deshacerme del cosquilleo que se creo debajo de mi vientre.
—¿Interrumpo?
Aquella voz lleno mis oídos. Una voz gruesa y a decir verdad, demasiado dura, que hizo volar mi imaginación para llevarme a un mundo donde esa voz se veía remplazada por gemidos, que lograron encenderme.
Otra vez no.
—Lamento no habértelo dicho desde un principio—murmuro Ander a una minima distancia de mis labios—pero llegaron visitas.
Se separo lentamente de mi cuerpo y volví a sentir un ligero vacío, que enfrió mis extremidades en lo inmediato.
—Vaya, no sabias que podías divertirte tanto a mis espaldas, hermanito—volvio a hablar aquella voz que logro activar mis sentidos.
De la esquina del callejon, donde la oscuridad cegaba mi vision, vi la silueta de un hombre alto. A penas y podía visualizarlo pero podía admirar sus brazos marcados y la manera en que sus músculos se contrajeron cuando se cruzo de brazos comenzando a salir de ahí para desvanecerse hacía la luz.
—Puedo ser sorprendente cuando me lo propongo—hablo mi novio, mirando atentamente a su hermano, el cual no conocía de absolutamente nada.
Cuando por fin su físico se alzó frente a mi, tuve que limitarme a cruzar las piernas ligeramente, viendo como su bien trabajado cuerpo, se encaminaba en mi direccion a paso lento, manteniendo su postura recta y luciendo una gran sonrisa ladina que demostraba puro interés y maldad.
—Así que tu eres la famosa Diane, ¿Cierto?—cuestiono en cuanto estuvo a unos pasos de mi.