CAP. 2- DIANE COLLINS
Siempre pensé en que mi propio destino podría ser mi propia destrucción. Recuerdo casi a la perfección aquella vez que fuimos al parque mi madre y yo, y desafortunadamente termine con una bolsa negra en la cabeza y unos cuantos secuestradores a mi alrededor. Habia sido la peor de las experiencias, pero comenzaba a considerar que mi futuro me estaba dando una mala jugada. Desde aquel dia, mi vida estuvo llena de accidentes, caídas casi mortales, problemas, problemas y mas problemas.
Nada fuera de lo cotidiano, pero sin embargo, pequeños eventos que jugaban con mi vida e integridad.
Hasta que llego otro evento desafortunado.
Las extremidades de mi cuerpo se encontraban frías de una manera impresionante, y aunque me negaba a abrir los ojos, podía sentir la presencia de un olor agrio y poco agradable. Sentia mi cuerpo mojado y si, pude percatarme que estaba recostada sobre un piso de agua, que según mis cálculos llegaba a mis tobillos. El silencio era mi único mi acompañante, muy a parte de la oscuridad que me rodeaba. Y a pesar de que apreciaba que nadie estuviera conmigo, no podía dejar de quejarme mentalmente por el horrible olor que impregnaba el ambiente.
Abri un ojo con temor y me encontre con la misma oscuridad a la que por mucho tiempo estuve acostumbrada, despues de un tiempo me hice a la idea de que no debia temerle a nada de lo que estuviera en ella, por que dentro de todo, ella siempre me acompañaria a todo lugar.
Me reincorpore en mi lugar, sentándome sobre el líquido que chapoteaba a mi alrededor y suspiré. ¿Debía gritar por ayuda?, Si bien recordaba, a los secuestradores no les agradaba la idea de que su víctima diera señales de vida pero el silencio me daba tanta paz, dejando aun lado que me moría de miedo, que decidí mejor quedarme así.
Aún no podía ignorar el dolor punzante en mi cabeza y la sensación de ardor en mis muñecas y tobillos.
No fue hasta que la luz fue encendida, deslumbrandome por una milésima de segundo. Cerré los ojos con fuerza y luego espere a que mis ojos se acostumbran a la luz. Al enfocar la vista, pude ver exactamente el lugar donde me encontraba.
Era una especie de "celda" con paredes completamente blancas y un piso lleno de... Agua. Si, agua. La cual ya había mojado mi bata de dormir y mi cabello trenzado. Estaba descalza y por las manchas de suciedad pegadas en las plantas del pie, supuse que tal vez camine dormida o anduve por un lugar lleno de tierra o polvo. Que lógica tan estúpida.
Mire hacia arriba y me encontré con una grata sorpresa (nótese mi sarcasmo). Podía deducir que la "celda" tenía unos nueve metros de alto, y a penas podía ver un ventanal en lo alto, del cual comenzaba a sentir que era el lugar donde me vigilaban o tal vez solo eran ideas locas.
—¿Hola?—me atreví a preguntar en un grito que resonó, gracias al eco—¿Alguien está ahí?, ¡Ayuda!
Me pare de ahí y comencé a dar saltos en mi lugar alzando los brazos para que notarán mi presencia, provocando que el agua brincara y salpicara mis piernas descubiertas. Continué así por unos minutos hasta que la gruesa puerta de acero oxidado, se abrió en un rechinido.
—¿Blair?—pregunte al verlo, parado debajo del marco de la puerta—¿Que hago aquí?, ¿Sabes quién me trajo?
—Vengo a sacarte de aquí—se limito a responder—Necesitas darte una ducha y cambiarte esa ropa—me señaló de pies a cabeza.
—Pero...
—No hagas preguntas, Diane. Me causaras mas problemas de los que ya me has dado.
Me quedé viéndolo fijamente y ahí fue cuando me di cuenta de que tenía el labio partido y hematomas en los pómulos, junto con una ceja abierta y un poco de sangre en su camisa.
—¡Por dios!, ¿Que te paso?—pregunte, acercándome a paso apresurado.
—No más preguntas. Alguien vendrá para acompañarte a una habitación. Aseate y cuando estés lista, infórmate a la persona que te atendió para que te lleven a la aula de atención, ¿De acuerdo?
Lo analice una vez mas y tomando en cuenta de que ninguna de sus palabras fueron amistosas y que tenia una fachada de querer matar al primero que se cruzara por enfrente, me limité a asentir, viendo como daba media vuelta y salía de mi vista, volviéndome a dejar como una tonta en media celda.
En menos de lo que espere una chica pelirroja entro por la puerta con una toalla blanca bajo el brazo y un uniforme peculiar. Me sonrió con amabilidad y extendió la toalla para pasarlo por mis hombros. Era muy joven, incluso llegue a pensar de que aun era menor de edad.
Era alta y esbelta, con un color de piel un tanto pálido y mejillas infestadas por pecas, acompañado de un rubor natural permanente, que la hacía ver muy tierna. Su cabello naranja amarrado en una coleta alta, acompañado de un moño blanco. Y ni hablar de su uniforme negro que se ajustaba a todo su cuerpo, contorneando su figura casi perfecta, con un cinturón con compartimentos para armas y botas negras demasiado grandes como para el tamaño de su pie. Era una chica atractiva y mas que bonita era amable y carismática, lo cual agradecí infinitamente.
Me guío por unos pasillos bastante extraños que resaltaron por ser bastante fríos y solitarios, y me llevo hasta una habitación la cual ya era mas decente que en la que había estado. Era como la suite de un hotel. Una pequeña sala con un gran ventanal que daba a un hermoso jardín, una cocina perfectamente amueblada, dos baños y tres habitaciones con una cama y dos mesitas de dormir. Todo con cierto aire de lujo que hasta me dio temor arruinar cualquier cosa que estuviera por ahí.
La pelirroja me llevo a una de las habitaciones y me aseguro que podía tomarme una ducha. Pero antes de que se fuera le pedí que se quedara conmigo, lo cual no dudo en aceptar. Me sente en la orilla de la enorme cama y ella se quedo frente a mi. Observe como mordía su labio y tenia el leve presentimiento de que queria preguntar algo.