Cambiaste Mi Mundo

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CAPITULO 6. – DIANE COLLINS

Lo primero que mi mente pudo percibir despues de un fuerte pitido en mis oídos, fue aquel apellido que salio de su boca “Carrington”. Comenzaba a considerar que la suerte no siempre estaba de mi lado, siempre tenia que encontrarme con los aliados de un posible enemigo y no era una situación que fuera de mi agrado absoluto.

Despues de aquella presentación, me limite a observar su escultural cuerpo. No estaba nada mal. Comenzando por la manera en que sus brazos se trazaban a través de la tela de su camisa. Y la manera en que su corset se acomodaba a su apantallante cintura. Sus largas piernas y la altura que aun no terminaba de sorprenderme.

Y reconsiderando lo que minutos antes habia pasado, llegué a la conclusión de que definitivamente mentir nunca fue una de mis mejores cualidades y mas cuando situaciones como esas se cruzaban en mi camino. Siempre solía tartamudear, transpirar con exageración o ponerme en vergüenza cuando me ponían a prueba, y aquella vez no fue la excepción. Aun puedo recordar el fino ardor que permanecía en mi nuca, despues de aquel tremendo golpe que me di con el mueble, pero trataba de disimular manteniendo un porte serio y lleno de misterio.

Ya me habia delatado a mi misma, lo que menos esperaba era pasar alguna que otra vergüenza. Al menos me aseguraría de no cometer otro error para no verme más tonta de lo que ya parecía.

Como lo decía, la habitación no parecia de lo mas cómoda y segura para entablar una amistad, pero tomando en cuenta de que “Mr. Zanahoria”, parecia querer mantener la mejor conversación de la vida dentro, no podía rechazarlo. Ademas, aun estaba agradecida por el hecho de que me devolviera mi precioso vestido, sino hubiera sido por que me lo encontré, aun seguiría buscándolo por mar y tierra.

Algo dentro de esa habitacion me hacía desconfiar. Para serles sincera solo era un cuarto de paredes de metal, con un color plateado muy inquietante. Los percheros reposaban en cada esquina de la habitación, habia canastas llenas de ropa, a montones. Ropa vieja, nueva, rota, sucia y alguna que otra deslavada. Tenían un estante en el medio de la pared con pares de zapatos de gran variedad. Aunque el lugar estaba rodeado de ropa, se sentia un frio confuso. Como si las paredes refrescaran el ambiente, y estas mismas se mantuvieran como el estado en el que estaban los objetos. La mayoria dañados.

Quise dejar a un lado el lugar en el que estábamos. Despues de todo, tenia algunos que otros pensamientos en los cuales enfocarme, como el hecho de que debíamos darle cierta importancia al apellido ´Carrington´ que portaba Chase. Ese apellido se habia quedado grabado en mi memoria desde que cierto hombre habia aparecido en mi vida. Eso queria decir que Chase era parte de la familia. Podía ser el primo, el sobrino, el tio lejano o… ¿El hermano?

Eso tenia que averiguarlo mas adelante, tampoco queria verme como una entrometida ni mucho menos.

Podía notar en la mirada de Chase, la curiosidad picar, tal cual como picaba en la mía. Demostrando con el deseo en su mirada el interés por saber más de mí, pero a la vez, como si tuviera miedo de conocerme, era extraño, pero mas que extraño era… Satisfactorio.

Si. Satisfactorio.

Y lo era por el simple hecho de que algo dentro de mi comenzaba a crecer. Era ese pequeño sentimiento que se agigantaba dentro de mi pecho, al pensar que por tan solo una vez en mi vida me veía como una chica interesante. Como algo mas que una simple adolescente con “dramas trillados” tal como lo dijo la señora Marina.

—Eres toda una chica rebelde—se burló, haciendo un mohín, mientras se acercaba a mi, situándose frente a mi—Te atreviste a cruzar todo el campus de Atlantis para llegar a un simple vestido. Eso suena como una buena aventura.

Casi de manera involuntaria tuve que levantar la cabeza para poder verlo bien a la cara. Casi podía contar los metros de altura que me llevaba. Odiaba ser tan diminuta cuando en casos como esos queria demostrar mi verdadera seguridad.

—Lo fue—le asegure con una sonrisa—Creo que su seguridad no es muy buena.

Comenté.

Y era verdad. Cualquier persona podía infringir dentro, sin ningún problema. Hasta la persona más torpe podía pasar desapercibida y nadie se daría cuenta.

—Me suena tentador tu nombre, pero es aún más tentador e interesante tu apellido—comento, alejándose de mi para caminar a paso lento detrás de mí. Di una vuelta sobre mi lugar, mirándolo meticulosamente y observé como tomaba una capa de la canasta de ropa para analizarla y despues soltarla como si esta no le hubiera proporcionado gran interés. Al instante de que dejo aun lado su acción, me miro de reojo para seguir hablando: —¿Eres nueva por aquí?, porque créeme que, si alguna familia se hubiera mudado a Atlantis, todos estaríamos al tanto de eso. Sin embargo, no he escuchado nada al respecto.

—Pues… Si. Básicamente soy nueva—me limite a responder. No estaba muy segura de querer contarle todo lo que me habia estado ocurriendo.

—Entonces puedo llegar a la conclusión de que eres la primera Collins que llega a Atlantis, ¿No es verdad?

—Tu conclusión es buena—le di señal de verde a lo que el sonrió.

—Soy muy bueno para sacar conclusiones—se encogió de hombros y despues tomo de una repisa un viejo reloj de bolsillo. La cadena colgaba de la parte inferior de sus dedos y podía ver el brillo reluciente que reflejaba la cadena de oro.




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