Cambiaste Mi Mundo

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CAPITULO 7.- NARRADOR OMNICIENTE.

La ceremonia tendría comienzo en una de las iglesias mas importantes de Atlanta. Los techos altos creaban eco y el brillo del oro impregnado en las paredes, era todo lo que volvía el ambiente mas tenso y a la vez inquietante, mas para el chico que se encontraba esperando a Diane en el altar: Blair.

Para todos, incluso para la mismísima Marina, era un día especial. Habia algo en el ambiente que les hacía jurar que aquel pacto seria inolvidable. Y puedo asegurarles que lo sería.

Entonces, justo en ese momento de tensión y espera, se presentaba el otro lado de la cara. Aquella faceta de Blair que se obligaba a mantener oculta, aquella que representaba a un chico tímido e inseguro de si mismo. La representación de un Blair sin filtros. Sin duda, esa faceta estaba dentro de una cajita guardada en su interior, deseando abrirse para mostrar al mundo la manera en que Diane, hacia efectos en el.

Su mente reaccionaba contra sus propios impulsos y fue ahí cuando las preguntas comenzaron a surgir de su mente, apareciendo una tras otra sin parar; ¿En donde estará?, ¿Se habrá arrepentido?, ¿Por qué tarda tanto?, ¿Cómo se vera? Y juntando todos y cada uno de sus cuestionamientos, parecia un hombre desesperado por que su damisela apareciera.

Entre tanto cuestionamiento, se vio interrumpido cuando el sonido fuerte y tiritante de la campana de la iglesia, resonó, golpeando con fineza cada una de las paredes que los rodeaban.

Fue entonces cuando aquel par de puertas grandes e imponentes se abrieron de par en par, dejando ver la silueta de una chica.

Aquella chica que alguna vez juzgaron o criticaron, estaba parada bajo el marco de aquellas puertas. Era hermosa. Tal vez era el bello retrato de un ángel que encarnó en una chica delgada, con piel de porcelana y cuerpo de diosa.

Era ella, realmente lo era. Era Diane.

Su figura inconfundible, resaltaba a pesar de todos. Aquel vestido que tanto le habia costado encontrar, acariciaba con suavidad cada centímetro de su piel. La blancura y frescura que emanaba toda ella, llegaba a deslumbrar.

El vestido cubría con exactitud los lugares suficientes, sus largas piernas resaltaban tanto que ella misma estaba sorprendida, sus brazos delgados se cubrían por la ligera tela de su túnica y su bella cara era cubierta por un par de mechones rebeldes, que las chicas habían peinado con la intención de que eso pasara.

Y luego estaba esa túnica. Una que Blair jamás creyó volver a ver. Una que provoco que algo se removiera en él, al verla entrar. Mientras sentia palidecer, se permitió observar detalladamente como la tela se deslizaba por su fina espalda y recorría la parte inferior de sus largas piernas hasta caer y arrastrar a un metro detrás de ella.

No habia que mentir. Blair habia sentido como el aire abandonaba su cuerpo, al ver como la chica se le acercaba a paso lento. Agacho la mirada y vio como Diane movía sus pies descalzos con precisión y seguridad. Gracias al faro que alumbraba la anatomía de la chica, y la cual también la seguia con cada movimiento que ejecutaba, podía observar con más precisión su escultural cuerpo.

Cuando la chica llego a su lado, trago saliva con fuerza y con mucho esfuerzo forzó una sonrisa.

Faltaba poco para que el sacerdote y los hechiceros llegaran y, mientras, ya podía ver una sonrisa de gratitud y sinceridad plegada en el rostro de la duquesa, la cual tenía a su lado al su esposo.

—¿Estas bien? —la dulce voz de Diane logro sacarlo de su trance. Aun no sabía descifrar que era ese “algo” que portaba ella que lograba sacarlo de su órbita.

Él titubeo al responder, viéndose muy extraño. Era raro ver a Blair extrañamente nervioso, de lo cual, la única persona que se dio cuenta de esto, aparte de Diane, fue la duquesa quien los observaba desde lejos activando sus sentidos para escuchar nítidamente su conversación.

—E-Ehm, si, te vez… hermosa—se limito a responder mientras la volvía a escanear con la mirada de abajo hacia arriba.

—Tu… te vez muy bien—admitió la castaña bajando la mirada a causa de sus mejillas sonrojadas.

—Mírame, Diane—le pidió el chico, al ver su timidez. Con delicadeza tomo el mentón de la chica y lo subió con lentitud para admirar sus rasgos faciales.

Diane seguia vergonzosamente sonrojada. Sus mejillas estaban encendidas en un rojo bastante lindo y tierno, al menos eso pensó Blair.

—No vuelvas a hacer eso—pidió con seriedad, mirándola fijamente a los ojos, deleitándose con su mirada.

—¿hacer qué? —susurró Diane, cohibida, apenas sintiendo la poca distancia entre ambos.

—Bajar la cabeza.

—… ¿Por qué?

—Por que te vez hermosa sonrojada.

—Pero no me gusta.

—Pero a mí sí.

Ante aquella confesión, Diane volvio a sonrojarse con fuerza. El soltó una risita, y acaricio la mejilla de la chica con cariño.

—Créeme que no volverás a bajar la cabeza, Diane, no mientras estes conmigo, porque lo único que quiero, es que demuestres porque eres mía.

Y en ese momento cuatro personas con túnicas negras que los cubrían de pies a cabeza entraron a la sala, los cuatro con una vela encendida en las manos y unas mascaras negras que cubrían con exactitud todo su rostro, dejando como único detalle orificios en los ojos.




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