En el mundo hay distintos colores que fácilmente no todos podemos ver y lamentablemente eso me sucede, es tan común que no tiene arreglo, o eso pensé. Cuando alguien dice darte su mundo no sabes lo que encontraras en él y que cambios podría hacerte, te aferras a la idea de que todo será alegría y felicidad, ¿Cómo termina? Puede que bien o puede que mal.
Mi papá en parte de su voto matrimonial dijo: “Mi mundo como el de la mayoría era gris, ¿Qué si todos pasamos por eso? Lo hacemos, y tristemente algunos todavía no descubren el exterior, pero tengo la dicha de haber conocido a la madre de mi hijo y futuros hijos que me hizo conocer los colores, los verdaderos colores…”. A eso me refiero, mi madre mostró su mundo de colores a mi papá y él le mostró el suyo por más gris que sea.
¿Puedo vivir con el dolor? Me digo que no, pero creo que podría siempre y cuando atraviese más sufrimiento de por medio y es desesperante pensar eso. Muchos me juzgaran por esta tonta decisión… les daré el poder de hacerlo. Mi familia me mantuvo cuerda hasta este momento, y yo ya no podía luchar con esas horribles pesadillas, no más dolor… no más nada.
Miro el vacío sobre la baranda en la que estoy, es demasiado para mi fobia a las alturas.
Pero… ¿Esto me detendrá?
Ni un poco.
Contemplar a Sídney desde donde estoy fue uno de mis pasatiempos favoritos, pasatiempo que se convirtió en refugio y a la vez en pesadilla de saber que todo avanza menos yo. Al parecer el cielo comparte mi dolor, lluvia y más lluvia cae mojando todo a su paso, en otro momento pude disfrutarla y ¿En esta? En esta acompaña a mis lágrimas.
—Mentir, fingir y soportar, en esto se convirtió mi vida —recito lo que tanto espere soltar—. Ya nada lo impide Hannah… ya nada lo hace. Irónico ¿no? Me da miedo sobrevivir y también morir, lo que no saben es que si desaparezco todo será mejor. Una vez que salte mi mundo cambiará, o quien sabe si ya lo hizo —murmuro limpiando todas las lágrimas derramadas. Enfoco mi atención en mis pies lista para acabar con esto, si caigo no hay vuelva atrás.
Ya me imagino los reportes, “Estudiante de piscología de 23 años se suicidó en Puente de La Bahía de Sídney por bullying que sufría”. Si, tan bonito que suena. Son apenas dos pasos los que tengo que dar para darle comienzo a esos reportes, nunca alguien puede estar lista para terminar con todo sin embargo quiero creer que lo estoy.
Aquí vamos, uno y…
—¡No lo hagas! —unos brazos se aferran a mi cintura tirando hasta tenerme en el piso, fantástico… simplemente fantástico— ¡Por lo que más quieras no lo hagas! Maldita sea ¡Ni siquiera lo pienses! —caigo en la realidad, en la realidad que no pude saltar y caer.
—Hazlo, suéltame —pido en un susurro apenas audible—, suéltame… ¡Que me sueltes! ¡No sabes nada! ¡No quiero dolor! ¡Odio mi vida, la odio! Pudieron salvarme antes y no lo hicieron ¡¿Por qué ahora?! —gritos descontrolados y golpes son dirigidos al hombre que se cree héroe.
No pude hacerlo. Todo este tiempo planeando para que alguien inesperado aparezca y lo arruine.
—¡¿Qué quieres de mí?! ¡No te creas héroe! ¡Suéltame y lo serás! —mi respiración es dificultosa, él aprovecha que detuve los golpes para hacerme girar y tomar mis hombros. Empieza a hablar, pero no presto atención, me concentro más en detallarlo. Labios a nivel casi rojo por presionarlos; ojos diferentes a la vez hermosos, iris de color gris y azul, heterocromía; y cabello rubio.
Me pierdo en sus ojos, en lo profundo que son y en la tristeza de ellos. Puede que sienta lastima sin embargo es algo más, algo lo tortura… al parecer somos idénticos desconocido. En un momento los cierra y todo se desvanece.
—¿Por qué haces esto? —pregunto ya calmada, pero sin quitarme la idea de terminar lo que comencé.
—Porque no quiero que te dejes vencer por el monstro, lucha contra él. No lo hagas por mí ni por nadie, solo por ti, por demostrar lo fuerte que eres —sus palabras tratan de distraerme y lo logran. Me cree fuerte cuando hace un momento no lo fui.
—Hace tiempo que perdí contra ese monstro.
—La vida es ese monstro que crees que te superó o no entiendes, quédate con la idea de que crees y no reconoces, no confieses que perdiste. Conviértete en tu propia heroína, en una guerrera —sostiene mi cara entre las palmas cálidas de sus manos, sorprendida intento alejarme, lo impide negando y dándome un beso en la frente. Al contemplar su expresión al parecer también le sorprendió lo que hizo.
Suspiro repasando sus palabras: puedo ser mi propia heroína. Me toma desprevenida en un abrazo que es lo último que necesito para saber que todo esto fue real, aferrándome a su traje negro empapado lloro sin control.
En este momento lo que menos importa es dejar mucosidad, suena asqueroso pero es la verdad.
—Alguien me salvó, hago lo mismo contigo —menciona después de un tiempo en silencio.
—No merezco ser salvada.
—No te mientas, no hoy ni nunca.
De un momento a otro lo miro y le susurro un gracias mientras caigo en sus brazos. Su voz pidiendo que despierte se escucha lejana y aterra la idea de no volver a verlo.
Todo pasa rápido, despierto desorientada en una habitación sin vida, paredes, mesas, sofá… todo blanco. Un hospital, aquí me trajo.
Quiero volver a dormir después de sentir las constantes pulsadas de cabeza que tengo.
Escucho sollozos, giro y es mi familia llorando abrazados, esto quería evitar.
Lo busco en todos lados de esta habitación, no está, él se fue. No lo quería admitir, pero es mi héroe.
Recuerdo a la primera paciente que tuve en mi práctica de psicología, la ayudé, ella lo dijo, desde entonces una frase quedo grabada: “Ayudo a otros y no a mí, quiero hacerlo ¿Lo peor? Tengo miedo de lo que llegue a encontrar”
Editado: 01.02.2021