Nota de página
Emma y Emilia parecen de distintos mundos pero tienen problemas muy similares como el pequeño descuido de sus padres .
El reloj marcaba las 20:10. En una calle cercana al instituto, Emma intentaba sin éxito detener un taxi. Ninguno pasó por esa avenida. Mientras tanto, Emilia esperaba en la puerta de la escuela a que su padre la recogiera, pero eso jamás sucedió. Ambas esperaban, minuto tras minuto.
Cuando el reloj marcaba las 21:30, una tormenta se avecinaba. Emma miró la hora en su celular justo cuando varias gotas comenzaron a caer sobre la pantalla. Poco después, la tormenta arreció y el silbido del viento se hizo más fuerte. Ambas se encontraron bajo la lluvia durante horas, sin paraguas, botas o impermeables.
Emilia decidió caminar y, a lo lejos, vio a una chica de espaldas que fue empapada por un coche que pasó a gran velocidad por un charco. "¡Ten más cuidado!" le gritó Emilia al conductor.
"Estoy bien," aseguró Emma, mirando en su dirección.
"¿Tú?" preguntó Emilia, sorprendida.
"Ah, de saber que eras tú, no te hablo," respondió Emma con desdén.
Permanecieron en silencio varios minutos hasta que Emilia lo rompió. "¿También se olvidaron de ti?"
"Mi madre," dijo Emma con un suspiro.
"Mi padre," respondió Emilia, resignada.
"Y... ¿tú cantas?" preguntó Emilia, intentando iniciar una conversación.
"No, ¿y tú?" replicó Emma de forma seca.
"¿No cantas?" preguntó Emilia, sorprendida. "Entonces, ¿por qué te pusiste como loca hace un rato?"
"Era un favor para mi amiga," explicó Emma, temblorosa.
"Ah, claro..." concluyó Emilia.
"¿Y tú, cantas?" preguntó Emma de vuelta.
"Sí, también soy compositora. Toco un poco de piano y un poco de guitarra," respondió Emilia.
"Vaya, todo un estuche de monerías," dijo Emma con una leve sonrisa.