Camino de nubes

Capítulo 3

Primacía es primacía

Gio

"El mundo es un pañuelo lleno de mocos", decía mi abuela... desagradable la comparación, pero desde esa mañana, cierta.

Para nadie era un secreto que yo era un despistado, de hecho, hasta yo mismo era muy consciente de aquello; sin embargo, el ver a la chica del incidente, bajo el umbral de entrada al salón, me tomó por sorpresa y logró que todas las neuronas de mi cabeza se colocasen en la búsqueda de una explicación lógica para ese acontecimiento.

«"¿Se habrá equivocado de clase? ¿Será nueva en el salón? ¿En qué diablos estará pensando estando todavía de pie en ese lugar?", me cuestioné».

La chica se notaba desorientada, así que la idea de que fuese nueva en la clase dejó de parecerme tan descabellada, y se hubiese mantenido así de no ser porque el curso ya llevaba algunas semanas de haber comenzado y ya no se recibían más alumnos. La forma en la que la extraña analizaba el panorama tampoco pasó por desapercibida y despertó la curiosidad en mí, al igual que me causó un poco de gracia; la joven admiraba el panorama, mientras que su ceño se fruncía con cada parpadeo de su mirada desconcertada por lo visto, quizás, el darse cuenta de que su llegada había sido tardía la preocupó.

«"Tú también llegaste tarde, genio"».

Claro, pero a diferencia de ella, ese aspecto no pudo importarme menos, al igual que el hecho de que casi no hubiesen puestos disponibles en la sala, pues con tal de tener un lugar en donde asentar el trasero, podía ubicarme en el espacio más recóndito del lugar.

La extraña entró en la sala y se acercó hacia el único asiento disponible en el sitio, el que, por azares del llamado pañuelo lleno de mocos, se encontraba ubicado justo al lado del mío. Me pregunté sobre si este último aspecto habría sido tomado en cuenta dentro de su escrutinio; sin embargo, la incógnita me fue despejada una vez que la susodicha estuvo frente a mí. Claro que no se había percatado de la ubicación del lugar, ni mucho menos de mi presencia junto a este pues, al parecer, el mundo de sus pensamientos era más interesante que el mundo real.

«"No te culpo, chica, la realidad suele ser una mierda"».

"Extraña me gusta atravesarme por el camino de los demás", fue la exclamación que escapó de mis labios y la causante de que yo entrase en su radar; no obstante, aquella no fue la idea principal que se formó en mi cabeza, en realidad, la frase "Chica de las nubes" fue lo primero que pensé en cuanto la miré frente al escritorio, apodo que después le atribuiría. ¿Por qué lo hice? No lo sabía, quizás porque no conocía su nombre o porque simplemente solté lo primero que se me vino a la mente, haciendo referencia a nuestro incidente de la mañana y a las locas ideas de ser querubines levitando en las nubes. De todas formas, fuera cual fuese la razón, el sobrenombre me pareció apropiado.

—Rolle, eres un idiota —mascullé, después de escuchar lo pronunciado hacia la extraña.

Igual, eso no me impidió que soltase una corta risita por lo sucedido, básicamente por la reacción de la joven porque Rolle continuaría siendo un viejo amargado e idiota.

La Chica de las nubes ocupó el lugar a mi lado y se concentró en atender lo que se explicaba en el tablero, y como no pronunció palabra alguna, también opté por guardar silencio, a pesar de que quería disculparme y que ya de por sí mantener mi boca cerrada era una tarea complicada para mí.

"Eres de los que expresan lo que piensan, mi pequeño, lo haces sin importar que eso te pueda traer problemas", recordé lo dicho por mi abuela.

Y sus palabras eran ciertas, solía decir de todo por más estúpido que fuese, y si no tenía la posibilidad de hacerlo, hasta me salían letreros que enunciasen lo que pensaba. Mi silencio solía ser una señal de que algo no estaba bien en mí, aunque, en algunas ocasiones, solía optar por él porque no deseaba interrumpir momentos importantes o incomodar a alguien.

Resoplido tras resoplido era lo que escuchaba a mi lado, y aunque al principio quise lanzar un comentario gracioso sobre la situación, ver el ceño fruncido de la chica me detuvo. Me tomé el atrevimiento de echarle un vistazo a sus apuntes, y aunque yo no era un experto en matemáticas empresariales, ni mucho menos el mejor estudiante de la universidad, no me fue difícil el encontrar los errores en aquellos planteamientos y, por consecuente, los resultados erróneos. Comprendía su frustración, pues no a todos se les facilitaba la compresión en ciertos temas, y estaba bien, cada uno poseía sus destrezas; sin embargo, eso no significaba que el proceso de entendimiento no pudiese convertirse en algo menos tedioso, no si se empleaba un lenguaje universal: la música.

"Todo tiene armoniosa melodía. En caso de no encontrarla, créala".

O por lo menos, eso era lo que creía yo.

Abril, por cierto, un lindo nombre, me preguntaba si este tendría algún significado en específico, como el de mi hermano, o si solo le habría sido atribuido por azares del destino, como el mío; volvió a sonreír. Era otra de las cosas en las que yo creía, si se tenía la oportunidad de ayudar a alguien, ¿por qué desperdiciarla? Ayudar traía sus ventajas, y no solo desde la noción de retribución, pues esta no debía ser el fin en sí, sino más bien desde la noción de desinterés y satisfacción de que se estaban haciendo las cosas bien, como el devolverle un poco de tranquilidad a alguien.

«"Gran reflexión, chico colaborador, tu abuela estaría orgullosa; pero, ¿a quién quieres engañar? No eres tan sentimental, malévolo pillo"».

Sí, la mayoría de las veces odiaba a mis pensamientos.



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En el texto hay: humor, drama, amistad amor

Editado: 20.10.2021

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