Camino de nubes

Capítulo 7

Mamá, consejera y asustadora por excelencia

Abril

—Un, dos, tres y cuatro, cinco y seis, siete y... ¡Auch! —Sentí un pisotón en mi pie.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —La mirada asustada del chico me hizo reír.

—Tranquilo, solo necesitamos practicar mejor esa parte.

Trabajar con Roger era divertido, el chico solía tener las ideas más alocadas a la hora de crear coreografías, sus chistes sin sentido te sacaban una sonrisa, aunque intentases evitarlo, y era un bailarín brillante.

—Solo es derecha, izquierda, abajo, arriba, izquierda, giro, derecha, derecha —murmuró para sí mismo—. No es tan difícil.

Pues si lo decía de esa forma, sí sonaba como algo complicado.

La melodía volvió a resonar por los altavoces del salón, invitándonos a marcar las octavas ya establecidas. Nuestro décimo intento comenzó bien, con precisión en los giros y sincronización en los movimientos; sin embargo, una vez llegamos a la parte rápida de la canción, volvimos a fallar, chocando el uno contra el otro y cayendo sobre el piso laminado. Solté una fuerte carcajada, mientras que el rubio resoplaba.

—¡Bueno! Que gran golpe —exclamó una voz a nuestras espaldas.

—Terminemos por hoy, ¿sí? —Roger me ayudó a levantarme—. Siento que, si continuamos, alguno de nosotros terminará con los huesos rotos.

—Descuida, de los golpes se aprende —mencioné.

Alexander emitió una corta risita, mientras que Rog masajeaba su cuello, como si intentase suavizar la tensión en dicha zona.

—¿Tomas o fumas algo? —preguntó el rubio.

—Roger... —Alex intentó sonar amenazante.

—Digo, es que no entiendo cómo puede haber tanto optimismo dentro de un envoltorio tan pequeño.

—Cuestión de perspectiva —declaré, tomando un poco de agua.

—Creo que nací sin ella. —El rubio se dirigió hacia la salida—. Ya me voy, pero si gustas compartir conmigo la receta alucinógena de tu entusiasmo, sabes dónde encontrarme.

—¡Roger! —lo reprendió Alex.

—Relájate, hermano, apuesto a que también te gustaría un poco.

—Ya lárgate —sentenció el pelinegro, ganándose una sonrisa por parte de Roger.

—Salúdame a Jazzy. —Un leve sonrojo apareció en las mejillas del rubio, mientras se apresuraba a salir por la puerta.

Reí por la situación, mientras que miraba al pobre Alex masajear sus sienes con frustración. Alexander era un practicante de Licenciatura en Danza, solo un par de años mayor que nosotros, y el encargado de suplir al profesor Fred en las clases del grupo de baile universitario.

—¿Crees que algún día me tomará en serio?

—No lo creo —confesé, ganándome una mirada mortificada de su parte.

Tenía que ser sincera, Roger no lo tomaría en serio nunca —aunque, en realidad, el rubio no tomaba en serio casi nada—. Era un caso perdido.

—En fin, ¿cómo vas con lo de Sigma? —interrogó, caminando por la sala.

—Bien... —Mal.

—¡Excelente! Miremos lo que tienes.

El chico conectó su teléfono a los altavoces y reprodujo la melodía elegida. La verdad era que, con todas las entregas académicas, el blog, las prácticas de dibujo y el trabajo, había olvidado por completo la coreografía para la competencia de Sigma, así que hice lo único que me quedaba: improvisar. Y se podría decir que el invento resultó bien, pues la sonrisa en la cara de Alex me sugirió aquello.

—¡Muy bien! —Aplaudió—. Ahora dejemos de lado la improvisación y trabajemos en la coreografía.

Bueno, tal vez no resultó del todo bien.

Estuvimos por un largo tiempo trabajando en el diseño estructural de la rutina, los tipos de canons que utilizaría y precisando algunos movimientos con la melodía, y tanta fue nuestra inmersión en la creación, que los dos terminamos riendo y bailando por toda la sala.

—Y giro —dije, finalizando el ensayo.

—Eso fue... —Lanzó una fuerte carcajada—. ¡Guau!

Reí por su entusiasmo, deseando que todo lo planeado saliese igual a lo practicado. Quise pedirle otro ensayo de la pieza, pero me asusté al mirar la hora en mi teléfono. Era tardísimo y se suponía que ya debía de estar en el trabajo. ¡Miércoles! Alice iba a jalarme de las orejas.

Me despedí de Alex y como pude salí corriendo hacia Flashmoon, no sin antes comprar algo para comer y anotar los saludos de Roger para Jazzy —ya la molestaría luego—.

Agradecía que el clima hubiese mejorado mientras estaba en el ensayo, de lo contrario hubiese tenido que construir un arca para poder llegar al trabajo y de paso salvar a todas las especies de semejante diluvio. El sol se encontraba en su máximo esplendor cuando llegué al estudio, algo que pareció no gustarle a Alice, pues la malhumorada mujer no dejó de refunfuñar por aquello.

—Maldito sol, se me van a derretir hasta las neuronas —exclamó—. Y no te atrevas a decirme que le mire el lado positivo al clima porque te lanzaré por la ventana.

—Solo iba a decir que un huevo podría cocinarse, sin problemas, con este calor —mencioné, encogiéndome de hombros—, y que traje provisiones.

El semblante de la mujer cambio rápidamente, mientras se acercaba hasta mí y me daba un sonoro beso en la mejilla.

—¡Cuan enamorada estoy de ti! —gritó.

—¿¡Quién está enamorada de quién!? —Se oyó la voz de Gustín desde el interior del lugar.

Sonreí al escucharlo, mientras Alice y yo nos adentrábamos en la sala de tatuajes. El hombre se encontraba tatuándole el abdomen a una mujer adulta, a simple vista, el dibujo se asemejaba a un Búho, pero me cercioraría de aquello una vez estuviese terminado. Gustín era uno de los mejores tatuadores de la cuidad, además de ser un buen tipo. Él, junto a Alice, su esposa, habían fundado "Flashmoon", un estudio de gran reputación que muy pronto también se convertiría en una academia para formar artistas del tatuaje.



#23723 en Novela romántica
#4780 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, drama, amistad amor

Editado: 20.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.