Camino de nubes

Capítulo 10

María Antonieta y ¿acaso estás coqueteando conmigo?

Abril

Soñar con que tu crush y tú comen pizza mientras miran el atardecer puede ser una experiencia de ensueño, de la cual no quieres despertar... lástima que un alboroto en la cocina, provocado por tu madre, acabe con esa utopía.

Luz Valley, magister en dar los buenos días a base de golpes entre las ollas y los sartenes.

—Podría acostumbrarme a esto —murmuré—. ¿Qué opinas, Mr. Botitas?

Gandalf escondió su cabeza entre las almohadas y emitió un gruñido, indicándome su claro desacuerdo conmigo. Él vivía con mi madre, así que probablemente tenía que lidiar con la orquesta matutina a diario.

—¿Tienes hambre? —El peludo sacó su cabeza del escondite con rapidez—. Porque yo podría comerme una ballena entera.

Gandi movió su cabeza con curiosidad antes de saltar de la cama, seguido por mí, mientras que la voz de Killian repitiendo la frase "Liberen a Willy" se reproducía en mi cabeza. Afortunadamente, el castaño no se encontraba ahí, de lo contrario, le hubiese dado un infarto al escucharme mencionar lo del cetáceo.

Me encaminé hacia la cocina, intentado que el astuto cachorro no se devorase mis sandalias, las cuales parecían haberse convertido en su juguete favorito durante las últimas semanas. Cuando parecía que ya lo había conseguido, fuimos sorprendidos por el que se convertiría en uno de los momentos más divertidos y memorables de mi existencia. Mi madre, quien se encontraba batiendo unos cuantos huevos en un recipiente, utilizaba una cuchara de palo como micrófono en su interpretación de "Amante bandido" de Miguel Bosé, a la vez que bailaba y se movía por todo el lugar, chocando contra las estanterías y derribando en el proceso algunos utensilios... ya entendía el alboroto. La cocina era un desastre, pero al menos parecía que ella estaba pasando el momento de su vida, y eso era lo importante. 

Rápidamente, tomé el aparatejo electrónico al que llamaba celular y con sigilo comencé a grabar aquella escena, todo por guardarla para la posteridad —y quizás también para un futuro chantaje—.

Yo y tú, tú y yo. Sin misterio, sin misterio, sin misterio —cantó la mujer con fervor.

Seré tu amante bandido, bandido. Corazón, corazón malherido —canté, uniéndome a su interpretación.

Mamá, asustada por mi sorpresiva intervención, dio un brinco que casi provocó que soltase el recipiente con los huevos batidos, a la vez que sí dejó caer la cuchara de palo. Me dedicó una de sus miradas acusadoras, mientras que, la frase "es la cosecha de tu propia siembra" adquiría un significado mayor para mí. Le sonreí, continuando con el cantico e incitándola a seguir dando volteretas por el lugar. Gandi se nos unió y ladró al ritmo de la canción, todo como si en verdad estuviese sintiendo la melodía en su gran cuerpecito perruno.

Cuando el sonido cesó, la bella mujer conectó su mirada con la mía, intentando regular la respiración entrecortada por el ejercicio y peinándose la maraña de cabello con los dedos.

—¡Qué manera de comenzar esta mañana tan linda! —chilló eufórica.

—Todas las mañanas son hermosas a tu lado, mujer.

Le di un pequeño beso en su frente, aprovechando la diferencia de estatura entre nosotras que, si bien no era demasiada, me bastaba para que pudiese darle cuantos besos me permitiese. Ella sonrió.

—Ya que estás aquí —mencionó, tomando una gran bolsa amarilla que descansaba en un rincón del lugar—, podrías ayudarme a preparar la comida para Gandalf. Sabes que desayuna temprano, así que debe de estar hambriento.

—Ya me encargo.

Le serví la comida a Gandi, quien devoró todo en cuestión de minutos, a la espera de que nuestro desayuno estuviese listo para robarse algo del plato. Mamá se sentó junto a mí, y entre risas y recuerdos transcurrió la comida, que duró más tiempo de lo planeado, por lo que tuve que apurarme para llegar a tiempo a la universidad. Ya tener que lidiar con el rostro de Rolle en un lunes por la mañana era malo, no le daría el placer de esbozar una sonrisa desagradable al cerrarme la puerta en la cara.

Mi madre decidió quedarse en casa junto con Gandi porque según ella no podía cancelarle la cita al televisor y a su serie favorita. Despedirse de la mujer y del cachorro se había convertido en algo habitual durante esas semanas, al igual que sus bienvenidas después del trabajo; no obstante, la despedida determinante parecía estarse acercando a paso veloz, arrugándome el alma. Necesitaba que el tiempo estuviese a mi favor para así tenerlos a mi lado por más días.

Como también se había vuelto costumbre, Mr. Botitas se aferró a mi pantalón, en un intento desesperado por no dejar que me fuese. Aquel arrebato me causaba ternura y gracia a la vez, si de mí hubiese dependido, lo llevaba de polizón en mi mochila —aunque era muy probable que no alcanzase ni una sola de sus patitas en ese espacio reducido—, pero la política de "no animales" en el campus era bastante estricta y aunque no la comprendía tenía que respetarla. Le acaricié la cabeza, a la vez que le prometía que volvería más tarde. Él ladró.

El camino hacia el complejo universitario fue rápido y tranquilo, las calles se encontraban pobladas por pocas personas y solo unas cuantas bicicletas transitaban por el trayecto; el cielo estaba nublado y el asfalto delataba el rastro de vestigios perteneciente al aguacero que había precedido la noche anterior. Tal vez y hasta volvía a llover más tarde. El clima de la ciudad era igual de inestable que una torre de Jenga.

El panorama universitario también resultó gris y un tanto triste, quizás mi llegada a las instalaciones había sido demasiado temprana o tal vez hasta el campus se compadecía de mi desgracia por las matemáticas —el optimismo se iba por el caño cuando se trataba de ello—. Caminé a paso lento por los pasillos, observando a unos cuantos estudiantes nauseabundos deambular por la zona. No tenían prisa, al igual que yo, y al parecer tampoco tenían ganas de estar ahí, al igual que yo.



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En el texto hay: humor, drama, amistad amor

Editado: 20.10.2021

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