Camino de nubes

Capítulo 12 (I)

Parte I

Veladas memorables y amigos singulares

Abril

"Odio las serenatas"

Tenía muy presente de que el "odio" era perjudicial para la salud, y no tenía nada en contra de las muestras de afecto sentimentales y románticas, de hecho, solía gustarme presenciar algunas de ellas o servir de apoyo en sus desarrollos; sin embargo, una interpretación aguda y desafinada de "Ódiame", entonada por tres borrachos a las tres de la mañana, me parecía un delito. Al parecer, dos buenos amigos —si es que después de eso podía llamárseles "buenos" o "amigos"—, ayudaron a un tercer chico en su intento por reconciliarse con su novia, la vecina del piso de arriba, o al menos eso suponía yo por la elección de la canción.

—Si fuese ella, lo enviaría por correo a Rusia —le había comentado a mi madre, mientras mirábamos el espectáculo por la ventana.

Y de paso le tiraría un zapato.

—¿Por qué? ¡Es tan romántico!

—La canción original ni siquiera llega a ese tono. —De seguro, el cantante se estaría revolcando en su tumba por esa atrocidad.

—Es un toque original.

—Si canta más agudo solo lo oirán los perros.

Y las pocas copas de cristal que aun sobrevivían en mis dominios, terminarían por perecer.

Cada quien es libre de hacer lo que le nazca del corazón —sentenció la mujer.

—¡Por supuesto! Aunque eso implique no dejar dormir a todo un condado.

Y en efecto no habíamos dormido nada, porque después de esa sinfonía de sonidos horripilantes, llegó una serie de ruidos no aptos para el horario familiar. Al menos, la serenata había surtido efecto en la pareja.

En fin, ¿quiénes éramos nosotras para juzgar?

Una vez más, había llegado a las instalaciones universitarias con antelación, pues después del último susto, me comprometí a no volver a llegar tarde a ninguna de las clases. Seguía agradecida por el golpe de suerte de aquel lunes, el cual trajo consigo, desde los cielos, la cancelación de la clase. Salvada por la campana, mi prontuario no aguantaría un retraso más. Tenía que comenzar a enfocarme, y también esperaba que los problemas personales del profesor, por los cuales no había podido asistir a la lección, se solucionaran pronto.

Me preguntaba si Gio habría corrido con la misma suerte.

"Teoría e Historia del Arte", una clase dictada por la profesora Morales, mejor conocida como "La dama de blanco", gracias a su aspecto conformado por vestuarios en todas las tonalidades de blanco posibles y una elegancia sin igual. Era mi asignatura favorita, tanto por la temática como por la docente, los martes siempre comenzaban con el pie derecho y eran dinámicos gracias a esta... lástima que ese día fuese la excepción. Mi humor no era el mejor.

—Necesito que sus trabajos me reflejen su esencia, que con ellos me cuenten una historia. —Le brillaban los ojos—. No siempre es necesario utilizar las letras, las formas también nos pueden ayudar a transmitir el mensaje deseado.

Bostecé por enésima vez y comencé a mirar doble a la mujer. Después de acostumbrarme a dormir nueve horas diarias, ya no funcionaba con menos.

—¿Qué es lo que desean comunicar?

En esos momentos, mi enojo con los borrachos que llegaron a interrumpir la velada con Morfeo. 

—Tómense un momento para pensar en ello. —Ella y su gemela sonrieron—. Tendrán que entregar el producto como proyecto final y podrán utilizar cualquier herramienta que les permita plasmar sus emociones y sus pensamientos. ¡Dejen volar su creatividad!

Siempre optaba por utilizar la fotografía como medio de expresión, pero ya era tiempo de experimentar nuevas técnicas. Quizás con la pintura, o el dibujo... o con mi cama calientita y mi suave almohada. Era claro que mi cabeza se negaba a procesar otra información que no fuese el contar ovejas y soñar con disparates.

—¿Entendido? —exclamó la señora, agitando una de sus manos frente a mi rostro.

—Claro. —No había escuchado ni una sola palabra de lo dicho—. Todavía no sé qué herramienta utilizaré.

—La fotografía es un recurso que ya manejas bien, así que prueba con algo más. —Tocó su barbilla, pensativa—. ¿Qué tal la pintura?

Me gustaba pintar paisajes y dibujar retratos, pero desde su partida, solía entrar en colapso ante un lienzo en blanco —a excepción de los diseños para el trabajo—.

—O la escultura.

—No suena mal.

—¡Excelente! —Aplaudió, complacida por mi respuesta.

Cuando la mujer dio por finalizada la clase, varios borrones de lápiz adornaban la hoja de papel en el escritorio. Había intentado bocetar modelos para esculpirlos, pero solo había conseguido realizar un montón de rayones sin sentido ni dirección.

Frustrada, arranqué la hoja de papel y la arrugué, a la vez que me debatía entre guardar o dejar tiradas las cosas sobre la mesa. Seguía sintiéndome cansada, pero el sueño había abandonado mi sistema, y no sabía si eso me agradaba del todo o no.

—Creo que por ahora deberías descansar un poco, Abril. —Sonrió la mujer, mientras que yo me hundía en el asiento.

—Lo siento.

—No tienes que disculparte, somos humanos, es normal que nos cansemos. —Tomó su bolso para comenzar a caminar hacia la salida—. Solo recuerda que, hasta los grandes artistas, necesitan de un poco de reposo para explotar todo su potencial

Asentí, intentando que el gesto fuese convincente —aunque nada lo era para mí en esos momentos—, y pareció ser la acción acertada, pues ella aplaudió y salió por la puerta, dejándome sola en la habitación. Analicé el panorama por unos segundos, y como si lo último hubiese sido el chispazo necesario para abandonar el lugar, tomé lo que tenía y salí, no sin antes casi chocarme contra el marco de la puerta —mis ojos todavía no se mantenían completamente abiertos—.



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En el texto hay: humor, drama, amistad amor

Editado: 20.10.2021

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