Oye, Ferb, ya sé lo que vamos a hacer hoy... huir
Abril
Tarde... ¡Demasiado tarde!
—Queríamos relajarnos, pero no tanto —había mencionado Killian, en tono de broma, antes de subirse al auto de Jazzy.
Mamá y Gandi tenían su viaje de regreso a casa a las nueve de mañana, por lo que se suponía que debían llegar a la estación con anticipación, cosa que, dadas las circunstancias, parecía algo imposible. Nos habíamos quedado dormidos, lo cual provocó que tuviésemos que salir corriendo hasta casa de Jazzy para recoger su auto e ir a dejar a mamá porque en otro transporte no llegaría a tiempo —se necesitaban de los dotes de conductor de Fórmula uno que poesía mi amiga—.
—Oye, Ferb, ¿qué vamos a hacer hoy? —dijo la chica—. No lo sé, Phineas. ¡Quedarnos atascados en el maldito tráfico!
—Ferb no diría eso —murmuró el castaño.
«"Ferb ni siquiera hablaba", pensé».
—¿¡De verdad!? ¡Pues tal vez no lo diría si tan solo te hubieses apurado! —Estaba exasperada.
—¿Ahora es mi culpa?
—¡Claro que sí! ¡Te demoraste como media hora arreglándote!
—¿Y qué me dices de ti? ¿Eh? —Ya se estaba exaltando.
—¿¡Yo!? ¡Si ni siquiera me maquillé ni me peiné!
—Y así estás hermosa —murmuré.
—Además... —Giró su cuello para reclamarle cara a cara.
—¡Mira al frente! —gritamos los tres al unísono.
Gandalf ladró tras nuestra vociferación.
¡Dios, qué desastre!
—Todos decidieron tomar el mismo camino hoy —habló mamá—, y todos los semáforos se pusieron de acuerdo para cambiar a rojo al mismo tiempo.
—Eso también es culpa de Killian, Mamá Luchis —declaró Jazzy.
Mi amigo resopló.
—Creo que un poco de tu optimismo no nos vendría mal en estos momentos, capitana.
"Tal vez el tren se atrasó unos minutos", pensé, pero era consciente de que estaría forzando las cosas, así que preferí callar. Analizando el panorama, aquello no tenía ningún lado bueno, y eso ya era mucho decir.
—Admitámoslo, todos tuvimos la culpa —exclamé—. Nos quedamos dormidos, mamá no empacó el equipaje ayer, lo que nos quitó tiempo hoy, Killian se demoró arreglándose en casa, al igual que tú, Jaz, aunque no quieras admitirlo, y yo me demoré mucho tiempo terminándome el desayuno.
Mirándolo de esa forma, el único libre de pecado era Gandi, puesto que él solo se había limitado a seguirnos de lado a lado mientras que corríamos por la casa, para luego subirse al auto con nosotros.
—Traduciendo eso, todo es tu culpa, Sullenberger —declaró la morena.
No existía poder humano capaz de hacerle cambiar de opinión.
Ya eran las nueve de la mañana, por lo que no entendía el porqué de semejante embotellamiento, y por más que intenté no desesperarme por las circunstancias, no lo logré, menos cuando el conductor del auto delantero dio un volantazo, casi impactando con el auto que estaba a su lado. Resoplé, lo último que se necesitaba en esos momentos era un accidente.
Me hubiese gustado decir que la cosas mejoraron al llegar a la estación, pero hubiese sido una vil mentira. Se sentía la tensión en el aire, todos los presentes en aquel lugar lucían enojados con la vida misma, las expresiones de cansancio, frustración e ira tatuadas en sus rostros lo comprobaban. En definitiva, no fue una buena forma de comenzar el día.
—La mañana no es buena para nadie —exclamó Killian, mirando a una mujer batallar con un paquete con maní al intentar abrirlo.
Maní 1 – Señora 0.
—Todos nos levantamos con el pie izquierdo —resopló mi amiga.
—Excepto ese señor —dije, señalando a un hombre que se encontraba vendiendo periódicos, quien lanzaba estruendosas carcajadas y recitaba poemas sobre lo linda que era la vida.
—Es una falacia, amigo, la vida no es bella —masculló Jazzy—, o por lo menos no lo es hoy.
—Necesito un poco de lo que se fumó ese tipo —declaró el chico de cabellos alborotados.
—Ya, pues yo también —concordó Jaz.
Asombrada por la energía del hombre, desvié mi mirada hacia un costado del lugar, donde mi madre se encontraba hablando con uno de los encargados del sitio, intentando averiguar qué era lo que sucedía con su ruta porque no había noticias del tren. Al parecer, mi suposición del atraso no fue del todo descabellada.
La amable sonrisa que mamá le dedicó al sujeto produjo que una sensación de nostalgia abrumadora me oprimiera el pecho. Una parte de mí —la más egoísta—, no quería que ella se fuera, quería tenerla a su lado por un tiempo prolongado, disfrutar de su compañía y darle todo el cariño que no había podido brindarle durante un largo tiempo; no obstante, la parte más sensata de mí era consciente de que una gran fracción de su vida la requería, sus responsabilidades, espacios y tranquilidad la esperaban. No podía apartarla de ello, pero solo... solo deseaba abrazarla por unos instantes más y así comprobar que las promesas que le había hecho se cumplirían, que no cometería el mismo error con ella.
—¿Todo bien? —preguntó Killi, preocupado.
—Sí... creo.
Killian me atrajo hasta sus brazos y me sostuvo entre ellos, a la vez que acariciaba mi espalda con lentitud.
—Sabes que podrías pedirle que...
—¿Qué se quede? —Levanté mi cabeza hasta que conecté mi mirada con la suya—. No puedo interrumpir su vida.
—Olvidas que tú también haces parte de esa vida —dijo, acariciando mi mejilla—. Estoy seguro de que ella estaría encantada de volver a tenerte a su lado.
Era una posibilidad que ya me había planteado antes; sin embargo, no podía romper la promesa, ya le había fallado una vez, no podría con una segunda.
Mi madre se notaba más relajada después de hablar con el hombre, caminaba hacia nosotros con una sonrisa en el rostro. ¡Miércoles! Iba a extrañarla demasiado.