Camino de nubes

Capítulo 13

La mejor cámara, nuestros ojos

Y la mejor galería, nuestra memoria

Gio

Último minuto

Se anuncia una nueva película de Quentin Tarantino.

"Manual para extinguir zoquetes"

Género: acción.

Protagonizada por: Gio White, como "el asesino"

Hans McPhee, como "el zoquete"

Advertencia: las escenas pueden contener un gran índice de violencia, furia descontrolada y sangre por doquier. Se recomienda discreción.

 

Los problemas nunca fueron lo mío, de hecho, solía huir de ellos a la mínima oportunidad que se me presentase. Al contrario de Hans, prefería pasar desapercibido y estar al margen de las cuestiones, y aunque en ocasiones me producían gracia los ocurrencias por sus decisiones, él tendía a tomar los asuntos a la ligera, sin pensar en las posibles consecuencias de sus actos y al final solo esbozaba una enorme sonrisa victoriosa porque las cosas le habían resultado bien, aun cuando no siempre sería así. Me exasperaba su actitud.

—Lo perdimos, Rose.

Parpadeé, me había quedado mirando fijamente a Abril, mientras planeaba el asesinato y la desaparición de un cuerpo.

—¡No camines hacia la luz! —Hans sacudió su mano frente a mi rostro.

Sí, de seguro me veía ridículo.

—¿Todo bien? Te fuiste por unos segundos. —La chica sonaba preocupada—. ¿En qué pensabas?

«"Meto cuchillo y saco tripas"»

—Protagonizaré una nueva película de Tarantino —declaré, mirando a Hans.

—¡Genial! Espero mi mención especial en tu discurso de agradecimiento por el Óscar —alardeó.

—Por supuesto, después de todo, tú inspiraste el filme.

—¿Qué puedo decir? Soy increíble. —Abril le sonrió—. Y a todo esto, ¿cómo se llamará la película?

—"Manual para extinguir zoquetes". —Sonreí.

La chica de las nubes soltó una risita, a la vez que la mirada asesina de Hans me degollaba la garganta. ¡Qué ganga! Los homicidios estarían al dos por uno en ese día.

—Suena a que será mi película favorita, ¿no lo crees, cariñito? —Me mofé.

—No es divertido cuando tú lo haces —reclamó.

Abril comenzó a reír con libertad, por lo que a Hans no le quedó más remedio que imitar su accionar. Sonreí por la escena; sin embargo, la cálida sensación que había experimentado al escucharla se desvaneció con rapidez, dejando en su lugar un sentimiento de culpa tan intenso, que me sentí en la obligación de disculparme por lo acontecido minutos atrás. La chica no tendría que haberse visto involucrada y afectada por nuestras diferencias y nuestro actuar idiota, pero allí estaba, todavía recuperando el aire perdido durante la huida por salvar su pellejo.

De repente, una desagradable sensación de abandono se instaló en mi pecho. No quería que ella pensara en los posibles problemas que conllevaría el estar cerca de mí y se apartase para evitar contratiempos. Disfrutaba mucho de estar a su lado, le estaba conociendo y deseaba continuar con ello, así que me atemorizó la idea.

Sí, podría parecer apocalíptico, pero no dejaba de contemplarlo.

Sabía que todo el embrollo era, en parte, mi culpa, pues debí de haber buscado la forma de dejar a Puki en un lugar adecuado —tal vez con Jaime—, y después volver por él. Mientras que la otra parte de mí, me pedía que no me culpara por todo, como siempre hacía, ni que me atormentara por lo ya ocurrido, aunque no fuese una tarea sencilla, no después de haber pasado la mayor parte de mi vida esperando lo peor, sintiéndome solo, dudoso y temeroso de muchas cosas, con un gran vacío en el alma —a veces sin una razón aparente—.

Pedirle a un hermético que se relaje, es como pedirle a un pingüino que vuele.

—Sabía que te encontraría aquí —pronunció una voz a nuestras espaldas, sacándome de las reflexiones.

Las miradas de mis amigos se dirigieron hasta la persona dueña de la voz, mientras que, en mi caso, no hizo falta que girase para reconocerla.

—Mis ojos han sido bendecidos —exclamó Hans.

—¡Volviste! —Corrió a abrazarlo.

Ambos se fundieron en un fuerte abrazo, a la vez que se balanceaban de lado a lado y parloteaban cosas sin sentido. Parecían dos niños.

No pude evitar esbozar una sonrisa al presenciar su reencuentro, era bien sabido que mi amigo y Violet se llevaban bastante bien, tanto que, Vivi solía bromear con la idea de tener un plan B en caso de que ella y yo termináramos y no conociese a nadie más: se casaría con Hans.

El día de la ruptura había llegado, pero ella ya estaba con alguien, con Dax. Y con lo único certero con lo que Hans caminaría hasta el altar, sería un espejo.

—¿Por qué nadie me aviso sobre tu regreso? ¿Acaso ya me reemplazaste? ¡Qué indignación! —habló con rapidez.

—Apenas llegué ayer, exagerada, y claro que no te reemplacé. —Sus ojos se posaron sobre Abril—. Pero si te descuidas...

Violet le dio un pequeño empujón, antes de volver a abrazarlo.

Por un momento, Abril y yo fuimos ajenos al sólido intercambio de palabras que había establecido ese par en menos de un minuto; no obstante, cuando Dax entró en escena, dejamos de ser los únicos incómodos en el panorama. Tal vez, para él fue extraño el encontrarse a su novia parloteando y abrazando de esa manera a un desconocido, aun cuando solo se trataba de Hans, siendo este inofensivo. Aunque igual no era para tanto, solo estaban charlando.

—Hola, Giogi —me saludó.



#23722 en Novela romántica
#4786 en Joven Adulto

En el texto hay: humor, drama, amistad amor

Editado: 20.10.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.