Camino devastado

Capítulo 3: De regreso a casa

El espíritu caía como una hoja de papel perdiéndose entre las nubes, a lo lejos se podía ver una abertura subterránea rojiza, Prudencio empapado de sudor se apresuró a socorrer al espíritu. La distancia del infierno y el cielo está intervenida por la tierra; Boris empezó a seguir al espíritu, sin embargo, Prudencio lo apartó con miedo y exclamando:

—¡Tus emociones!

Boris se detuvo enojado, llorando de cólera. Su único trabajo fue arruinado por él mismo, no merecía nada de esto, solo quería irse a una nueva vida y nunca más volver a ver el rostro de su instructor o de algún otro ángel. 

Prudencio utilizó la mayor parte de su energía en el espíritu, logró agarrarlo antes de caer en manos del infierno. Soltó un suspiro y luego comenzó a subir, ninguno de los dos habló de regreso. El hoyo en la tierra comenzó a cerrarse.

Desde los ayudantes hasta los ángeles del último nivel, sabían que Boris sería desterrado. Antes de entrar al palacio de los muertos, recibieron una carta del reino celestial: citados el mismo día a media noche. Ambos estaban ansiosos por la espera, Prudencio no miró, ni habló con nadie el resto del día, solo dejó al espíritu a cargo de otro ángel y se sentó al lado de Boris, un instructor no puede dejar a su alumno a combatir solo.

Javier con su rostro neutro, entró al palacio con pasos apresurados y  fue directo hacia Boris.

—Te dije que si tenías algún problema me avisaras, le entregué a Prudencio un libro para que te ayude con los pasantes de espíritus ¡¿Por qué no aprovechaste?!

En ese punto, Javier ya estaba desmoronado; ser desterrado era algo grave, caminar entre la gente no era diferente a las almas en pena, se fijó en la mirada desconcertante de Prudencio que también estaba de malas ganas.

—Vengo a llevarlos.—arregló su voz— ya será media noche.

En el palacio celestial, habían ángeles con varas doradas y ojos ocultos entre sus alas, ellos vigilaban la zona y acercamiento de otros ángeles; Boris yacía arrodillado en una plataforma escuchando su condena por el juez celestial, sus pensamientos eran escuchados por cada ángel y superior presente, aunque Prudencio estaba tratando de que no haga eso, era en vano. 

Boris miraba el dibujo de flor en la plataforma, cuando el juez terminó de hablar, se abrió un agujero en el centro de la sala, el plomo transparente que rodea al agujero se expandía por toda la zona. Boris miró a Prudencio asustado, las emociones seguía siendo un arma que no era conveniente para él, inmediatamente transmitió su tristeza a todos. Prudencio sabe controlar su emociones, no dirigió una mirada a Boris, fueron segundos después que Prudencio volteó, solo para ver como Boris desaparecía en aquel agujero, creando un gran silencio en la sala.

Ahora que todos se alejaban de la zona, Prudencio miraba la nada, sus lágrimas fluían por sus mejillas, su respiración se hacía cada vez pesada, cerró los ojos, ya no tenía la misma idea de deshacerse de su alumno, el entrenamiento que le ofreció fue detallado "¿Qué hice mal?". Su vista estaba nublada, su caminar inestable hizo que casi resbalara entre las escaleras.

—¡¿Qué intentas hacer?! Él estará con los otros desterrados, no tienes que preocuparte. —Javier sostuvo al hombre entre sus brazos— aunque estuvo en tu nivel, tuvo la suerte de que su castigo no fuera extremo.

Prudencio no prestaba atención a nada, Javier abrió sus alas llevando al ángel melancólico a su palacio.

Dentro de la casa había un gran vacío, ya no habría más gritos o asombros por conocer algo nuevo.

—Si sus méritos son suficientes, podrá volver.

—Pero ya no estará conmigo, no podré volver a verlo.— El susurro era entendible, Javier no sabía que decir, sus sentimientos también estaban confusos en este momento, por ser del primer nivel, no puede estar mucho tiempo en ese lugar, soltó un suspiro antes de despedirse de Prudencio, luego fue hasta la puerta del palacio y desapareció entre las nubes.

—Yo también soy culpable, dejé caer al espíritu…

Prudencio entre susurros y lloriqueos se quedó dormido, los meses en los cielos son como días y solo bastaron minutos para tener un sentimiento.

Boris estaba sin rumbo alguno, su cuerpo se sentía vacío, como si las personas lo estuvieran pateando; se encontraba echado en medio de una pista, los carros pasaban por todas partes de su cuerpo.

—¡Joven! Ya vamos por usted, manténgase quieto.

Un alma con agujeros en el cuerpo lo llamaba; intentó cruzar, pero el miedo se apoderaba de él haciéndolo retroceder.

—¡Tranquilo, tranquilo! Ya estoy llegando.— mantenía su fe.

Boris miraba el sol, los rayos de luz lo atravesaban, no había el calor que se sentía en los cielos.

—Ya déjalo, él puede salir solo, tú estás muy lastimado, dos pasadas más y serás polvo.—habló su acompañante.

—¡Él se convertirá en polvo si sigue ahí! Hay que ayudarlo.

Boris escuchó sus palabras, frunció el ceño, no quería lastimar a nadie:— No… solo déjenme ir.

Las ganas de llorar lo atravesaban, todavía su arma espiritual lo rodeaba y podía afectar a los demás.

—Saldré pronto, no vengas, te haré daño.

El alma seguía terco negando con la cabeza:—No, no, iré ahora.

Así como el alma con agujeros dijo, se acercó en el momento en que los carros dejaron de aparecer. Cuando tocó a Boris, su cuerpo comenzó a estar más transparente, un rayo de luz atravesó sus manos produciendo algún tipo de electricidad, no le importó y jaló a Boris hasta llegar a una esquina.

—Te he dañado. —Su voz era pesada y sin ganas. —déjame salvarte.

El alma sacudió la cabeza.

—Tranquilo, tranquilo, esto se sanará en unas horas—dudó de sus palabras— te llevaré a mi hogar, no pienses que me hiciste daño.

Son almas, cuando sentían el choque extraño de los carros o cualquier otro material, le aparecían agujeros en sus cuerpos, dañandolos hasta desaparecer.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.