Boris entiende que estar con los ángeles es ser un estorbo más, entiende que estar con las dos almas también es un estorbo más, es como si estuviera solo en el mundo sin tener salida de ella.
El cuarto de Félix y Ángel es más oscuro que el de él, ¿Por qué será? No lo entiende, pero tiene ideas en la cabeza.
Boris se levantó de su cama y con tristeza salió de la casa. No quería causar más molestias a alguien, para su próxima vida, si es que tiene una, se asegurará de no ir a los cielos, de no ser bueno ni creyente, tal vez así lo dejen ir fácil.
Boris andaba por la noche oscura, la luz de los faros alumbraba la autopista llena de carros, no era momento de cruzar, era momento de desaparecer.
Estaba a una línea de dejarse caer en la autopista, solo unos centímetros y se convertiría en cenizas.
—¿Qué intentas hacer?
Una voz aguda se escuchó del otro lado de la calle. Boris seguía en sus pensamientos a punto de tirarse.
—¡No!—La mujer le agarró el brazo.
"¡!" Boris se asustó, ¿Quién se atrevió a tocarlo? Hasta las almas no se podían tocar entre sí a menos que tengan algo en especial.
Cuando la mujer lo sostuvo de su brazo, el brazo de Boris comenzó a hacerse más transparente. Ahora si lo ves de lejos, puedes notar que hay un brazo mucho más transparente que todo su cuerpo.
—¿Cómo?—tragó—¿Cómo hiciste eso?
La mujer estaba confundida, ¿Por qué? ¿No lo podía tocar?
—Te ibas a matar, ¿No?—su voz era normal.
La mujer lo vio asustado.
—¿Pasa algo?
—¿Puedes verme?
—¿Si?
Era una mujer de la calle, sus ropas eran sencillas y rotas, tal vez por eso tenía la oportunidad de verlo, pero de tocarlo…
—¿De dónde eres?—preguntó Boris.
—¿Eso importa?—lo miró de pies a cabeza—ven, vámonos.
Lo jaló muy lejos de la autopista.
La mujer parecía muy feliz de que le hablaran, ella era la única feliz en la lluvia, su ropa se estaba empapando y el brazo de Boris iba desapareciendo. Cuando sintió que ya no le quedaba de otra, se soltó.
—No te conozco. No sé de donde eres. No puedo seguirte.
La mujer volteó, su sonrisa se borró del rostro:— Te salvé, eso me hace tu…
—No, quería desaparecer, no me salvaste.
Boris fue directo con sus palabras, desaparecer de ese lugar era su última opción, no quería ser un fastidio para otros como lo era para esa mujer.
Asintió:—Entiendo.
La mujer se alejó triste del lugar, su caminar jorobado mientras se dirigía al parque cerca a una orilla. Boris se conmovió, aparte de ser una mujer que no tiene hogar, también ayuda a los demás y aún así nadie quiere hablarle.
Boris decidió seguirla a escondidas.
Félix y Ángel llevaron a los dos ángeles a su casa, cuando no encontraron nada, se asustaron. Boris no había dejado una señal o un pensamiento para que Ángel pueda escuchar.
—¿Dónde está?—Prudencio fue el primero en hablar, su voz sonaba desesperada.
Ángel sacudió la cabeza, tal vez estaba en su tumba como las anteriores veces que se había ido porque se sentía triste. "Tampoco se encuentra aquí".
Javier pensó: si no lo encontraban antes de que amaneciera, ya no lo podrán volver a ver.
Prudencio comenzó a alterarse, estaba seguro que si no veía a Boris, entonces haría que lo destierren, no importa el lugar, él llegaría al lugar donde estaba Boris.
Félix era el más sentimental en estos momentos, saber que Boris se marchó solo por ser ignorado le causaba algo.
—¡Es tu culpa!
Todos vieron como Félix empujaba a Prudencio, aunque no le ocasionaba nada, se sintió intimidado
—No tenía opción, podía quedarme fuera, podía dejar de ser líder…
Félix temblaba intentando calmarse:— ¿Cómo puedes elegir algo así?—una lágrima se deslizó entre sus mejillas— Boris es alguien tan bueno… tranquilo, inteligente.
Mientras Félix seguía hablando, Javier quería reírse, el poco tiempo que estuvo con Boris no era más que cosas sucias y pensamientos malos hacia su líder, cosas que le quería hacer con tal de ya no verlo.
"No te rías" Ángel le habló con su poder "tiene razón en lo que dice".
—No tiene sentido que se ponga así por ti.
Sus palabras terminaron y su cuerpo se deslizó, aunque el sufrimiento en la vida terrestre ya había pasado, todavía quedaba la vida de alma, una vida que puede ser eterna si te sabes cuidar, pero aquella vida es más como una cárcel, saber que sufres todos los días con tal de sobrevivir, es algo que no se puede ver en los cielos.
Ángel sostuvo desesperado a Félix, alguien que ha amado desde hace mil años, alguien que lo ayudó a superar sus obstáculos, sería difícil dejarlo ir.
—Aléjate.—la voz de Prudencio seguía siendo seria—Lo salvaré.
Ángel se alejó como dijeron, esperó a que alguien haga algo, pero ni siquiera gritar lo podría librar de su condena.
Una luz salió de la palma de su mano, volvió a decir los susurros.
La luz se hacía cada vez más fuerte mientras su palma presionaba más en la frente de Félix. Prudencio cerró los ojos diciendo las últimas palabras.
Una vez que sacó su mano, abrió los ojos. No miró a Félix, su vista fue de frente a la alma detrás de él, era Boris.
Estaba caminando muy despacio.
Prudencio y Javier lo llamaron con todas sus fuerzas, pero Boris los ignoró.
"Ya no los quiere ver" "será mejor que se vayan".
Prudencio jamás se rendiría, no después del tiempo sin verlo.
Boris seguía a la mujer, había cierta lejanía entre ellos dos, no quería que la mujer se entere que la están siguiendo. Una vez que llegaron a ese lugar, se sorprendió.
Solo había una caja y frazadas, las demás mujeres que estaban con ella la ignoraban.
"No es diferente de donde nosotros vivimos" pensó Boris antes de acercarse.
Desde el día que tiene memoria, le habían enseñado a respetar los lugares de una persona, pero como esa mujer podía verla y tocarla, era algo fascinante. Era una humana, no podía hacer tal cosa.