La voz de Boris era desgarradora, sus manos agarraban el piso y sus ojos se nublaban por el dolor que sentía. Si alguien lo estaba viendo o escuchando no le importaba, solo quería sacar ese dolor que invadió su cuerpo.
Prudencio estaba igual, la soledad se transmitió por cada parte de su cuerpo, sintió los recuerdos, los sueños que tuvo con Boris después de su destierro.
Nadie podía hacer nada.
El dolor pasaría tarde o temprano, Ángel que estaba viendo la escena también comprendía, ser amado y desterrado es la sentencia más horrible que puede existir.
—¿Qué… qué me está pasando? —Prudencio sostuvo su cabeza con fuerza.
No podía retener el dolor, sus recuerdos donde era feliz con Boris volvía a su cabeza, sus sueños que jamás ocurrieron invaden cada parte de su ser que le quemaba tanto.
Grecia estaba a un lado, no le importaba el escándalo que hacían en medio de la calle, igual nadie les prestaba atención.
— Déjalo, no te esfuerces en mejorar, el dolor pasará solo.— Ángel habló calmadamente.
—¡Hay que ayudarlos!— Félix estaba desesperado, veía cada vez más transparente a su amigo, su pecho dolía.
Es como si en cualquier momento, tanto Boris como Prudencio se hubieran quedado dormidos, ahora sus cuerpos estaban inertes en el piso. Ya no había tristeza, ya no había dolor, solo eran ellos dos en un cuarto blanco.
— ¿Dónde estamos? — Boris fue el primero en hablar, sintió que todo lo que acaba de ocurrir fue un sueño. —¿Cómo es posible? ¿Por qué el cielo me sigue castigando? — su pecho subía y bajaba lentamente.
Saber que el destino lo tenía acorralado le dolía, podía soportar desaparecer y vivir en otra vida, pero el dolor que se sintió fue tan horrible que ya no desea eso, más bien sintió las ganas de seguir viviendo.
Prudencio se mantuvo callado, ahora que estaba cerca a Boris no se le ocurría alguna que otra palabra.
El sonido de la lluvia sonó. No podían sentir las gotas en ellos, pero adelante caían en gran cantidad, es como si una pantalla les estuviera enseñando algo.
Se escuchaban gritos de niños y jóvenes, se les escuchaba tan alegres.
La pelota que cayó frente a ellos los sacó de su nube. ¿Deberían recogerla? Cuando ambos se agacharon, su mano traspasó la pelota.
Un joven se acercó a recogerla.
Boris que estaba más atento en la situación, se fijó en el joven. Sus ojos grandes, su piel suave, su altura… "¿No es Prudencio?" Boris miró al ángel que estaba a su costado y luego al joven que estaba delante de él. Solo había diferencias de alturas, todo lo demás era exactamente igual, ¡Era él! ¿Por qué nos enviaría a este lugar? ¿Cuál era el propósito?
Podía verse una sonrisa gentil en el yo más joven de Prudencio, no era tan serio y testarudo como ahora. Su sonrisa se reflejaba de extremo a extremo.
Los niños que estaban jugando con él lo llamaban para que pase la pelota, pero ese Prudencio se encontraba viendo algo más importante, sus ojos brillaban y su sonrisa se ampliaba más. ¿Qué era? Boris volteó por curiosidad.
—…
¡Era él mismo! ¿Por qué Prudencio lo miraba de esa forma?
Su yo más joven se acercó al Prudencio joven, ambos tenían una sonrisa en su rostro.
Boris miró a Prudencio para una explicación, para cuando sus ojos chocaron, Prudencio tenía sus mejillas rosadas y su rostro preocupado. Intentaba hablar, pero parecía imposibilitado por una barrera.
Leyendo sus labios intentaba decir "no veas" pero la curiosidad siempre gana y Boris quería saber más de ello, así que lo ignoró.
—¿Cómo has estado? — el Prudencio más joven mantenía su sonrisa.
Boris solo asintió y eso bastó para que Prudencio se abalance encima a darle muchos besos.
—…
¡Imposible! Boris mantenía sus ojos y boca bien abiertos. ¡¿Este es un sueño de Prudencio?! Volvió a mirarlo, pero Prudencio ya había tapado su rostro.
Tragó grueso, definitivamente era su sueño… entonces ¿a Prudencio le gusta…? Volvió a tragar, jamás pensó encontrarse con algo así. No creía que estas cosas sucedieran, Prudencio siempre lo trató con indiferencia y no con el amor que debió merecer.
Un escalofrío recorrió su espalda, ser querido por un maestro es algo extraño.
Por la mente de Prudencio pasaban varias cosas, primero estaba feliz que enseñaran algo bueno y no de sus sueños sucios con Boris, y otro es que ¡Ahora no sabía lo que haría cuando hablara con Boris!
Después de ese sueño, la pantalla de volvió oscura, se escuchaba el sonido de un tintineo, se escuchaban lamentos y medias pestañadas. Estaban en una mente. En los recuerdos de Prudencio.
— ¡Déjenlo ir! —Se escuchaba la voz de Javier, muy ronca para su voz original.
Boris apretaba sus oídos, los tintineos se hacían cada vez más fuerte... sus propios gritos de mezclaban con los de Prudencio. ¿Por qué estaba en esta situación? No lo entendía, solo reconocía al hombre delante de Prudencio: el juez celestial.
— Está pagando por los años de pensamientos que tuvo.—lo escuchó decir.
Boris sentía que estaba muriendo, sus orejas tenían líneas delgadas de sangre. Entre sus ojos borrosos y su cuerpo debilitado, se desmayó.
Prudencio observó como la persona que ama iba perdiendo la conciencia, intentó gritar, romper lo que se interponga entre ellos, solo quería liberarlo de lo que sea que esté sintiendo.
Una ráfaga de luz apareció entre sus ojos, mientras se iba apagando, todo el cuerpo de Boris comenzó a desaparecer.
"¡!" No sabía a donde podía ir, no sabía si había retorno de este lugar.
Un lloriqueo se escuchó detrás de él, Prudencio volteó muy despacio, vio a un joven echado en su cama abrazando su almohada, parecía no liberarse desde hace tiempo.
Habían toques violentos en la puerta, eran sus padres.
Los gritos que soltaban cada uno era muy atormentador para el joven. ¿Qué habrá pasado? Prudencio olvidó a Boris y se concentró en la pantalla.