Simón y yo nos dirigíamos hacia las zonas de la cabaña cuando de repente Simón se quedó quieto observando a un chico que paseaba por un sendero.
—Mira ese es uno de tus nuevos compañeros —Dijo Simón mientras se metió los dedos en la boca para lanzar un fuerte y largo silbido – ¡LUCAS! —Gritó.
El tal Lucas tenía el pelo de un castaño muy bonito, los ojos de color miel, que expresaban buen humor, su cara tenía un semblante divertido y su complexión física era digna de un atleta. Iba vestido con un pantalón de chándal gris y una camiseta de tirantes negra.
Al escuchar la llamada de Simón este se dirigió a nosotros trotando.
—Hola Simón —Saludó el chico sonriendo de oreja a oreja—. ¿Que necesitas?
—Tengo un regalo para ti y tus amigos —Le respondió Simón.
Lucas me miró y se dirigió a Simón.
—¿Campista nueva?— le preguntó.
—Si —respondió este.— Y vuestra nueva compañera de cabaña.
—¿Perdón? — Preguntó sin creerselo, me volvió a mirar durante unos segundos, dándome un repaso visual de arriba abajo—¡Pero si es una chica!—Exclamó.
Ha habido un pequeño problema de administración y Christine fue apuntada a vuestra cabaña y resulta que no tiene donde quedarse —Explico Simón— Confío en que no la violareis.
Iba a decir 'Yo también confío en ello' pero decidí que el comentario no era muy oportuno.
—¿Y dónde queda la política del campamento? — preguntó cada vez más contrariado.
¿Hola?¿Nadie se había percatado de que yo seguía allí con mi fabulosa y pesada maleta?
—Tratarla bien —Concluyó Simón dando medía vuelta yéndose por donde habíamos venido.
—Pff —Resoplo Simón — Vamos— Dijo dirigiéndose a mi por primera vez en todo este rato.
Moví la mano en gesto de adiós para despedirme de Simón.
—Lucas— Dijo alargando la mano para que se la estrechara.
—Christine —Respondí alargando también mi mano y estrechando la suya.
—¿Te puedo llamar Chris?—Sugirió Lucas— Mola más.
—Prefiero Christine— Dije con una pequeña sonrisa.
— ¿Y de dónde eres Chris? —Me preguntó Lucas haciendo caso omiso a mis esfuerzos porque me llamara por mi nombre completo.
—De Madrid— Respondí cortante.
—Ajám— Se quedó pensativo—. Yo de Toledo.
—Estamos cerquita— Dije. Todo aquello no podía ser más incómodo.
Después de eso se hizo un silencio incómodo, por lo que me dediqué a observar a mi alrededor, las cabañas de madera estaban divididas por zonas y color, cosa que me extrañó.
—¿Porque las cabañas están divididas de esta extraña manera?—Pregunté intentando evitar ese silencio incómodo que se apoderaba cada vez más de nosotros.
—Estan divididas según la edad y el sexo, las cabañas verdes para los chicos y las naranjas para las chicas—Explicó Lucas— las que tienen dibujos de caracoles por la paredes y una gran estrella en la puerta es de los caracoles, los más pequeños del campamento, luego en las que tienen conejitos dibujados en las paredes y un circulo en la puerta es de los medianos y las nuestras son las que tienen un cuadrado en la puerta.
—Es una buena manera de organizarlo—Dije pensativa.
—Mira ya casi llegamos— Dijo Lucas acelerando el paso.
Le intenté seguir pero iba unos cuantos pasos por detrás ya que llevaba como 45 minutos llevando una mochila y una bolsa de deporte.
—Uff —Suspiré cansada mientras pasaba mi mano por la frente para secarme el sudor— Que horror.
Aceleré el paso al ver que cada vez Lucas se alejaba más y más de mi, cuando de repente paro.
—Aqui es —Dijo Lucas señalando a una enorme cabaña verde que se encontraba al final del camino.
Esta cabaña era pequeña, como las demás, de color verde con el tejado de color blanco en forma de triángulo, además por lo que podía ver desde fuera, había una pequeña ventana situada a la izquierda de la puerta.
—Muy bonita — Le respondí.
Lucas abrió la puerta y se apartó para que echase un vistazo. Desde allí, pude observar que estaba todo lleno de polvo. Había tres literas, colocadas una a la izquierda y dos a la derecha. También había una estantería al lado de la litera izquierda, y una ventana, que se encontraba abierta de par en par, al fondo. Junto a la estantería había tres maletas con varías mochilas y bolsas; Supuse que serían de Lucas y de algún otro de sus amigos.
—¿Cuánto hace que no se limpia? —Se me escapó.
—Aqui cada uno limpia su mierda chata. En un rato traerán los cepillos de barrer, las fregonas y los plumeros — Me dijo entre risas.
Genial, odio limpiar.
Rompiendo mis pensamientos escuché el sonido de unos pasos veloces acercándose a nosotros. Sin darme tiempo a reaccionar, Lucas me tomó por la cintura y me apartó de la puerta. Un ángel (porque no habia otra descripción para él) venía corriendo desde las otras cabañas en nuestra dirección. Tenia los ojos azules, y un cabello rubio que le bailaba con el viento. Iba en pantalones cortos de chándal y unas deportivas. Pasó por delante de Lucas y de mí, atravesando la habitación.
—¡No me habéis visto!— Gritó, antes de saltar por la ventana del fondo de nuestra cabaña y desaparecer como había aparecido, corriendo.