—Quizá le pasó algo —le susurró a su teléfono, sus ánimos decayendo cuando cargó la página y no apareció la notificación que le alegraba siempre.
Su compañero de cuarto solo rodó los ojos, no comprendiendo la opresión en su pecho y el frío en sus huesos.
—¿Por qué estás exagerando tanto? —le preguntó con fastidio en su voz, arrancándole el celular con fuerza y Harry dejándose con un puchero en labios—. Es una puta. Debe estar haciendo cosas de puta, ¿no? —Sonrió de lado, como si fuera gracioso.
No lo era.
—Cállate, Finn —Fue su turno de rodar los ojos, y rodar sobre la cama cuando su corazón recibió un pinchazo de algo desconocido. No lo comprendía aún.
—¡Oh, vamos! —él exclamó, tirándole su celular sobre su espalda y gruñendo como el idiota que Harry pensaba que era—. ¿No piensas quedarte todo el día en cama, verdad? No eres tan estúpido.
—Quizá lo sea —le respondió el rizado, recordando unos ojos azules apagados. ¿Cómo podría él encenderlos desde donde estaba?
—Vamos, hermano —volvió a suplicar Finn, tirando de su pierna y sacándolo de la cama de alguna forma—. Vamos a gastar ese dinero que te mandó tu madre, vamos...
De alguna forma, ellos ya se encontraban fuera del instituto, Harry mirando a lo lejos con la esperanza de que su celular sonora gracias a alguien esperado. Pero no lo hizo cuando Finn y él comenzaron a caminar, alejándose del lugar con rapidez y aburrimiento por parte del rizado.
—No creo que sea buena idea —le susurró a unas pocas esquinas, agachando la mirada cuando varios ojos extraños le miraron con curiosidad.
—¿Qué dices? —Finn gruñó, golpeando su hombro y bufando—. ¿Por qué estás tan deprimido?
Pensó en la tonta sonrisa que se le dibujaba a veces, en la sensación agradable que se instalaba en su pecho con su alfa desesperado y cómo nada de eso estaba sucediendo ese día.
—Solo no tengo ánimos de salir —susurró, sus pies siendo su distracción cuando Finn lo miró de mala forma.
—Nunca quieres salir, Harry —le reprimió, golpeando su hombro y suspirando—. ¿Por qué no superas el asunto ya? Eres un idiota por estar enamorado de alguien que no conocerás.
Pensó, una vez más, en ojos azules.
—Ya lo sé —admitió en voz baja, suspirando y encogiéndose de hombros—. Quizás tengas razón.
—¡Eso es! —Finn aulló, volviendo a empujar a Harry para que volvieran a caminar.
Él comenzó a charlar de algo que Harry no entendía, porque estaba perdido en sus pensamientos y en la decepción antes de que pudiera echar marcha atrás. Y recordó a su madre, tan ilusionada con el futuro de Harry con una familia, segura de que tendría tantos nietos que el alfa no podía darle. Nunca en su vida había estado interesado en alguien y ello siempre había sido una decepción.
¿Un alfa sin pareja? ¿Qué clase de broma era esa?
—Ahí están —Finn lo empujó, riendo cuando Harry casi cayó sobre sus piernas—. ¿No son preciosas?
No lo comprendió hasta que alzó la mirada, dos omegas caminando hacia ellos con sonrisas en sus labios y sonrojos falsos que no se comparaban con quien Harry tenía en mente.
—Lo son —dijo, apenas creyéndose que su voz sonaba emocionada—. ¿Quiénes son?
—Pues nuestras acompañantes.
Ellas estuvieron sobre ellos en segundos, guiándose de sus cuellos con fuerza y besándoles ambas mejillas sin ningún toque de vergüenza. Y, no viniendo de él, no le pareció nada atractivo su actitud.
—Iremos a tomar algo —Finn les dijo y ellas sonrieron sin alguna gracia—. Harry invita.
—Pero es muy temprano —dijo el alfa, recibiendo risas como respuesta.
—Conozco un bar por aquí —dijo una de las omegas pero Harry no supo quien antes de volver a ser tirado del brazo hacia un camino incierto.
Si su madre lo viera le daría unas palmadas en la espalda y seguramente diciendo que estaba orgulloso de él. Sí, orgulloso por aceptar el estereotipo de alfa que él se había negado tanto tiempo de aceptar, mirando con confusión cuando su madre le exigía que saliera a la calle a buscarse alguien con quien estar, que un alfa no debe estar solo ni virgen a la edad de Harry. Y Harry se encogía sobre sí mismo, saliendo a las calles a esa hora con el temor sobre su cuerpo y paseando por las calles hasta que fuera suficientemente tarde para regresar.
—Yo no quiero ser como ellos —le había dicho un día, con miedo de algo que no podía explicar—. No quiero ser igual de idiotas que la mayoría de los alfas.
Un mes después se enteró de que había sido aceptado en el instituto de alfas más prestigioso del país, pese a que no había enviado ninguna solicitud. Y ahora aceptaba ser alejado de los omegas como si ellos no pudieran mezclarse con alfas.
—Hey —Una de ellas le apretó el brazo—, ¿por qué estás tan distraído?
Harry miró a Finn, que disfrutaba de la compañía de la omega amarrada a cintura al igual igual que la transeúntes, que les miraban con gracia y sonrisas coquetas.
—Porque...sí —susurró, mirando los dedos de la omega clavarse sobre su piel.
—Esa no es una respuesta —ella replicó con un puchero enorme, desplazando su mano demasiado sobre él.
—¿No le da vergüenza? —escuchó.
—Por favor —comenzó con un suspiro saliendo de sus labios—, no me manosees.
Ella rió, tal como si hubiera sido el mejor chiste contado en su vida. Pero Harry le miró con toda la seriedad que pudo, escuchando la melodía que le llenó el alma enseguida.
—¿Estás de broma? —ella chilló, ahora con una mueca.
—Don't realize how mean I can be. Cause I can sometimes treat the people that I love like jewelry...
—¿Por qué habría de estarlo? —le preguntó, alzándose sobre sus pies y descubriendo el universo dentro de la tierra, el cielo sobre la tierra y la tristeza reencarnada en persona. La perfección siendo brillante sobre él apesar de todo.
—¿Qué? —ella siguió, volviendo a tocarlo.
Harry no esperó antes de dejarse llevar por el canto glorioso de una sirena, que estaba dentro del cuerpo del omega que con mejillas rojas seguía tocando los acordes de la guitarra en sus manos. Se dejó ilusionar cuando su corazón se aceleró y sus pies le guiaron a la perdición sin alguna pena, llegando antes de tiempo y solo pudiendo concentrarse en sus labios moviéndose y atrapándolo, como si ello fuera posible.