Canasta de cuentos filosóficos

El arte como la culminación de la experiencia humana.

Al norte de la Ciudad de México habitaba un joven estudiante de preparatoria llamado Jaime, dado a que se encontraba en los últimos años de su bachillerato la idea de entrar a la universidad le era muy agobiante. Él anhelaba con el alma estudiar derecho; desde que tenía uso de la razón se acordaba como se ponía a jugar con sus peluches al “tribunal”, así le denominó a su juego favorito. Por lo tanto, ya era algo casi innato desear estudiar la licenciatura en derecho.

Sabiendo todo lo que le había costado llegar hasta donde está en este momento, era comprensible que Jaime estuviera muy preocupado por su examen de ingreso a la universidad, solo le faltaban tres meses para presentarlo pero él había anticipado su estudio desde un año atrás. Y eso era comprensible ya que él quería entrar a estudiar a la UNAM, la mejor universidad en México, y por si fuera poco también quería estudiar en el campus central que fue denominado patrimonio de la humanidad: Ciudad universitaria. Si ya de por si la licenciatura de derecho era de alta demanda, estudiarla en la UNAM y en su campus principal representaba realizar un verdadero sacrificio para asegurar su matrícula.

Como ya era casi final de semestre, muchos de los profesores de Jaime les solicitaron a sus alumnos los trabajos finales de sus respectivas asignaturas. Jaime estaba consiente de esas evaluaciones, y para no interrumpir su propia preparación para el examen había adelantado los trabajos que tenía que entregar, excepto uno, el de estética. Y esto realmente lo molestaba, aparte de ser la materia que menos le interesaba, el profesor dejó la evaluación en ultimo momento: de una semana para la otra.

—Bueno muchachos fue un curso muy enriquecedor para nosotros, y sabiendo que muchos de ustedes están estresados por el final de semestre y por el examen de ingreso a la universidad seré muy compasivo con ustedes. Lo único que quiero que me entreguen es una reflexión filosófica-estética acerca de su experiencia al ir a un museo, una galería de arte, una obra teatral o lo que ustedes gusten. —Especificó el profesor de estética.— 

—Disculpe profesor, ¿cuál es el formato del trabajo? —preguntó uno de los alumnos.—

—Quiero algo sencillo, así que recomiendo que sea de cinco cuartillas a espaciado 1.5, la fuente puede ser Arial o Times New Roman a una fuente de 12 . Ya saben, algo clásico. —respondió el profesor.—

—A si que sin nada mas que agregar, fue un gusto estar con ustedes durante este curso, aprovechen este fin de semana para ir a visitar cualquier museo o galería, nos vemos la siguiente semana para entregar el trabajo. —Dio su última indicación el docente.—

Jaime era un buen estudiante, era muy responsable con sus materias y aunque no le gustara la estética sabia que era un requisito pasarla con buena nota para asegurar su ingreso tanto en la UNAM como en un buen turno.  Así que tenia los recursos conceptuales necesarios para realizar una buena reflexión. —en unos dos días tengo el inoportuno trabajo —pensó Jaime en su interior—. Si bien Jaime era sumamente responsable y aplicado, eso no significaba que iba a disfrutar de la experiencia de hacer el dichoso trabajo.

Visitar el museo de Bellas Artes, próximo Sábado, dedicar todo el medio día; esto era lo que había apuntado Jaime en su agenda. Dado a que quería terminar rápido esta agobiante tarea, decidió no darle margen a la pereza y hacer la visita al día siguiente.

Terminada la jornada escolar de ese día, mientras sus demás compañeros se iban de fiestas o a descansar, Jaime se dirigía a su curso de ingreso a la universidad. Su familia era de clase media alta así que se podían dar el lujo de enviar a su hijo a un buen curso; lo importante era asegurarle a Jaime el mejor futuro posible.

Ya había caído la noche cuando Jaime llego a su casa. Dado a que mañana quería aprovechar las primeras horas del día para ir a Bellas Artes, Jaime se metió a dormir temprano a su cómoda y acogedora cama. Se quito las gafas y puso el despertador a las seis de la mañana: su hora favorita para levantarse.

El reloj sonó en punto de las seis de la mañana. A Jaime realmente le costó demasiado levantarse, y no era de menos, pues no le apetecía la idea de desperdiciar su tiempo yendo a un museo sí simplemente tenía la alternativa de visitarlo virtualmente y hacer el dichoso ensayo desde la comodidad de su alcoba. Pero el profesor les solicitó a los alumnos el boleto y evidencia en fotografía para que ningún alumno pudiera hacerle trampa.

Jaime se dispuso a encender el calentador de agua, mientras el agua para su baño se calentaba, iba a provechar el tiempo para hacerse el desayuno. Ya que le gustaba mucho comer tlayudas con las señoras que venden en el zócalo de la Ciudad de México, decidió desayunar algo ligero que le ayudara a estar lo suficiente activo para ir al museo de Bellas Artes pero también lo suficiente hambriento para ir por su tlayuda. A si que prendió la estufa, puso encima de ella dos sartenes con aceite y en cada uno de ellos puso una tortilla y un huevo para freírlos; mientras su desayuno se freía Jaime tomo unas naranjas, las corto y las exprimió en el extractor de jugos. Ya estaba listo un típico desayuno chilango: Unos huevos rancheros con salsa y un jugo de naranja.

Justo después de desayunar, este Jaime, se percató de que el agua estaba lista, así que decidió meterse a bañar. Una vez terminado su baño, se dirigió a su cuarto a escoger la ropa: Una camisa semiformal de cuadros color azul marino, un pantalón de mezclilla azul, unos zapatos monkstrap café tabaco, y finalmente un suéter cuello “v” color café.



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En el texto hay: cuentos, filosofia, reflexiones

Editado: 11.04.2020

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