Canción del Invierno

Capítulo 1: La Parada Equivocada

«—¿Puedes esperar un momento aquí? Voy a decirle algo a Jenn —dijo con total naturalidad».

Fue imposible no grabarme las palabras de Anna; cada vez con algún detalle diferente, pero siempre con la misma intención: dejarme a un lado, para luego así ir a susurrarle algún secreto a una de sus amigas en el oído. Siempre actué como si no me importara en lo absoluto, soy una completa mentirosa. Desde las veces que hablaban sobre los lugares a los que habían salido el fin de semana, incluso con esas ridículas pulseras de la amistad. Todo eso calaba en lo más profundo de mi corazón, formando otra espina en un jardín lleno de rosas marchitas.

No todo el tiempo fuimos así, hubo una época en donde realmente éramos unidas. Cuando mi madre falleció en un accidente, mi tía decidió hacerse cargo de mí. Anna —mi prima— me ayudó incontables noches para alejar esas molestas pesadillas. Nuestra relación se hizo mucho más fuerte con el pasar de los años: jugábamos juntas a las muñecas, nos dormíamos tarde viendo películas mientras nos atragantamos de dulce, hasta esos ridículos collares a juego. Fui una tonta pensando que sería así para siempre; pero como todo niño que crece, conoció nuevas personas que eventualmente se convirtieron en sus mejores amigas. Me ilusioné al pensar que podía ser parte de su grupo, supongo que no cumplía con los requisitos.

Aún me pregunto todos los días: «¿qué fue lo que realmente hice mal?»

—Este vestido te quedaría hermoso —comenta una de sus amigas—. Aunque, ¿qué estoy diciendo? Todo lo que te pongas te quedaría espectacular.

—No es cierto —contesta Anna.

Permanezco sentada en la tapa del retrete, escondida en uno de los cubículos esperando desde hace veinte minutos que se vayan. Pero están tan concentradas maquillándose y mirando ropa desde una tienda en línea, que parece que no están pensando en irse en un buen rato. Agregando a mi mala suerte que el timbre sonó hace diez minutos y debería estar en la clase del señor Griffin. El señor Griffin odia la impuntualidad. Realmente soy una cobarde al no poder salir, pero sí sigo de esta manera terminaré reprobando la asignatura y no necesito otra lista de preocupaciones en mi cabeza.

Vamos, Beatrice... tú puedes. ¡Deja el miedo, no les debes absolutamente nada!

Muy bien. Voy a salir.

Levantándome, tomo mi mochila tirada en el suelo para así colocarme las tiras en los hombros. Es entonces que pongo mi mano en el pestillo e inhalando y exhalando unas cuantas veces trato de relajarme un poco. Finalmente, le quito el seguro. Abriendo la puerta salgo del cubículo dirigiéndome hacia los lavamanos. Ellas ni siquiera se percatan de mi presencia, solo siguen riéndose, mirando el teléfono y retocándose el maquillaje.

—Realmente te envidio Anna. Además de bonita eres la presidenta de la clase —comenta Emma, lanzando un suspiro—. Sigo sin entender ni una sola palabra que sale de la boca de la señora Martínez.

—Necesitas asistir a su clase para ir a una buena universidad, Emma —le recuerda su amiga Jenn.

Solo respira...

—Ya lo sé —Emma con desgano termina recargándose en una pared. Prosiguiendo así a continuar mirando su celular.

Cuando termino de lavarme las manos, me doy media vuelta, comenzando por fin a dirigirme hacia la salida.

—¡Beatrice!

Deteniéndome justo en ese momento, volteo a ver a la muchacha recargada de la pared. Emma derecha nuevamente me mira como un amuleto que acaba de encontrar. Con sus brillantes ojos azules, dice con un tono de voz amigable:

—No te había visto, ¿cómo estás?

Dudo un momento en responder.

—Bien, como siempre —contesto subiendo los hombros.

—Oh, ya entiendo... —hace una pequeña pausa incomoda—. Oye, sé que esto puede sonar muy repentino, pero realmente necesito tu ayuda. De todos nosotros eres la mejor en la clase de Música y en serio necesito aprobar. Te prometo que haré todo lo me pidas.

Miro por un momento a Anna con los brazos cruzados, esperando a por mi respuesta totalmente tranquila como si no le importara. Cuando estamos en casa parece que puedo cumplir sus requisitos, me habla sin una pizca de vergüenza. Uno que otro día vuelve a pedirme mirar una película juntas, y como una tonta le digo que sí, deseando con todas mis fuerzas que algún día vuelva a ser como antes. Sin embargo, en la academia a pesar de que todos sepan que somos familia, realmente es todo lo contrario, en este lugar parecemos dos completas desconocidas.

Limitándome a responder no puedo evitar soltar una pequeña risita.

—¿Ocurre algo? —cuestiona Emma.

Emma, Jenn. Espontáneas, alegres y bonitas; dos personas que sí parecen encajar en su círculo social.

—Lo siento, Emma —hago una pausa fijando mi vista en la rubia—. Me gustaría ayudarte, pero últimamente tengo mucho trabajo en la cafetería y casi no tengo tiempo.

—Oh... Bueno, no importa. Le preguntaré a alguien más entonces —dice con cierto disgusto.

Sin decir una sola palabra más, me marcho hacia mi próxima clase. En la cual estoy llegando por tercera vez tarde.

—La hora del almuerzo acabó hace treinta minutos, señorita Bell —dice el profesor Griffin, mirándome por encima de sus anteojos—. Espero que tenga una buena excusa.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.