Capítulo 19: Manifiesta el Fuego

“… lo peor viene cuando mucho de ese Luft negativo se transforma en una ventisca, porque puede llegar a infectar a los espíritus del fuego y transformarlos en Kelpies…”

Fragmento de:

Canticos del Viento y el Ocaso.

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Kari tiene el sueño muy ligero, cualquier leve sonido que sus agudas orejas sientan lo harán despertar y estar preparado para reaccionar casi al instante. Esto solo no se aplica cuando está en su casa, allí si se permite darse el gusto de dormir como corresponde. Solo que ahora no estaba en su casa, había pasado la brisa nocturna dentro de una cueva en las montañas debido al muy mal clima de afuera.

El sonido de gotas de agua cayendo a un lago se amplificaban por el eco de la caverna, en un principio quedaban casi ahogados ante el tempestuoso clima de afuera. Pero una vez que la tormenta de nieve cesó ese ruido cobró más presencia, tanto así que el Elfo Invernal terminó por despertarse.

Sus ojos se abrieron de golpe, la Chispa de su corazón ardió agitada como si hubiera un peligro inminente del cual encargarse. Rápido se dio cuenta que ese no era el caso, la cueva estaba igual de tranquila que cuando entraron, Magnus durmiendo a su lado y él tapado con una manta y durmiendo junto a… un noble. Una sensación extraña sacudió su interior.

Notó como Hakon dormía plácidamente a su lado, le estaba dando la espalda y a su vez su cuerpo estaba mucho más cerca del suyo de lo que esperaría. Mas tomando en cuenta que de seguro un noble jamás habría dormido así en la estación de Luna Eterna, era por muy pocos centímetros que sus cuerpos no se tocaban. Aunque de lo que si se percató Kari fue de su brazo sobre el cuerpo del noble con su mano a la altura del abdomen.

Apenas se dio cuenta de esto retiró su mano al instante <¿Pero cómo…?> la sensación no era desagradable como se lo esperaría, de igual manera le hacía sentir algo raro en el estómago. Sacudió su cabeza de un lado a otro para sacarse ideas raras de adentro <Solo hice lo necesario para sobrevivir, el frio de anoche estaba volviéndose potente> se dijo a sí mismo.

Intentando no ser brusco para que Hakon no se despertara Kari terminó de salir de entre la sabana, era una manta larga y peluda así que la dobló para que le hiciera más calor al noble. Solo que al moverla para acomodarla pudo notar algo, un bulto levantado en su ropa a la altura de la cintura <Es un malnacido de mierda> pensó molesto al verlo. Para asegurarse bajó su mirada, su cuerpo estaba normal, no lo despertó con ninguna sorpresa como ese asqueroso noble pervertido.

<Que suerte que pude pasar bien la noche> quiso distraerse con otra cosa, se concentró en la fogata casi apagada. Sacó unas ramas secas más de la bolsa de su mochila para volver a encenderla, iba a preparar una infusión energética para que ambos tomaran antes de regresar <La abuela debe estar un poco preocupada> se acordó de ella.

<Al principió sentí que dormía mal, espero que él no notara mi preocupación. Pero es que estaba tan preocupado por llegar contraer una de las Enfermedades de los Vientos, de momento no tengo síntomas y espero que no se manifiesten> Kari quería pensar que no, al final de cuentas aunque durmió mal y preocupado al principio esos sentimientos se desvanecieron cuando cayó en un sueño más profundo, esa manta peluda sumado a Hakon le generaron una cantidad inesperada de calor para poder dormir.

De todas formas no debía tomar a la ligera una tormenta nevada como esa, si uno no está bien preparado como fue parcialmente el caso de ellos ahora entonces podrían contraer una de las cuatro Enfermedades de los Vientos. El campesino las conocía muy bien, se las enseñaron de niño; el grupo del que formó parte buscaban personas con esas enfermedades, les extraían sus secreciones y las utilizaban para crear venenos muy útiles con los que mataba <Bueno, por suerte se tratarlas y curarlas si alguno de los dos llega a tener síntomas. El problema sería si la abuela se contagia, su cuerpo es más adulto y débil>.

Sus orejas puntiagudas se sacudieron al escuchar algo, se volteó para atrás y vio al noble despertándose. –Buena brisa –dijo vagamente Hakon con todo su cabello despeinado. Pensando que Kari no se dio cuenta de como el noble se acomodó sus piernas para ocultar algo en la cintura.

–¿Qué tal? Imagino que no estás acostumbrado a este tipo de lujos, pero es lo que nos tocó.

–Es verdad, igual no me quejo ¿dormiste bien? –El humano hizo una extraña pausa–. ¿No tuviste frio?

–No, esa manta de la abuela sí que es útil. Y supongo que tú también contribuiste un poco.

Hakon se acomodó, se sentó en el suelo de piedra debajo de la manta y clavó sus ojos grises en Kari. Esto lo incomodó un poco, sentía que el noble estaba actuando un poco diferente esta mañana, y pudo confirmarlo cuando escuchó el tono de su voz. –En realidad si tuve mucho que ver, sabes, descubrí algo sobre mí anoche.

Procedió a contarle lo que pasó, la razón de que el campesino no tuviera frio y por lo que seguramente no se enfermó. Al final, los rumores que escuchó Kari sobre la sangre noble resultaron ciertos.

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Se supone que una chimenea debía ser suficiente para proporcionar el calor que proteja a alguien del frio, pero cuando se trata de nobles y del frio nunca hay chimeneas suficientes. Y mucho menos decir que son simples, no, los nobles tratan a las chimeneas como se trataría a una escultura de porcelana perfecta. Mientras más complejo el diseño y más cantidad de ellas queda claro el nivel y estatus de uno en la nobleza.

Debido a eso es que en la sala se encontraban cinco chimeneas, una en la pared del final y dos en cada pared de los lados. Con tanto fuego saliendo de varias direcciones ni siquiera uno podía imaginarse el terrible frio que traía la fuerte tormenta nevada de afuera. Aquella gran sala tenía seis metros de alto, con suelos de baldosas tan relucientes como hielo y bellísimos cuadros en la pared, sin contar los recuerdos en cristal sobre cada chimenea y las estanterías llenas de libros.