Canto Para Ti

Rebeldía

El día lunes temprano, Adam llegó a la oficina. Se había pasado el resto del día domingo, desconectado, haciendo planes, comprando algunos obsequios y totalmente disoluto. Siguió con su teléfono apagado, aislado del mundo. No quería saber nada que no fuera algo relacionado a Jenn. Su mundo había cambiado y era para siempre.

Como nunca a eso de las siete y media llegó a su oficina, saludando a algunos empleados que ya se encontraban trabajando. Para todos era novedad que Adam Willson les deseara los «buenos días», sin dar una instrucción o encontrar algún detalle, ya fuera en el orden o en el aseo. Al contrario, parecía que caminaba sobre un arcoíris montado en un unicornio, porque la sonrisa de oreja a oreja a todos pilló por sorpresa.

Pero toda felicidad dura poco… al entrar en su despacho, vio sentado en el sillón de propio escritorio a su padre, con un rostro para nada amigable. Ya suponía por qué estaba allí, de seguro era por el numerito que él y Brent habían brindado gratuitamente a la prensa el día viernes. Aunque por lo visto, eso no se había filtrado a los medio de comunicación. Los diarios que recibió no decían nada, al menos hasta donde él había visto.

—¡Al fin te dignas a aparecer! —soltó el hombre al verlo llegar, mirándolo con el entrecejo fruncido.

Adam guardó las llaves que traía en la mano con las que había jugueteado desde que entró al edificio en un bolsillo de su pantalón, dejó el maletín de cuero sobre un mueble y tranquilamente cerró la puerta tras de sí. 

—He estado ocupado —respondió sereno, acercándose al escritorio y sentándose en frente a John pues al parecer su padre no tenía intenciones de cederle el lugar.

—Ya veo.

El hombre giró la pantalla del computador y Adam vio que su padre estaba en la sesión de él, con el chat que había compartido con Jenn. Y una ira, traducida en un calor salido desde lo profundo de su corazón lo invadió cual rayo que le llegara justo al pecho. Pero se contuvo y en su mente comenzó a buscar las palabras precisas para explicarlo todo. Sin mentiras, sin engaños. Era hora de que su padre se enterara de la verdad, de lo feliz que se sentía por haber encontrado a la mujer ideal para él.

—¿Qué significa esto? —preguntó John mirándolo serio, también conteniendo la rabia acumulada por tanta decepción.

Adam dio un respiro profundo, se cruzó de brazos y analizó. ¿Qué tal si no le decía nada y lo mandaba a pescar a Groenlandia? No, él no era así. Realmente le debía una disculpa a su padre por no haberle confiado lo que estaba viviendo desde un principio, pero eso no significaba desde ningún punto de vista, que se sentía culpable. ¿Culpable de qué? ¿De ser feliz? ¿De estar con quien quería? No, eso era motivo de orgullo y no lo escondería. 

—Ella es Jennifer, mi novia —respondió resoluto y decidido a hablar de frente y con la verdad.

John se puso de pie y caminó unos pasos hasta quedar frente a su hijo. Este al verse algo inhibido por la presencia tan cercana de su progenitor intentó también pararse pero su padre, de un empujón, lo sentó nuevamente en el sofá.

—¿Una mujercita que aparece de la noche a la mañana, con un hijo a cuestas y que para colmo conociste por Internet? ¡Supongo que es un juego…! U… una especie de tomada de pelo, ¿no? No creo que esto sea en serio, ¡tú no me pagarías de esa manera!

—¡Esto es en serio, papá! Por primera vez en mi vida siento que esto es real que estoy… ena —pero no logró terminar lo que pensaba decir, su padre lo interrumpió y al parecer la voz elevada y el tono de John le indicaban que no lo dejaría hablar, al menos no con la tranquilidad que él había imaginado.

—¿Enamorado? ¡Ja! ¡No digas sandeces, Adam! Tu primo me dijo que desde un principio jugaste con esa chica, que le mentiste y que es posible que aún lo sigas haciendo…

—¿Brent te contó todo? —ahora entendía. Por lo general cuando John se enteraba de algún pequeño escándalo de él o de su primo filtrado a la presa, los llamaba a su casa. Muy rara vez se apersonaba en la oficina. Estaba claro que a Brent aún le dolían los golpes, ¡más fuerte debió haberle pegado! ¡Un par de puñetazos en la boca para que aprendiera a quedarse callado!

—No. Yo me enteré de casualidad al querer ver mi correo personal en tu computadora. Tu primo solo me lo corroboró… además bastaba con verle le cara a Brent para darme cuenta de que otra vez se trenzaron a golpes. ¿No te da vergüenza? Eres el pilar fundamental de esta empresa y te dedicas a andar con por ahí agarrándote a guantazos con tu primo por una mujer y en un lugar público... ¿qué pretendes?

—¿Qué? No, eso no fue tan así… Nosotros…

—¿No? ¡A mí no me mientas! Además, me acabo de enterar de que usaste el avión, ¿a dónde fuiste?

—Eso no te incumbe. El jet es de mi propiedad —y era cierto. Realmente le molestaba darse cuenta que su padre aún creyera que él aún era un adolescente, ¿hasta cuándo tendría que rendirle cuentas por todo?

—¡Oh, claro! Lo olvidaba… no puedo preguntarle ciertas cosas a mi hijo.

—¿A eso vienes? ¿A hablar del avión? —preguntó con sorna logrando finalmente ponerse de pie.

—No, eso realmente no me importa, pero supongo que la subiste y la mandaste lejos, ¿no?

—Como dije, no te incumbe. Además, papá, mira, Jennifer es especial. Y sí, lo reconozco, he sido yo quien le ha mentido, pero este fin de semana iré a Tampa y la buscaré… le diré toda la verdad. Y  debes saber que me quiero casar con Jenn.

—¿Qué? ¡Estás demente! Esa mujer te hizo algo, ¿cómo que casarte? ¿Qué pasó con la muchacha Carter?

—¿Con quién? ¿Con Jessica? —¡esa pregunta sí que era ridícula y fuera de contexto! ¿De dónde sacaba su padre que él pudiera tener algo con esa chica, si la veía como una hermana pequeña, jamás en su mente la visualizó como algo diferente!—. ¡Papá, ella es la hija de tu amigo, ni siquiera me gusta! Yo no soy ningún niñito, entiéndelo. No necesito que me busques «novias». Soy un vejete treintón que solo ahora se ha enamorado y que lo único que quiere es formalizar esa relación.




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