Chisme: El Rubén Informa

AUDIONOTA 07:46 a. m.
📍Grupo de WhatsApp: Comunidad Civilizada del A-B (Excepto el 3C)
🎤 Rubén (conserje, mártir del caos vecinal)

Buenos días a todos, y cuando digo buenos… me refiero a que aún no he renunciado, pero estoy cerca.

Les habla Rubén. Sí, el mismo Rubén que ayer limpió el vómito con glitter del niño del 4A, que antes de ayer rescató al gato de la señora del 2C que se metió al extractor, y que hoy ha presenciado un acto de repostería criminal sin precedentes.

Me dispongo yo, como cada mañana, a barrer la entrada del edificio con mi escoba de confianza (que ya me conoce el alma), cuando me encuentro, atención, una tarta.
No una caja vacía.
No un envoltorio.

¡UNA TARTA ENTERA ESPATARRADA EN EL SUELO!

Pero no cualquier tarta, no. Esta parecía salida del canal de YouTube de un chef emocionalmente inestable. Tenía forma humana.
¡HUMANA!
Con curvas que ni las novelas turcas. Y escrita en crema:

“Sofía, mi musa”.

Ahí ya me dio un escalofrío.
Porque todos sabemos que si hay una musa en este edificio, está en el 3B, y viene con una colección de desastres sentimentales que ya deberían tener su propio documental de Netflix.

Me acerco con miedo, como si la tarta pudiera activarse y confesar secretos. Y en ese momento… baja la señora Gladys, del 1A.

Y claro. Como no.
Ella siempre baja justo cuando hay algo para juzgar.

Me ve agachado frente a la tarta y grita:
—¡Rubén! ¡¿Qué ha pasado?! ¿¡Eso es un cadáver!?

A ver, señora Gladys, yo entiendo que sus lentes están más decorativas que funcionales, pero ¿cuándo ha visto usted un cadáver con cobertura de chantilly y base de bizcocho?

Le digo:
—No, señora Gladys, es solo una tarta.

Y ella, en vez de dejarlo ahí como cualquier persona sensata, empieza a recitar teorías dignas de un podcast de crímenes reales.

—“Seguro es una amenaza. Una advertencia. Un mensaje de algún psicópata pasional. ¡Esto es obra de esa chica del 3B, la que siempre baja en bata y con cara de angustia romántica!”

¡Oiga! Primero que nada: la bata es decente, y la angustia romántica es cosa privada. Segundo: no es Sofía quien tiró la tarta, señora. ¡Fue el drama masculino de turno!

Y aquí viene lo mejor: le explico que, según fuentes cercanas (lease: yo mismo espiando por la ventana mientras fingía barrer), el vecino nuevo, el guapito ese del pelo revuelto y la voz de locutor triste, subió anoche al techo con la tarta.

¿Por qué? Pues por amor. O despecho. O ambas cosas mezcladas con crema pastelera.

¡Y la lanzó desde el techo! ¡Como si fuera la protagonista de un drama victoriano en versión repostera!

¿Y qué dice la señora Gladys?

—“Eso no pasaba cuando vivía Don Anselmo. Él sí mantenía el edificio en orden. Nunca se le caía una tarta.

¡SEÑORA, A DON ANSELMO SE LE CAYÓ UN ASCENSOR!

Pero claro, lo de la tarta es un escándalo, y lo del ascensor fue “una experiencia que fortaleció a la comunidad”.
¡Me dieron ganas de lanzarme yo por la azotea, pero con una bandeja de empanadas, para mantener la línea gastronómica!

En fin.
Me tocó limpiar tarta de todos los colores:
Fresa, vainilla, lágrimas, y lo que creo que era una metáfora visual del desamor.

Entre tanto, Gladys sacó su celular y empezó a tomar fotos “por si esto lo tengo que mandar al noticiero local”.

Señora, si quiere salir en la tele, postúlese para MasterChef Senior, pero no use mi área de trabajo como escenografía.

Total, media hora después, yo con la espalda doblada y el alma hecha gelatina, dejo la entrada impecable, y ¿qué me dice?

—“Rubén, ¿y si montamos una pastelería con este nivel de producción artística?”

Señora Gladys, si alguna vez vuelvo a ver una tarta con forma humana cayendo desde un balcón, cierro este edificio con candado y me mudo al desierto.

Gracias por su atención.
Rubén, su conserje leal.

PD: Si alguien vuelve a lanzar una tarta desde el techo, mínimo que tenga relleno de frambuesa y una nota explicando el drama, así me ahorro tener que preguntar.