Caos: destiny ruins

prefacio


 


 

La encarnación de la gloria y el destino, unidos a un grupo de individuos extraordinarios, poseen el poder de discernir entre la perenne seguridad, o el hado en eternidad; desde la caída en desgracia, o el ascenso hacía la gloria eterna. 


 


 

—Reina Até; que el sueño y el suspiro de los más excelsos dioses os acompañe eternamente— exclama con reverencia. Los súbditos, cual autómatas encadenados a una sola opción, repiten la plegaria—. Reina Ate del Olympus, que la sabiduría siempre adorne su testa, cual corona real— repiten una vez más—.Reina Ate del reino, que vuestro cuerpo proteja al pueblo, vuestro cerebro guíe a los ejércitos y vuestro corazón albergue eterna compasión— sentencian solemnemente, sumiendo al eterno templo del Éter en un sepulcral silencio.

Las voces cesan. Mi cuerpo cae sobre los antiguos cimientos del Éter y el Gran sacerdote eleva la corona sobre la cúspide de mi cuerpo.

—Me postró ante los dioses y os acepto con orgullo la corona; símbolo de poder y valentía. —el sacerdote me mira con benevolencia, pero la seguridad ha abandonado mi ser. El peso de la situación hace eco en mi corazón. Mis pensamientos, como corriente que atraviesa el inframundo, me llevan a la introspección. Cierro los ojos. La melancolía no me hundirá—. Juro solemnemente un reinado donde el consejo de Atenea me guíe; os juro un gobierno sabio, próspero y justo— alzo mi faz—. Os prometo de rodillas que, así como Atlas sostiene el cielo sobre sus hombros, yo protegeré a mi pueblo. Os prometo un reinado audaz e inconformista, como veneración a Prometo. Y os asevero con total firmeza mantener el equilibrio y reconocer que mi poder tiene límites, y así como Ícaro, volaré con cautela para no caer en miseria.

—¡Qué así sea! Que los vientos guíen tu palabra hacía los cielos para que los dioses sean testigos de vuestro juramento. ¡Reina Ate de Safrax! — Exclama y los súbditos repiten. El Gran sacerdote indica con un ademán que avance.

Avanzo entre la multitud. El cautivante suelo de mosaico hace eco a mis pies y el olor a incienso me impregna, cautivando a mi ser. La tenue luz que penetra a través de los altos ventanales me ilumina, venerando el momento y mi imagen. Miro a mi alrededor, los mosaicos, principales narradores de historias parecen cobrar vida ante mí; es como si los mismísimos dioses estuviesen otorgándome su bendición.

Continuo mi camino a través del templo hasta alejarme de la presencia de los demás. Seguí y no paré hasta que los murmullos y las curiosas miradas cesaron. Fue solo en ese instante en el que me detuve y contemplé mi entorno. El rincón silente del Éter. Una pequeña estancia sagrada, donde los más devotos sacerdotes buscan la paz y oran a los dioses para buscar la calma y la reflexión.

El silencio poco a poco comenzó a resonar en mi mente y recordé a Khulzot. Una vez dijo que hay cierta belleza envuelta en el silencio, una belleza la cual solo logras apreciar si te encuentras en armonía con el momento. Quizás esa sea la razón por la cual no pude encontrar arte dentro del mutismo de este instante. No hay paz en mi mente. He tomado una pala para excavar el agujero donde dejaré todo mi pasado. Todos mis recuerdos, todo lo que solía ser. Todo para lo que me había preparado.

No hay escapatoria de esto. No puedo huir de él. Siento las cadenas apretando la raíz de todos mis pensamientos; estoy atrapada; destinada a un futuro incierto. El silencio, que en algún momento fue mi más fiel aliado, se encontraba ahora sentenciándome; se había convertido poco a poco en mi silenciosa prisión; se había convertido en todo aquello que prometió jamás ser.

En medio del silencio, solo pude hallar un destino para mí; un vacío sin fin y lleno de desolación.

Cada palada de tierra, que amenaza con desaparecer todo lo que algún día fui, comienza a hacerse presente, consumiendo y devastando hasta el más pequeño recuerdo de mi pasado.

Y en ese momento me di cuenta de que cualquier rastro de paz que alguna vez sentí se desvaneció, dejándome en una constante lucha con la desesperación de no volver a encontrarla. Ella ya se había ido, dejándome sola junto al eco de mis tumultuosos pensamientos que parecían no tener fin.

No hay escapatoria. Con cada minuto que pasa me siento atrapada, las cuerdas atándome a un futuro que ya no deseaba, y cada vez que me intentaba liberar, la soledad me llevaba hacia más oscuridad.

Acepte mi realidad, aceptando que la lejana idea de huir se desvaneció. Dejándome sin esperanzas ni amor. Solo rencor. Pero seguía haciendo eco en mi mente esas últimas palabras que decidí tomar como mantra.

No te fíes de nadie.
 

 




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